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Federico Jiménez Losantos

No vamos hacia La República sino hacia las repúblicas 

El único camino es el desmembramiento del Estado, mediante el impulso centrípeto del Gobierno social-comunista y el nuevo golpe en Cataluña.

El único camino es el desmembramiento del Estado, mediante el impulso centrípeto del Gobierno social-comunista y el nuevo golpe en Cataluña.
Pablo Iglesias en el Senado | EFE

Hay gente que no entiende que el proceso revolucionario en España no nos lleva a LA república, sino a LAS repúblicas. Y que antes de la que jamás sería española, sino antiespañola, porque vendría a liquidar el Estado Español, nacido Hispania, provincia de Roma, hace dos mil años, y luego independiente muchos siglos, lo que vendría primero, acaso último, serían las dos republiquetas nacidas de sus escombros: la república federal vasca, a la que etarras y peneuvistas uncirían Navarra, y la República Catalana, a la que la izquierda y los separatistas asociarían la Comunidad Valenciana, las Baleares y la parte de Aragón -Este de Huesca y Noreste de Teruel- que rendirían el baturro Lambán y el valenciano renegado de Teruel, qué triste.  

El terror al virus, el Estado de Alarma, el control de las televisiones, la rendición de la izquierda ante el separatismo antiespañol y la estúpida y suicida división de la Derecha hacen posible la proclamación de esas dos repúblicas. Luego, Podemos, proclamaría, aprovechando unas elecciones en las que no se votase eso, pero los republicanos cantaran victoria, aunque perdieran, como las municipales de 1931, esa República Antiespañola cuya función primera es la de acolchar a las otras dos. Dado que la monarquía no es compatible con repúblicas en su seno, Sánchez aceptaría la presidencia para que en el extranjero los idiotas creyeran que aún existía un Estado Español. 

No hay España con república ni con repúblicas 

El jefe de este proceso revolucionario es Pablo Iglesias Turrión, que ha anunciado ante sus huestes, colocadas ya todas en cargos públicos o con expectativas de estarlo pronto: “la República llegará más pronto que tarde”. Un par de días antes reclamó para su Gobierno el ongi etorri de los restos de Julio Álvarez del Vayo, presidente del FRAP, la banda terrorista a la que perteneció su padre. Dudosa hazaña de la que él presumió mucho hasta que Cayetana Álvarez de Toledo le recordó su significado: ser “el hijo de un terrorista”. El cupulín del PP debe decidir ahora si también traiciona a la que fue su portavoz y se cisca en las víctimas del FRAP, que eso es lo que hicieron Meritxell Batet y el hijo del terrorista pro-FRAP. Les falta pisotear la sangre de sus víctimas para diferenciarse clara y definitivamente de Vox. 

Pero hay que insistir en que no es posible proclamar LA república en España sin abolir el régimen constitucional y la monarquía parlamentaria; y ni la izquierda tiene fuerza suficiente, ni la derecha dejaría de rebelarse ni las instituciones armadas, Ejército, Guardia Civil y Policía, lo permitirían. El único camino es el desmembramiento del Estado, mediante el impulso centrípeto del Gobierno social-comunista y el nuevo golpe en Cataluña, que revestiría la forma de doble referéndum, junto al del País Vasco y Navarra. El triunfo separatista (de ser derrota, para eso se inventaron los pucherazos) daría paso a la proclamación de las dos repúblicas y de la confederal, que se presentaría como última forma de evitar la ruptura total de España. Al margen de la judicial, policial y militar, claro, que es lo que quieren evitar. 

Declaración de militares leales a España 

Anteayer conocimos una Declaración de casi trescientos oficiales retirados -exactamente 271- que explica por qué se ha aireado tanto un chat privado intrascendente de otros oficiales retirados, delatado por un “topo” de Julio “El Rojo”, ex-JEMAD que ahora sirve a Iglesias. El chat de los frívolos apareció para sabotear el manifiesto de los serios. Es tan clara la intoxicación que lo primero que han hecho es aclararlo: «Los firmantes de esta Declaración quieren manifestar su completa desvinculación y desagrado con cuanto se ha expresado en un ‘chat’ privado -difundido en diversos medios- ajeno a nuestro sentir y esencia de soldados». 

Y declaran: «Si bien por edad no podemos ejercer nuestra vocación de soldados en Unidades, sí hemos recuperado los derechos fundamentales a los que renunciamos voluntariamente al abrazar la carrera de las Armas. Entre ellos la libertad de opinión y expresión que nos permite firmar esta declaración, que advierte de los riesgos a que están sometiendo a nuestra Patria los responsables de dirigir el futuro de España» (…) «como militares, que seguimos siendo aún en la situación de retirados, mantenemos activo el Juramento que prestamos en su día de garantizar la soberanía e independencia de España y defender su integridad territorial y el orden constitucional, entregando la vida si fuera preciso». 

No son los primeros en sentir preocupación por el destino de la nación; de hecho, dicen compartir «las mismas inquietudes» que la XIX Promoción del Ejército del Aire y de la XXIII de la Academia General Militar del Ejército de Tierra, expuestas en cartas al presidente del Parlamento Europeo y al Rey. Y entre lo inadmisible en la actuación de los responsables políticos, señalan: «los desprecios a España, las humillaciones a sus símbolos, el menosprecio al rey y los ataques a su efigie». (…) «permitir violentas algaradas independentistas y golpistas con petición de indultos a condenados por sedición, así como conceder favores a terroristas con el consiguiente menosprecio a sus víctimas». Y les preocupa que se orille «la legislación vigente» (…) «el sometimiento al Poder Ejecutivo del Poder Judicial, incluida la Fiscal General del Estado» y el intento de imponer «un pensamiento único» mediante leyes como la de Memoria Democrática. 

La importancia de la Declaración militar 

No hay nada nuevo en esta denuncia que no vengamos diciendo los defensores de la unidad nacional y el orden constitucional. La diferencia es, evidentemente, que esta denuncia civil la hacen los que aún conservan el uniforme militar. Y al cumplir su obligación moral como españoles y como militares que juraron defender a la Nación, su Declaración tiene una doble virtud: recuerda a los militares en activo -que no pueden hablar, pero deben pensar- el sentido último de su función: defender la integridad nacional y el orden constitucional, con el Rey a la cabeza. Y recuerda a los civiles, en particular a los políticos de la Derecha, cuya base social observa asqueada sus míseras peleas partidistas, que hay militares plenamente conscientes de los gravísimos peligros que acechan a la Nación y a la Libertad; y de que su profesión tiene una utilidad última, que es decisivamente constitucional. 

Los republicanos antiespañoles del FRAP y de la ETA recurren a la fuerza de las pistolas nunca entregadas y al golpe institucional permanente para desmantelar el Estado. Es tan evidente que la subversión del orden constitucional está encabezada por el Gobierno -como dice la llamada de Vox a manifestarse hoy ante todos los ayuntamientos de España- y que ya no se respeta ni la ley ni la más mínima ética en la actuación de los que, desde el Poder Ejecutivo, asaltan el Legislativo y, sobre todo, el Judicial, que fatalmente deben producirse convulsiones en el tejido social español. Y esa convulsión, provocada por la subversión, alcanzará a civiles y militares. No puede ser de otro modo. O ya tendríamos encima a las tres repúblicas. 

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