El 12 de Noviembre, dos días después de las Elecciones Generales, Pedro Sánchez anunció un acuerdo de Gobierno y de Legislatura con los comunistas de Podemos. Tras mandar al Rey a humillarse en Cuba ante los Castro, Fráudez asumió el papel de Jefe del Estado, se encargó a sí mismo la formación de Gobierno y anunció que lo ha formado con los que votaron en contra de su investidura hace cinco meses, aunque para bien de España y tranquilidad suya, según ha repetido durante toda la campaña electoral:
"Ni antes ni después el Partido Socialista va a pactar con el populismo. El final del populismo es la Venezuela de Chaves (sic), la pobreza, las cartillas de racionamiento, la falta de democracia y sobre todo la desigualdad."
"Lo que el señor Iglesias defiende es un referéndum de autodeterminación en Cataluña que partirá en dos definitivamente a la sociedad catalana. Iglesias y Podemos defienden que hay presos políticos en España."
"Hoy podría ser presidente del Gobierno, con plenas competencias, pero de un gobierno de coalición en el que tendría que haber aceptado perfiles sin experiencia. Un gobierno de coalición hubiera fracasado"
"Sería un presidente del Gobierno que no dormiría por la noche… junto con el 95% de los ciudadanos, incluida la mayoría de votantes de Podemos, que tampoco se sentirían tranquilos."
Ayer, 16, Sánchez pidió a la militancia aprobar justo lo contrario: un pacto de Gobierno y Legislatura con Podemos: "Es imprescindible", "el único medio para evitar el bloqueo", "para hacer frente al auge de la ultraderecha" y para asegurar "la igualdad entre hombres y mujeres, que defienda los servicios públicos y la cohesión social, que apueste por el crecimiento y la innovación en la economía, que avance en el reconocimiento de nuevos derechos, que lidere la lucha contra el cambio climático, que fortalezca la cohesión territorial desde el diálogo y las leyes y no promueva la confrontación y el enfrentamiento entre españoles."
O sea, todo lo que no podía garantizar Podemos hasta hace seis días.
Antes de entrar en el Gobierno, Podemos ya manda
La claudicación de Sánchez ante Iglesias ha sido absoluta y cabría decir que innecesaria, de no mediar un proyecto: liquidar el régimen del 78, en lo que coincide con Podemos y los socios necesarios para ser investido, desde Otegui a Junqueras pasando Puigdemont -en el ámbito criminal-, y por el PNV y varios partidos regionales y provinciales -en el ámbito civil-. Ayer decía Javier Somalo que se nos viene encima un Gobierno PRESOE. Dada la preeminencia comunista, será un Presidium, como el de la URSS.
El poder político de Podemos en este gobierno no Frankenstein sino Drácula anunciado por el falsario de La Moncloa es tan evidente que antes del encargo del Rey, de la sesión de investidura en las Cortes, y de formar ese Ejecutivo cuya misión es enterrar el régimen constitucional y acometer el troceamiento de España mediante la desmembración del Estado, los ministros que no quieren dejar de serlo ya obedecen la política comunista. El de Exteriores calificó este viernes, como hubiera hecho Iglesias en defensa de su amigo cocalero, de "golpe militar" la resistencia civil y militar al golpe de Evo Morales, denunciado por la OEA como el mayor fraude electoral de la historia de Bolivia.
El de Educación negó el derecho a la enseñanza concertada, e incluso el derecho a la libertad de enseñanza, que consta en el artículo 27 de la Constitución y ha sido ratificada en todas las sentencias del Tribunal Constitucional salvo una, hace décadas, única esgrimida por Celaá ante 2.000 atónitos representantes de centros concertados, casi todos católicos. Por supuesto, ambos hacen ya méritos ante Podemos para formar parte de ese gobierno de concentración (léase Gulag) contra España y la Libertad.
La tarea de Podemos es servir de puente con el golpismo catalán, para lo cual Sánchez allanará los obstáculos legales, como la Fiscal General del Estado, que se interpongan entre el sedicioso Junqueras o el forajido de Waterloo y su investidura al frente de un Gobierno realmente dirigido por la ETA, ERC y el cártel de Caracas. El PSOE, o sea, el PSC, hará bulto. La política correrá a cargo de sus socios, que lo despedirán si no les obedece.
La parálisis de la Derecha ante el cambio de Régimen
El remedio que para sus dos fracasos electorales -los 750.000 votos perdidos por el PSOE y los 700.000 perdidos por Podemos- han encontrado el Doctor Cum Fraude, alias Don Trola, y el Marqués Rojo de Galapagar ha sido tan rápido como exitoso, porque se ha encontrado con las tres derechas tan desunidas y despistadas como en toda su estadía de okupa en Moncloa. Rivera se ha largado con Malú, dejando a Ciudadanos en la morgue. Y Vox, el gran triunfador, ha pedido al PSOE, PP y Ciudadanos que formen Gobierno, ya que los tres forman parte del "consenso progre". Es evidente que el Gobierno de Sánchez e Iglesias no tiene nada de consenso ni de progre, es un pacto para triturar el régimen constitucional con el apoyo del separatismo criminal, desde Otegui a Junqueras.
Sin embargo, Abascal dice creer que no habrá gobierno del Frente Popular o que Sánchez lo formará con PP y Cs, que considera menos malo esto último, pero que la cosa no va con él. Y exactamente lo mismo dijo Casado antes de desaparecer de escena el martes: que Sánchez forme Gobierno con sus socios naturales. Como si la liquidación de la monarquía parlamentaria, la destrucción del orden constitucional, la suelta de etarras y golpistas, la venta de plebiscitos separatistas y la ruina total ante la recesión económica fueran accidentes parlamentarios fáciles de enmendar. Como si los comunistas, cuando llegan al Poder, tuvieran por costumbre devolverlo.
Los tres grandes partidos que defienden la Nación y la Constitución han decidido sentarse a ver qué hacen comunistas, socialistas y separatistas. Los dos mayores, PP y Vox, a mirarse de reojo, a ver quién supera a quién. Es una actitud suicida y abyecta. Y que no vengan con la monserga de que prometieron a sus electores no pactar con Sánchez. Lo que trae Sánchez es el Gobierno de las tres erres: Ruina, Represión, República. Y no dirán que prometieron a sus votantes no hacer nada contra la crisis económica, en defensa de las libertades o ante el jaque mate de la Izquierda a la Corona.
Abascal, el único que no parece noqueado tras las elecciones de la semana pasada fue de hecho el más clarividente en la campaña ante esos tres problemas, sobre todo el último, que por importancia es el primero. Pues bien, ni siquiera Abascal ha ofrecido sus escaños para tratar de evitar que el Rey, tras la puñalada trapera de Marchena y sus Unánimes, tenga que deambular de dictadura en dictadura, a las órdenes de Sánchez, como ya hemos visto en Cuba. ¿Acaso espera, como el heredero de Rajoy, que le venga de rebote, primero el liderazgo de la Derecha y después el Gobierno?
La obligación de Casado sería presentar, como dice Cs, una oferta de Gobierno formal a Sánchez. ¿No la acepta? Peor para él. Nadie podrá decir que toda la derecha prefirió el interés de partido al nacional. Y la obligación de Abascal sería respaldar la oferta de Casado. Me temo que ninguno de los dos ha entendido de qué ha muerto Rivera: de inutilidad.
La trágica enseñanza de la Historia
Uno, muerto en la carretera, otro, muerto de miedo, y otro, de risa: así están los tres líderes de la Derecha que hace una semana concurrieron a las urnas. Los comunistas están en el Poder; Sánchez, en el Trono y la derecha, en Babia. De nada sirve la trágica historia del siglo XX. Por la real cobardía en 1931 y por la cobardía gubernamental en 1934, la Derecha tuvo que echarse al monte en 1936. Nadie vio llegar la República, y la tenían encima. Nadie vio llegar el Golpe, y lo estaban anunciando. Nadie vio llegar la Guerra, y ya la había proclamado el PSOE de Largo Caballero.
Uno se pregunta qué necesitan Casado y Abascal para convencerse de que es verdad lo que hasta el domingo denunciaban: que el Gobierno del Frente Popular Separatista busca acabar con España y con nuestra libertad. Es como si no fuera con ellos. Ni la una, ni la otra. Es como si todo fuera reversible, como si cuando ellos manden todo tuviera remedio. Pero a este paso, lo irreversible se impondrá y ellos, ilegalizados, jamás gobernarán. Lo malo es que, para entonces, el problema ya no será suyo, sino nuestro. De los que los hemos votado para que hagan algo. Y ese algo no era esperar.