Salvo que Pablo Iglesias se arrepienta de haber nacido y ofrezca al mundo el espectáculo inesperado de su suicidio político, habrá elecciones en Noviembre. Le convienen a Sánchez y no les vienen mal a los partidos comunistas y antisistema que orquestaron la moción contra Rajoy. Puede que Iglesias pierda hasta veinte escaños en favor de Falconetti, pero eso no cambiará su dependencia de Podemos. Y deberá elegir de nuevo lo que ya ha elegido desde que decidió romper con su partido y luego su partido: la alianza con los enemigos de España, de la libertad y de la Constitución.
Dos o tres derechas y un centro o dos
Pero además a las izquierdas les conviene ir a las generales antes de que el centro-derecha pueda recuperar votos en Madrid y Andalucía, el granero perdido y el sorprendentemente encontrado, mientras se eclipsa en Cataluña y se difumina lentamente en Valencia. Las tres siglas del centro-derecha están abocadas a la derrota si no hay acuerdo, al menos, para el Senado y las circunscripciones pequeñas. Y lo visto en el estreno de este curso político que puede durar sólo tres semanas es que el PP, C´s y Vox están dispuestos a la confrontación, no al acuerdo. Y el tremendo poder de la mercadotecnia electoral arrasará con el deseo de la mayoría de votantes, que queremos que mantengan sus diferencias, porque todas aportan algo, pero compitan asociados, porque es lo que podría derrotar a la Izquierda.
Repasemos lo sucedido en el supuesto debate sobre el Open Arms, que en realidad fue como un partido amistoso -en este caso inamistoso- de los partidos llamados a luchar por un voto que se cree sigue movedizo, aunque creo que en seis meses no se moverá mucho, y dada la debilidad extrema del centro-derecha en los medios audiovisuales, tirando a nada.
El morbo de la especie periodística, que es una de las más nocivas del planeta, estaba en el estreno de Cayetana y Arrimadas. Y pasó lo mismo que en el primer debate de investidura de Sánchez: Cayetana estuvo más brillante y Arrimadas más eficaz, pero el más convincente fue Abascal. La flamante portavoz del PP y su homóloga de C´s demolieron, implacables, la política de Sánchez como lo que es: una sucia manipulación de emociones y un despilfarro de dinero público para pagarse el discurso buenista sobre el Open Arms. Pero esta típica golfada de una ONG asociada a los negreros es un episodio menor de un problema infinitamente mayor: la inmigración ilegal, sobre todo musulmana, que cerca Europa. Véase la valla de Ceuta.
Esto sólo lo planteó, clara y contundentemente, Abascal, aunque lo estropeó después cayendo en la provocación de Cayetana asemejando el "sanchismo" al "salvinismo", ocurrencia entre centrista e innecesaria sin más sentido que molestar a Vox. Y Vox cayó. Pero Cayetana no hizo un discurso típico de la "dictadura progre" como dijo Abascal, y él lo sabe. En realidad, perdonó la posibilidad de atacar a Salvini -y de paso a Vox- no por defender la legalidad de la UE -que es lo que hizo, intenciones aparte- sino por exhibir "esteladas" y camisetas en favor de la independencia del País Vasco y Cataluña, o apoyar, como hizo la Lega, a los golpistas del 1-O. No se puede saltar tan en caliente en apoyo de un socio tan poco fiable.
Salvo que, por supuesto, se esté actuando ya en clave electoralista y Vox piense que su enemigo, que se supone es el de España, no es Sánchez sino Casado. Que no era un calentón o que no era tan inocente lo demostró Espinosa al denunciar tras el debate un supuesto tripartito en ciernes PSOE-PP-Ciudadanos. Así que, de ser complementarios (PP y C´s acentuando la crítica a la supuesta superioridad moral de la izquierda; Vox extendiendo la responsabilidad al centro y la derecha- pasaron a ser contradictorios. Todos atacaron al PSOE, pero, directa o indirectamente, se atacaban más entre sí.
Vox no quiere sumar ni para el Senado
Al fondo de este debate en los partidos de centro y derecha está la propuesta del PP de extender la fórmula navarra al ámbito nacional, para lo cual ha registrado "España suma" en todas las comunidades, esperando el acuerdo con C´s y, según Cuca Gamarra en agosto, también con Vox, "que es un partido constitucional". Más que el PSOE, que ha regalado Navarra a la ETA y al PNV, seguro. Que la idea beneficiaba al PP, estaba claro. Que no tenía que perjudicar a los otros dos partidos, a mi juicio, también. Todo dependería o hubiera dependido de cómo lo explicaban a sus votantes. Y no es difícil decir que la situación nacional es tan grave que obliga a todos al sacrificio, no sólo al partido ajeno, sino al propio, que es el que más siente España, etcétera. No creo que perdiera ningún votante ninguno de los tres.
Pero enseguida saltó Ciudadanos a decir que no, con un argumento peregrino: que Navarra "está en una situación de emergencia especial". ¡Como si la de Cataluña, Baleares, la Comunidad Valenciana o el País Vasco fuera normalísima! Luego matizó que podrían pactar para el Senado. Pero ayer Vox anunció que, ellos, ni para el Senado. O sea, que no están dispuestos a sumar con C´s, o al menos con el PP, ni en nombre de España. Pueden llegar a un acuerdo regional en Madrid, Murcia o Andalucía, pero no en el Senado, pese a la evidente amenaza de una nueva proclamación de independencia en Cataluña, que la Cámara Alta puede frenar de inmediato. Si lo que quiere dejar claro Abascal es que no piensa volver nunca al PP, queda claro. Si cree que así evita la tentación a sus electores, se equivoca.
En noviembre, la sentencia contra los golpìstas, las movilizaciones nacionalistas en Cataluña y la política teatralmente opuesta pero realmente cómplice del PSOE con comunistas y separatistas, sus socios de coalición, movilizarán al elector de derechas, que pedirá la unión de los tres partidos que defienden España contra los que quieren liquidarla. Y en buena lógica, esa presión acabará afectando más al que públicamente se identifica más con la defensa de la Nación, que es Vox. Y Abascal, ya desde DENAES.
Para entonces, sin embargo, puede no haber tiempo ni siquiera para llegar a un acuerdo para las listas del Senado, que debería ser una sola. Esta vez no caben soluciones bienintencionadas e ingeniosas como la del 1+1+1, que yo mismo defendí. Sigo creyendo que los votantes de Vox, con o sin el PP, están llamados a reconstruir el espacio electoral a la derecha del PSOE, porque no hay ninguna razón lógica para que si al final han podido impedir que la izquierda gobierne en Madrid, Murcia y Andalucía, no hay forma de explicar que el pacto se produzca cuando tienen menos escaños que cuando tienen más, como sucedería en el caso de unas listas electorales comunes, si no en todas las circunscripciones, al menos en las pequeñas y en el Senado.
Se perderá una ocasión única
Evidentemente, el interés nacional rara vez coincide con el interés de partido, sobre todo si el espacio político se ha disgregado, como en España. Pero temo que los tres partidos -el más hábil, no digo más generoso, estaba siendo el PP, hasta el debate del Open Arms- van a perder la gran ocasión de aumentar la representación electoral de signo nacional y liberal. Lo que podría ser una ocasión única para que se desmovilizara el voto de Izquierda y se movilizara el de derecha puede quedarse en tristísimo empate a cero. O sea, en que Sánchez, tras destrozar el bar, no tenga que pagar ni las copas.