Desgraciadamente, la decisión inmediata sobre la economía española depende de un comunista irredento, cuya ignorancia en materia económica es oceánica y cuya tesis básica, que da nombre a la sección de su libro más sincero, "Disputar la democracia", con prólogo de Tsipras (Akal, 2014), es que "la economía es política". Eso le exime de la penosa tarea de aprender a sumar y multiplicar, porque restar y dividir ya ha demostrado que sabe.
El comunismo es, desde Lenin, la negación violenta de la propiedad y de toda negociación entre empresarios y trabajadores, que fue la base de toda la política de la socialdemocracia europea desde el sangriento fracaso de La Comuna de París hasta el golpe de estado genocida del bolchevismo.
El problema de fondo: Libertad es Propiedad
El medio siglo que va desde el pacto de Ferdinand Lassalle con Bismarck, origen convencional del Estado de Bienestar, hasta Bernstein y Kautski, últimos dirigentes "revisionistas" de la socialdemocracia alemana, es el que consiguió las mayores conquistas sociales y la mejor inserción del socialismo en el Estado liberal "capitalista", aunque muy intervencionista. Sin embargo, ese pacto social de fondo, por el que los socialistas aplazaban sine die su propósito de acabar con la propiedad y la libertad "burguesas" a cambio de una participación en todos los ámbitos del sistema, los convirtió en el primer partido parlamentario alemán y modelo de reformas sociales.
Por cierto, en el libro citado, que retrata las pavorosas deficiencias culturales de Iglesias, aunque también su astucia en disimularlas, y en el que reúne de modo disperso sus ideas antes de la fundación de Podemos, dice Pablenin que Kautski resultaría rabiosamente radical, comparado con los comunistas actuales. Lo que no dice es que su apego a los dogmas de Marx (Bernstein fue el albacea de Engels y publicó los tomos de El Capital añadidos al primero y único que escribió Marx) no le impidió convertirse en radical enemigo del leninismo y apoyo incondicional de todos los que asesinaba en masa Lenin en nombre de Marx. En Memoria del Comunismo recuerdo sus textos prologando las denuncias de todos los encarcelados y masacrados por Lenin, tras los simulacros de juicios que copió Stalin. Era una izquierda que rechazaba el genocidio como forma de socialismo. O sea, lo contrario de lo que hacen desde entonces los comunistas como Iglesias.
Pero en una cosa tiene razón: el liberalismo del XIX, en especial desde la Revolución norteamericana y la fundación de los USA, se basa en el valor sagrado de la propiedad, inseparable de la Ley y la Libertad. Y aunque la socialdemocracia haya socavado esa mutua dependencia, cada crisis económica, intrínseca o extrínseca, se deba a problemas financieros, a guerras o a epidemias, obliga a repensar las base misma del sistema: ¿Está el Gobierno para ayudar a los ciudadanos o éstos para servir al Gobierno? ¿El derecho a la libertad, la propiedad y la igualdad ante la Ley, están por encima de las decisiones políticas de un Gobierno, que por definición está de paso? ¿Debe la propiedad, base de la economía supeditarse a la política, con el apoyo plebiscitario de una mayoría durante tiempo indefinido o bajo la dictadura perpetua del Partido, que puede expropiarlo todo y se arroga el derecho a decidir el derecho a vivir o morir de todos, si son opositores?
Lenin, referencia ineluctable
Esto sucede desde el asalto al poder de Lenin, en la URSS y en todos los regímenes comunistas, sin excepción. E Iglesias siempre ha tenido a Lenin y a la URSS como modelo frente al Occidente capitalista. Hace cinco años, Iglesias y su prologuista Tsipras habían iniciado el asalto a los cielos y tomado la Hélade, respectivamente. Ambos proclamaban su intención de romper las obligaciones económicas de sus países con la Unión Europea e incumplir sus compromisos financieros, al modo peronista. Grecia era el espejo; España, el reflejo de ese nuevo comunismo cuya referencia era Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil, Bolivia, Argentina y, al fondo, Cuba.
Grecia, con Tsipras y Syriza en el Poder y Varoufakis presumiendo de la solvencia de esa fantasía populista de que no pagar puede salir gratis, se enfrentaron con la UE. Un año después, se arrastraban pidiendo dinero al precio que fuera, desde la salida de Varoufakis hasta el plan de austeridad en el gasto público, cuya negación les había permitido ganar las elecciones. No por arriar todas sus banderas económicas dejaron de ser insolventes en la gestión de la cosa pública, ni de favorecer un clientelismo ruinoso, ni de naufragar donde el tercermundismo iberoamericano parecía poder flotar.
El año pasado, Tsipras fue destrozado en las urnas por la derecha griega, que, para colmo, ha encontrado un Mitsotakis capaz de iniciar las reformas que la Derecha siempre promete y casi nunca acomete. La crisis del coronavirus ha cortado una resurrección económica espectacular, pero, pese a su pobreza, ha sido el mejor gestor de la pandemia en toda la UE. Hoy, nadie en Grecia echa en falta a Tsipras ni se acuerda de Varoufakis. ¿Qué lección sacará Iglesias de la aparatosa caída de su gran referente?
Las ideas económicas de Iglesias
Si no fuera en la actualidad propietario de una casa como la de Varufakis o una renta como la de Tsipras, Iglesias probablemente elegiría morir de pie, o sea, arruinar al país y jugárselo todo a un cambio de régimen, implantando una dictadura bolivariana y una economía peronista. El problema es que en cinco años ha fundado una dinastía como la de los Kirchner -de Perón-, los Ortega, los Maduro, los Xi o los Kim. Si deja pasar la ocasión de provocar la excepcionalidad, única forma, según él, de que los comunistas y los fascistas tomen el poder, se limitará a refundar el PCE comprando IU, como está haciendo, y esperar tiempos mejores en el aparato del Partido y administrando para Irene Montero el 15% del voto.
Esto exigiría, sin embargo, una dosis de humildad casi impensable: reconocer que no sabe nada de economía y que los disparates defendidos en el pasado deben archivarse para siempre, porque la realidad de la crisis no tolera más aficionados al derroche en unos tiempos de apretarse el cinturón.
Las ideas económicas que en ese libro auroral, tras el brillante debut de Podemos en las elecciones europeas y en medio del alza vertiginosa en las encuestas, que ya lo ponían por encima del PSOE, eran sencillamente ridículas, de ese nivel de asamblea escolar que ha exhibido Irene Montero en reciente videocharla con un asesor del ruinoso narcogenocida Maduro. Alguien que desconozca su solvencia intelectual podría pensar que repite lo que oye en casa o decía su pareja cuando lo era de Tania Sánchez, primera dedicataria, como su faro teórico y político, de "Disputar la democracia".
El "partido de Wall Street"
Según el, o sea, EL, existe un "partido de Wall Street", del que serían funcionarios desde Pinochet a Merkel, de Reagan y Thatcher a Esperanza Aguirre, de González a Aznar pasando por Blair, Mario Dragui y Hollande. Se trata de una perpetua conspiración, que está calcada de las paranoias de Marx sobre el carácter "embrujado" del Capital, que buscaría la ruina de "la gente", "los de abajo", "los pobres", "las sociedades" o "los pueblos".
Hablamos de casi medio siglo en el que ha aumentado el bienestar de unas clases medias en continua expansión, ha desaparecido el hambre y muchas enfermedades, ha aumentado la protección social en esos países que padecen la dictadura del Partido de Wall Street. El comunismo no ha caído por su pavorosa ineficacia en la adjudicación de recursos. Esperaba el momento de resucitar gracias a la quiebra de Lehman Brothers, que prueba el acierto de las ideas de Marx sobre las crisis mortales del capitalismo. No es que haya negado nadie nunca esas crisis, pero si hay un Partido de Wall Street, que con el embeleco de la democracia atonta a las muchedumbres, es difícil que las masas perciban que lo que creen bienestar es sólo miseria.
Hay pasajes imponentes con referentes morales como Antonio Negri, padrino teórico de las Brigadas Rojas, y economistas comunistas de poco reconocido prestigio -por la derecha llega hasta una frase de Stiglitz- pero como su talento, que lo tiene, es básicamente publicitario, la mejor es esta cita de su pensador político favorito, Manuel Vázquez Montalbán: "a quién le importa que a la gente le vaya mal si la economía va bien". Imposible resumir mejor, en una frase, el fariseísmo del millonario rojo y la estupidez del comunismo del siglo XXI: la economía no tiene nada que ver con "la gente"; tener empleo es tener cadenas; los derechos laborales están siempre recortándose; la libertad es una broma para incautos; y la ruina y el hambre, porque en España los niños pasan hambre, son fatales a fuer de capitalistas.
Estos "Protocolos de los sabios de Moscú", sucesores de los de Sión que creó la Ojraná zarista, tienen el problema de ser incompatibles con las cuatro reglas aritméticas. Tras asegurar que en España se ha gobernado para que los ricos roben a los ciudadanos", lo prueba con estas cifras: "quien paga impuestos en España son los ciudadanos de a pie. Los que declaran ganar menos de 33.000 euros al año (ocho de cada 10) aportan el 27´3 del total de la recaudación, mientras que quienes declaran ganar más de 175.000 al año, (el 0´4% por cien) aporta sólo el 16´3 %". Eso viene a suponer que el 1% paga tanto como el 99% restante, sin contar los que no pagan. Vamos, que como ardid para no pagar impuestos es un fracaso total.
Entre Caracas y Pekín
Todo lo que dice sobre economía es falso, paranoide o ridículo, no más de lo que se espera de un comunista. Pero es un trámite necesario para pasar a la solución política, que ya no es la URSS como antaño, a cuyos dirigentes imputa el delito de reconvertirse en gestores capitalistas. ¿Y qué alternativa política ofrece Iglesias? Usar la democracia para acabar con la opresión capitalista en las democracias liberales, y estos son sus modelos:
"El siglo XX se cerró con las protestas de Seattle que abrieron un clico de movilización mundial contra la globalización neoliberal y en América latina formaciones políticas populares y de izquierdas en países como Venezuela, Bolivia, Ecuador, Uruguay, e incluso en Argentina y Brasil, llegaron al poder mediante elecciones, definiendo sus políticas como específicamente antineoliberales y enmarcándolas en un proyecto de recuperación de soberanía, tanto en términos nacionales como continentales."
Ahora Podemos ya no presume de que en Venezuela "gracias a la revolución hay tres comidas diarias", como hacía Errejón. Pero Irene Montero defiende que Argentina, cuyo ministro de Educación era hasta hace un año jefe de gabinete de Iglesias, y que acaba de anunciar que no pagará la deuda, es con los Kirchner de nuevo, héroes del narco y de Irán, todo un modelo de política "que escucha a la gente y no deja a nadie atrás". Pero lo que fascinaba a Iglesias en 2014 era China; la comunista, claro está:
"La apuesta por las finanzas hizo también que surgieran contradicciones que amenazaban la estabilidad del sistema, pues al tiempo que los Estados Unidos se hacían los dominadores de los mercados, China se convertía en el primer centro industrial del mundo superando a Europa y Japón como rivales políticos a batir. Como ha demostrado Giovanni Arrighi en su monumental estudio sobre la emergencia de China como potencia aspirante a la hegemonía "Adam Smith en Pekín", el declive de EEUU como potencia hegemónica responde a las propias contradicciones políticas de los ciclos sistémicos de acumulación".
¿Y esto qué quiere decir? Realmente, casi nada. Es el típico empeño marxista para reciclarse como ciencia que no pasa de exorcismo de cátedra. Lo sorprendente es que luego ataque a Amancio Ortega como adalid del "trabajo esclavo". ¡Y el jefe de la plantación es el Partido Comunista chino!
Iglesias, clave de la continuidad del Gobierno
Pese a su ignorancia oceánica, su incompetencia intelectual, su falta de lecturas y su total incomprensión de la economía de mercado, Iglesias está en situación de elegir entre una política de mendicidad europea, a la que nos lleva el PSOE, o alzarse a lo Perón o Chávez contra el capitalismo, los hombres de negro de Bruselas y el Partido de Wall Street. De él depende la estabilidad de este Gobierno, la capacidad de encaje de la realidad en Podemos y la continuidad de la izquierda en el Poder. Por él pasa, hoy por hoy, la posibilidad de que España pida que la UE nos haga el favor de intervenirnos intervenga o emprender la carrera de la revolución, como tras el 15M y la crisis económica, ahora mucho más grave. Supongo que, por ahora, se limitará a esperar. Pero lo que ahora deje de hacer, ya no lo hará. Nunca tantos dependieron de tan pocos. En rigor, de uno nada más.