El resultado de las elecciones europeas supone una convulsión política de tal magnitud que apenas empezamos a entrever sus consecuencias. Amén del triunfo del separatismo y de la extrema izquierda, propiciado por dos oligarcas de la televisión privada tan de derechas como Lara y Berlusconi, la crisis del bipartidismo –que pasa del 80% de los votos a menos del 50%- es tan terrible que tanto el PSOE como el PP se verán en la obligación de afrontar, si son capaces, las reformas internas y externas que les permitan no ya recuperarse sino, simplemente, sobrevivir. De mantenerse la actual tendencia electoral, en menos de un año habrá desaparecido prácticamente todo el poder local y autonómico del PP; y el PSOE quedará reducido a un partido regional del Sur que, para llegar a algún gobierno, del municipal al nacional, ha de enfeudarse a comunistas y separatistas, ambos radicalmente contrarios al régimen constitucional y a la existencia misma de España.
El PSOE, en una semana agónica, dando bandazos prácticamente a diario, con Rubalcaba al timón... del bote salvavidas, ha asumido esa necesidad perentoria de democratizarse internamente y de cambiar todo lo que hasta ahora no había querido cambiar, empezando por donde únicamente se puede empezar y por donde ya debería haber empezado tras las elecciones: por la cabeza, es decir, por el eterno interino Rubalcaba. No lo hizo tras la derrota en las Generales por falta de una alternativa clara, y lo hace ahora sin tenerla del todo, y apostando dividido y sin convicción a unas elecciones internas que ya una vez se le descontrolaron con la victoria de Borrell sobre el aparato, sorpresa que enmendó Polanco decapitando a Borrell. Pero el resultado de las elecciones europeas ha obligado al PSOE a este ejercicio de supervivencia. Con el aparato o a pesar del aparato.
El PP ha reaccionado mucho peor que el PSOE. Tras sufrir la mayor debacle electoral de la derecha desde la hecatombe de UCD en 1982, una sonriente viceprisadenta del Gobierno y un felicísimo ministro del Interior se congratularon de lo que llamaron victoria. Ridículo concepto que repitió una sonámbula Secretaria General y un sonadísimo candidato Arias Cañete. El Gobierno del PP y el PP del Gobierno rivalizaron en idiocia, en inepcia y en voluntad de destruir para siempre la base social que les llevó al poder. Han perdido la mitad de los votos en Madrid y la Comunidad Valenciana, han sido vapuleados en Andalucía -como lógica conclusión de la Operación Moreno Bonilla, que sólo se entiende por la estupidez endogámica de Rajoy y sus sorayos o por la voluntad de salvar al PSOE de Rubalcaba y el silencio sobre la corrupción bipartidista, y a costa de liquidar el PP andaluz. Y el único remedio que se le ha ocurrido a Rajoy es otra dosis de la nefasta doctrina en que oculta su indolencia: "la economía es lo único importante".
Nunca lo ha sido y ahora lo es menos que nunca. Tengo la impresión de que a Rajoy no le importa hundir a su partido dentro de un año con tal de flotar él como candidato en las Generales dentro de año y medio. No hay otra explicación para la actitud de un Presidente que prefiere flotar a nadar, mientras se ahogan el Partido, la Nación y el Estado. A Mariano Rajoy sólo le importa Mariano Rajoy. Y diríase que encuentra un perverso placer en ver hundirse la base electoral del poder popular, que es la Comunidad de Madrid, a la que ha combatido Montoro en favor de Cataluña desde que ambos llegaron a la Moncloa y se dispusieron a traicionar a sus votantes.
Pero la complacencia maligna de Rajoy en la destrucción electoral de la derecha política no podía ser siempre compartida por la derecha social. Y pasados tres días de la debacle y vista la necia satisfacción por la dizque victoria electoral en el PP y en el Gobierno, este jueves el diario ABC publicó uno de los editoriales más importantes de los últimos años. Sobre todo si lo mantiene y no regresa al gubernamentalismo –con algunas voces críticas, como es tradición- que ni agradece Rajoy ni entienden sus lectores.
Un párrafo resume el porqué de este editorial contra el Gobierno: "ABC es un periódico con 111 años de historia, muy anterior por tanto al nacimiento del Partido Popular, y con unos principios editoriales claros y sostenidos en el tiempo. El PP es una formación que a priori coincide con muchas de las líneas editoriales de este periódico, como la defensa de la unidad de España y las libertades democráticas o la apuesta en economía por el modelo liberal. Pero esa familiaridad no ha mermado ni mermará la capacidad crítica del diario cuyo primer deber es servir a sus lectores. Por eso demandamos al Gobierno un cambio de rumbo, con más fe en los propios principios, más pensamiento político y mayor contundencia y claridad en la exposición pública de las propias ideas".
Lo que pide ABC a continuación no es nada revolucionario: es lo que prometió el PP en su programa electoral y lleva incumpliendo clamorosamente dos años y medio: bajada de impuestos, lucha contra el terrorismo y el separatismo, independencia judicial, fin de la corrupción y acabar con la sumisión mediática a la izquierda, que es absoluta desde el primer día de gobierno de Rajoy y viceprisadencia de Soraya. Por último, como prueba de que entiende el mensaje de profunda irritación de su base social, ABC le pide una amplia crisis de Gobierno en la que eche a los ministros más quemados, que, con pocas excepciones, son los más amigos de Rajoy y los democristianos más amigos de PRISA. ¿Y qué iba a hacer el ABC si la mitad de Madrid –y de sus lectores- ha dejado de votar al PP?
Es natural que el aldabonazo editorial de ABC nos parezca oportuno a los que por razones exclusivamente de principio, sin esperar a nuestros lectores pero acompañados por ellos, hemos mantenido una actitud crítica con el Gobierno desde una perspectiva liberal, que es la de una parte muy importante del electorado del PP, justamente la que, sin un cambio total de política, se ha ido ya o seguirá yéndose a UPyD, Ciudadanos o VOX. Por cierto, que la mezquindad que acompaña el desprecio por su base social es lo tal vez que explica que en estas elecciones el único enemigo del Gobierno pareciera VOX, y quizás también la única razón por la que ha cantado victoria: los 2000 votos que le ha faltado al cuarto de millón cosechado por Vidal Quadras para alcanzar su escaño. A muchos, entre los que me cuento, votarlo es lo menos que merecía Ortega Lara, un héroe nacional y del PP de antaño, por ver desde hace casi dos años libre a su torturador Bolinaga, ese criminal que, según decía el Ministro del Interior, se iba a morir enseguida. Los que realmente se están muriendo de asco son los votantes del PP; y un antiguo refrán castellano reza: "la muerte, desdicha fuerte". Así que han dejado que Rajoy muera de éxito y el PP de satisfacción, pero se niegan a participar en el velorio. Claro que, como, por lo visto, Mariano ni siente ni padece, a lo mejor no le importa que se le ponga enfrente hasta el ABC.