Pronto saldrán novelas sobre el asombroso fenómeno de cómo una estrella rutilante aparece en la insondable oscuridad de las galaxias y, en el momento en que más brilla, cambia la curva de su órbita, lo que Demócrito llamaba el clinamen del tiempo, para dirigirse velozmente hacia una de esas gigantescas construcciones oscuras y destartaladas que vagan por el cosmos como esqueletos de dinosaurios y estrellarse contra ella, tomar el rumbo de Mercurio y arder con un fogonazo en el Sol de los imprudentes. Pero a Faetón en su carro e Ícaro en sus alas de cera les perdió la soberbia. ¿Qué ha llevado a Pablo Casado a suicidarse con el veneno de Rajoy? No lo sé y no conozco a nadie que lo sepa. Por eso será materia de novelería, como todo lo ininteligible y misterioso, atractivo por lo que tiene de mortal.
Una traición obscena por inocultable
Siempre he tenido a Casado, y así lo dije aquí hace pocas semanas, por hombre inteligente. Y descontando que todos los políticos halagan a su público, empezando por los periodistas, diciéndole lo que quiere oír, me pareció que su plan de regeneración del PP, basado en cortar la vertiginosa decadencia del rajoyismo acogiéndose a un aznarismo mitificado, pero vivo en la memoria del votante de Derechas, además de bueno en sí mismo era todavía mejor para él. Vamos, que no era generoso para España, aunque le convenía, sino la única forma de hacer carrera de verdad, hasta la Moncloa. Por eso creí que iba en serio: porque todo lo que prometía, a él le era rigurosamente necesario.
Evidentemente, algún dato me faltaba. Y no sólo a mí porque todos los medios, todos los columnistas, absolutamente todos los que apoyaban a Casado o abrigaban la ilusión de reconstruir aquel PP liberal y conservador al que empezamos a dejar de votar en 2008, cuando nos escupió Rajoy, se han quedado estupefactos ante el siniestro pacto de Catalá y Delgadejo, es decir, de Casado y Falconetti, entregándole a la Izquierda social-comunista la mayoría del CGPJ, quitando del juicio al golpismo catalán al molesto Marchena y dejándolo al frente de un Tribunal Supremo que se convertirá durante su mandato en un soviet judicial en manos de la banda de Garzón.
¿Y a cambio de qué? Eso se preguntaba y se sigue preguntando todo el mundo. ¿De un presidente del Supremo que les ayude en los casos de corrupción que hasta allí lleguen, guiados por los De Prada a los que el PP entrega las llaves de la mayoría, dejando así maniatado a su benefactor? ¿A cambio de un pacto de caballeros con Falconetti y la mafia de los garzones? ¿Pero cómo puede ser tan imbécil uno del PP para pensar que la Izquierda les va a perdonar algo, si son esos garzones los que urdieron la moción de censura que los echó a patadas del Poder, instalando un Gobierno en manos del golpismo, como denunció hace sólo quince días en las Cortes el propio Casado, provocando la ridícula "ruptura de relaciones" del Dr. Fráudez?
Una clave técnica: la renuncia del PP al veto
Al parecer, según ha reconstruido Luis Herrero, la negociación del desacreditado Catalá con la infamada Delgado, ambos ministros reprobados por el Parlamento y execrados por el mundo judicial, partió de algo que en sí mismo suponía la rendición del PP y la ruina de cualquier empeño no ya de regeneración, sino de maquillaje del "cambio de cromos" como suele llamarse a la renovación de los miembros, miembras y mimbres partidistas del CGPJ: la renuncia a vetar a cualquier candidato propuesto por El Otro.
Al parecer, ni Catalá ni Casado creen lo que denuncian: que ese Otro es el Frente Popular Separatista del PSOE, Podemos y los nacionalistas, que ha nacido para liquidar el PP como primer paso para acabar con el régimen constitucional y con España. Y que, embarcados en lo segundo, no van a renunciar jamás a lo primero. Sobre todo, si, como pasó con Casado, amenazaba con resucitar el PP de Aznar y hacer causa común con Rivera en vez de con Sánchez e incluso con Iglesias, como hacían Rajoy y Soraya.
Eso sería de idiotas, de pardillos, engañados por esos golfos que han dejado el PP como un erial, y que han perdido el Poder, no las mañas. El áspid habría mordido a Cleopatra por sorpresa. Por desgracia, no ha sido así. Negociar durante meses con esa misma ministra a la que de forma tan campanuda se reprueba en el Parlamento, blanqueando su vil condición, es la triste constatación de que el nuevo PP de Casado sigue despreciando, como el de Rajoy, a la ciudadanía que le vota. Es la demostración de que Catalá no ha engañado a Casado, aunque si no fuera un necio o un traidor debería haberle desengañado, sino que ha sido Casado el que nos ha engañado de la forma más humillante. No sé cuántas veces le he oído decir, incluso a mí personalmente, que lo que querían los antiguos votantes del PP era que los políticos y la política del Partido "les dejaran volver a votarles". Pues bien, lo que ha hecho es convencer a muchos de que no lo hagan.
El voto a VOX como castigo al PP
Naturalmente, en unas elecciones regionales y no digamos en unas municipales, uno puede votar a un partido que le parece detestable pero menos malo que los demás, o a un candidato de un partido al que no votaría en unas Generales pero que es mejor que los otros y le suscita confianza. Yo he votado a VOX en las últimas europeas, a Ciudadanos en las generales y al PP de Madrid en las municipales y Autonómicas. Como yo, millones de votantes queremos, ante todo, derrotar al Golpe de Estado y al infame Gobierno Falconetti que de él emana, a él se allana y le sirve perrunamente. En Andalucía tendría difícil votar: no me gusta ninguno de los candidatos que podría votar y me horrorizan los que llevan cuarenta años en el Poder. Tengo la impresión, sin embargo, de que se está gestando una especie de voto de castigo al PP del que sería beneficiario fundamentalmente VOX.
Y ese castigo al PP no se debería a su candidato el juez Serrano, al que respeto mucho como persona pero al que creo que nunca debió fichar Abascal, porque aún siendo los políticos por naturaleza malos, porque la búsqueda del Poder no es materia edificante, vale más que sean buenos si deben defender principios a que exhiban principios a falta de argumentos. Creo que hay una absoluta indignación en el votante de centro-derecha y de la izquierda nacional que aún quede, aquella "España de los balcones" a la que Casado ha tirado por el balcón pactando con el PSOE, por el proceder de este Gobierno y su escandalosa complicidad con los golpistas catalanes.
Sorprendidos, humillados y ofendidos
Pero no es la única humillación. Creo que muchos ciudadanos de ideas liberales y conservadoras, o simplemente españoles alarmados ante el jaque a nuestra Nación y a la Constitución que de ella emana, se sienten ofendidos, sorprendidos en su buena fe por haber creído que el PP volvía a ser, dentro de lo que cabe, un partido fiable. Y se han encontrado con un joven líder cuya única explicación ante el engaño a los que creyeron en él y están atónitos ante el cambalache con Falconetti, que es la forma en que el PP ayuda al Golpe, distinta pero complementaria a la que muy justamente achacó a Sánchez, ha sido ésta: "no vamos a dar más explicaciones".
Veremos cómo explica los resultados.