Siendo importantísimo el resultado de VOX en Andalucía, tanto que, si no cae en la trampa que, como cree Emilio Campmany, le ha tendido Rivera, permitiría echar a la izquierda de su eterno cortijo electoral, aún lo es más haber demostrado que la batalla cultural contra la izquierda, si se da, tiene base social suficiente para ganarse. Dentro de muchos años, claro. No hay milagros en estratos de opinión fraguados durante muchas décadas. Lo absurdo y suicida es elegir entre las dos bazas que tiene el partido de Abascal: ser decisivo en la investidura de Moreno y luego en la legislatura que dependerá de sus votos, o desmontar el inmenso tinglado con el que la izquierda sustituye al marxismo: la "ideología de género" y la "memoria histórica". Condenarse a elegir solamente una baza, la investidura o las reformas, supondría perder, por principio, la batalla de los principios.
El frente mediático: el gran tapado del debate andaluz
Hay cuatro frentes de batalla en los que se libra la guerra cultural en España: el de la legitimidad de la nación española y su lengua común, que es inseparable de la defensa del orden constitucional; la política feminista o de género, que lo vulnera frontalmente; la de Memoria Histórica, nacida para destruirlo; y el que apenas se debate, pero que, tratándose de una guerra de opinión, y por tanto, de medios para promoverla, es clave: el desequilibrio mediático en favor de la izquierda y/o el separatismo. Pues bien, ni VOX, ni Ciudadanos ni, por supuesto, el PP, han planteado siquiera la necesidad y la fórmula legal de romper la aplastante dictadura mediática audiovisual (radio y TV) de extrema izquierda que padece España, y que es la razón por la que hay batallas que se dan por perdidas sin entablarlas siquiera en el Parlamento.
Se ha recordado estos días el cambiazo descarado de Cs, sobre todo por la cara dura de Rivera enarbolando la bandera que antes combatía, con respecto a la Ley de Violencia de Género. Pero antes ya lo había hecho el PP; y ambos cambiaron también su posición contraria a la Ley de Memoria Histórica: por eso votaron a favor de la profanación de la tumba de Franco. ¿Y por qué cambiaron? Para no enfrentarse con La Sexta y la todopoderosa izquierda mediática. Recuérdese el caso de Juana Rivas, inseparable del de La Manada: Rajoy y Rivera compitieron en indignidad, en desprecio a los jueces y en sometimiento a la demagogia ambiental creada mediáticamente. Y los dos lo hicieron exclusivamente por temor a la demagogia ambiental, creada por los medios, sobre todo audiovisuales, que son los que les molan.
El asunto parece complejo, pero el fondo del problema es sencillo: mientras no haya propiedad privada en el ámbito audiovisual, y en España está, como manda la Constitución en su artículo 20, permitida en la prensa pero secuestrada por los partidos en radio y televisión, nada cambiará. Los medios serán concesiones político-administrativas que deberán presionar a partidos, jueces y parlamentos para mantenerlas o para conseguirlas. Rara vez, si alguna, un dirigente de un partido de derechas querrá compensar la abrumadora mayoría de medios de izquierdas y le dará alguna concesión a una empresa ideológicamente liberal-conservadora. En diez años de vida de esRadio, eso ha sucedido tan sólo una vez, en Galicia, y media, en Madrid. Autonomías clásicas del PP como Castilla-León y Murcia (antes, Valencia) llevan doce años prevaricando, sin convocar los preceptivos concursos. Es la zanahoria para que no les den palos; y les dan igual, pero se la guardan. ¡Y algunos aún se asombran de que Roures y Godó se forren con el Golpe!
En Andalucía, por ejemplo, la SER tiene más de cien frecuencias y esRadio, ninguna. Se nos oye gracias a diversos acuerdos con medios locales, pero legalmente no podemos abrir ni una sola. Por haber respaldado las denuncias sobre su corrupción, el PSOE-A de Susana y Don Angelo cerró violentísimamente varias emisora alegales, pero en trámite ante los tribunales, que daban nuestros programas, algo que nunca hizo con ninguna del triopolio radiofónico SER-COPE-Onda Cero. No pedimos nada. Tan sólo ejercer un derecho secuestrado por la partitocracia, vulnerando la libertad civil de andaluces y españoles. Pues ni una sola palabra, ni una, ha dicho sobre este asunto ninguno de los partidos.
Pero volvamos al escenario para perder una guerra que, en realidad, nadie pensaba ganar.
¿A quién favorecerían unas nuevas elecciones?
Si la negativa de Cs a ceder en algo ante VOX impidiera que hubiera cambio en Andalucía, abocándola a nuevas elecciones, ¿quiénes serían los beneficiados? Lógicamente, los perjudicados por el resultado de las últimas elecciones: socialistas y comunistas. Luego, tal vez, Ciudadanos, otra vez socio de Gobierno del PSOE en Andalucía… pensando en la Moncloa. Y tal vez después, pero muy después, VOX, que habría trocado el cambio de gobierno y de régimen en Andalucía por el mantenimiento de… ¿De qué?
¿Dejará VOX de luchar por la derogación de la VioGen porque Rivera les desprecie? ¿Sería más fácil desmontar el tinglado de las asociaciones de género desde una oposición, que caería en absoluto y justificado descrédito, que desde el mismo Gobierno de la Junta que lo montó? ¿No va a depender Moreno de los votos de VOX mientras dure la legislatura? ¿Puede asegurar VOX que eso seguiría igual con nuevas elecciones, con tres partidos que caerían en barrena por su dogmatismo, su oportunismo o su incapacidad para negociar un cambio necesario que ninguno tiene fuerza para imponer?
Ya me parece estar oyendo a Luis del Pino decir: ¿y qué cambio va a haber si antes de la investidura ya se niega un cambio tan esencial? ¿Y en qué favorecería ese cambio la derrota histórica de todas las derechas, todas, si se deja volver al PSOE al Poder, con Podemos o, más fácil, con Rivera? ¿Que quedaría claro que Cs prefiere pactar con la izquierda? ¿Pero no está quedando clarísimo que eso, justo eso, es lo que quiere Rivera? Al impedir VOX el Gobierno PP-Cs, que dependería siempre de sus votos, al que le está haciendo el gran favor es a Rivera. Y tampoco perjudicaría a Casado. El gran perjudicado, como líder nacional naciente, sería Santiago Abascal.
Yo creo que, si VOX actúa inteligentemente, puede incluso ganar las elecciones generales. Pero eso es lo de menos si se tiene en cuenta, como dicen ellos, la situación de "extrema necesidad nacional" que afronta España. Una guerra no debe jugarse a cara o cruz en una batalla que se puede ganar pero que es fácil perder. Como está de moda Franco, cabe recordar que en la guerra nunca arriesgó el grueso de sus fuerzas en batallas de prestigio, sino de eficacia. Un gesto inteligente para mantener la moral de los alzados como la liberación del Alcázar de Toledo no le impidió frenar el asalto a Madrid al ver que no tomaría en inferioridad numérica una gran ciudad bien defendida. Fijó el frente y avanzó por donde sus medios lo permitían. En toda guerra la moral de victoria es necesaria. La moral sola, no la gana.
Acuerdo el martes, guerra el miércoles
Precisamente por su debilidad estructural, el PP está haciendo lo que debe: no enfrentarse a VOX, con el que deberá pactarlo todo en el futuro, y dejar que Ciudadanos se deslice hacia la izquierda, sólo o en compañía de Borja Semper, la clásica figurita de porcelana centrista de aquel PP vasco ikebana, elegante y sumiso, con cierta lideresa intrascendente ya olvidada. Si Casado se atreviera a purgar de sorayos y marotos su partido, Abascal tendría un problema. De momento, todo lo contrario. Salvo error andaluz.
Lo normal es que este martes PP y VOX lleguen a algún acuerdo que les deje en buen lugar y deje alguna salida a Ciudadanos, que, para mí, es el que peor parado saldría de este envite. Habrá ocasión de devolvérsela, si el juicio al golpismo catalán no aconseja una tregua patriótica. Pero la batalla cultural y mediática contra el sexismo subvencionado, el guerracivilismo desmemoriado y otras aviesas formas de marxismo cultural continuará.