La falta de alimento se ha vuelto crónica en el Zimbabue del dictador Robert Mugabe. La reforma agraria compulsiva impuesta por éste –similar a las decretadas en la Venezuela de Chávez, la Bolivia de Morales y el Brasil de Lula– no sólo ha sumido el país en la incertidumbre, por la abrupta caída de la productividad agrícola, sino que en la práctica ha destinado al alimento a más del 90% de la fauna silvestre que contaba con la protección del programa Turismo Panorámico, por el que las ONG, los hacendados y las tribus elaboraban y ofrecían a los visitantes de alto poder adquisitivo programas turísticos que, a cambio, les permitían mantener en su hábitat natural a rinocerontes, elefantes, cocodrilos, hipopótamos, impalas, etc.
Zimbabue es la América Latina de África. Una esperanza convertida en fracaso. Un reflejo de las desastrosas consecuencias de las reformas agrarias estatistas ejecutadas en nuestro continente.
Mugabe, Chávez y Morales, pese a la enorme distancia, física y cultural, que los separa, parecen cortados con la misma tijera. Los tres suponen que la prosperidad es obra de los gobernantes, los planificadores del Banco Mundial y los especialistas del Fondo Monetario Internacional, que imponen la intervención y la persecución en el terreno económico.
Los estatistas no se imaginan que la gente común, y no los funcionarios y planificadores, sea quien cultiva, produce, protege los recursos y crea las riquezas. Por eso Mugabe viene expropiando a los productores agrícolas, especialmente a los blancos, desde hace más de una década, dejando a muchos sin fuentes de trabajo y entregando las granjas a amigos y a quienes le son leales en el Ejército. El resultado está a la visa: en la última década la economía zimbabua ha caído un 40%. El FMI informa de que este año y el siguiente podría caer un 10%, incluso más.
Venezuela, Bolivia y Ecuador tienen todavía un largo camino que recorrer para hundirse como lo ha hecho Zimbabue, donde ocho personas de cada diez viven en la pobreza absoluta, el desempleo alcanza el 80% y la inflación anual ronda el 10.000%.
Hubo un tiempo en que Zimbabue era el "milagro africano", el genuino granero del Continente Negro; un lugar donde imperaban la abundancia, el progreso y la prosperidad. Pero, al igual que varios países latinoamericanos, cayó en el estancamiento y la miseria. Por ciero, la hipocresía de la política internacional se evidencia con crudeza en el caso de este país africano: a pesar de estar hundido en el hambre y la desesperación, ha sido elegido miembro de la Comisión de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
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