Casi todas las naciones del África subsahariana son más pobres hoy que cuando se independizaron, durante los años 60 y 70. La producción de alimentos ha disminuido desde entonces cerca de un 20%. En promedio, el PIB per cápita ha caído medio punto al año desde 1975. El presidente nigeriano, Olusegun Obasanjo, ha llegado a decir lo siguiente: "Los corruptos líderes africanos han robado a sus pueblos, en las cuatro décadas posteriores a la independencia, al menos 140.000 millones de dólares". El llamamiento de Bush, Blair y otros líderes del G-8 a incrementar la ayuda internacional sólo traerá más de lo mismo.
Zimbabue es un excelente ejemplo de porqué la ayuda internacional es algo completamente inútil cuando se trata de abandonar la pobreza. El profesor Craig Richardson, de la Universidad Winston-Salem (Carolina del Norte), ha analizado la cuestión en Learning from Failure: Property Rights, Land Reforms, and the Hidden Architecture of Capitalism [Aprender del fracaso: los derechos de propiedad, las reformas agrarias y la arquitectura oculta del capitalismo], un documento escrito este mismo año para el American Enterprise Institute.
Zimbabue fue, hasta fechas recientes, uno de los más prósperos países del continente negro. "Pocos han fracasado tan espectacularmente, o tan trágicamente, como Zimbabue en el último lustro –escribe Richardson–. De ser una de las infrecuentes historias de éxito en África, ha pasado a representar uno de sus peores desastres económicos y humanitarios".
Zimbabue tiene la mayor tasa de inflación del mundo: en estos momentos se sitúa por encima del 1.000%. Para poner el dato en perspectiva, diremos que en 1995 un dólar americano equivalía a ocho dólares zimbabuenses; hoy, por uno de los primeros te dan 100.000 de los segundos. La tasa de paro se mueve en torno al 80%. Sus instituciones financieras están al borde del colapso. El fantasma de la hambruna sobrevuela un país que anteriormente exportaba alimentos.
¿Qué es lo que está pasando? El presidente, Robert Mugabe, acusa a sus enemigos nacionales y extranjeros, particularmente a Inglaterra y a EEUU, de tratar de derrocarle. Como no podía ser menos, tanto Mugabe como parte de la élite académica sacan a pasear la vieja excusa de siempre: el Tercer Mundo está siendo explotado por las multinacionales y por el legado del colonialismo. La sequía sirve para "explicar" la caída en picado de la producción agrícola. Y después está el sida.
Atendamos a estas dos cuestiones. Botsuana es uno de los países vecinos de Zimbabue. Botsuana tiene la segunda mayor tasa de infección de sida del mundo. Y si hay sequía en Zimbabue, probablemente también la haya en Botsuana, cuyo elemento geográfico más relevante es el desierto del Kalahari, que cubre el 70% del territorio. El caso es que Botsuana cuenta con una de las mayores tasas mundiales de crecimiento del PIB per cápita. Tanto Moody's como Standard & Poor's conceden a Botsuana un nivel de riesgo A, el menor del continente y equiparable al de otros países de Europa Central y Asia Oriental.
Botsuana no progresa gracias a la ayuda exterior. Hay ley y orden y se respetan los contratos. En 2004 Transparencia Internacional lo consideró el país menos corrupto de África, con registros que superaban los de muchos países europeos y asíaticos. El Foro Mundial lo tiene por una de las naciones más competitivas, económicamente hablando, de África, y una de las mejores oportunidades de inversión en el mundo en desarrollo.
Botsuana comparte pasado con Zimbabue: ambas fueron colonias británicas. Lo que no comparten es lo que explica el éxito de la primera: ley y orden, corrupción mínima y, por encima de todo, respeto a la propiedad privada. Ninguna suma de ayuda internacional puede erigir el clima político y socioeconómico necesario para el crecimiento económico. Todo lo contrario: la ayuda permite que sigan en el poder los infames dictadores. Les permite comparar la fidelidad de sus compinches y el equipo militar con que oprimen a sus pueblos, por no hablar de las cuentas de "jubilación" que pueden abrir en los bancos suizos. Lo mejor que pueden hacer por África los occidentales es quedarse con su dinero y sus "expertos" en desarrollo.