Dos millones de cubanos fueron castigados y expulsados en los primeros años de la larga dictadura, pero Castro maneja bien el clásico argumento marxista que siempre culpa al nada popular ''imperialismo americano'' y justifica el castigo de los que él mismo señala como agentes del imperialismo. Cientos de cubanos que han perecido trágicamente en el mar, ahogados por las olas o empujados por los castristas, no han recibido mucho apoyo.
La eficiente maquinaria de castigo sigue sonriendo hacia el norte, especialmente hacia las estrellas de Hollywood, y hacia el resto del continente que odia a los americanos. Pero esos ilustres personajes que aplauden a Castro ni siquiera toman nota de la situación racial en Cuba, donde muchos turistas rechazan el contacto con los negros.
Castro sigue funcionando bien y extendiendo su influencia. Como siempre, calladamente, para luchar contra el imperialismo americano. El discípulo de Castro, Chávez, está recibiendo armas y aviones militares mientras deshace la estructura económica de Venezuela. Las relaciones con Colombia se han puesto tensas, y otros grupos de la izquierda latinoamericana comienzan a revisar la estrategia mundial y a mencionar al Che Guevara, aquel líder que Castro traicionó para después elevarlo a la categoría de los héroes que ya no pueden hablar.
Mientras tanto, cañones antiterroristas norteamericanos truenan en Irak y en otras regiones. Y el presidente Bush, en su noble discurso inaugural, afirmó que los Estados Unidos lucharán siempre para que los pueblos alcancen el grado de unidad y libertad que se merecen. ¿Y Cuba, que está a noventa millas de los Estados Unidos, de la que más de dos millones de cubanos escaparon hacia el norte, trataron de luchar con armas contra Castro y poco a poco descubrieron la eficiencia de las armas totalitarias y la efectividad de su propaganda marxista?
Y no se trata de buscar los términos de las guerras y visualizar cómo caen los jóvenes que combaten contra el sangriento terrorismo de Irak y de otras naciones divididas. Se trata de enviar un mensaje a todos los cubanos que en el exilio y en la isla sueñan con la oportunidad de desenmascarar al decrépito Castro, de recuperar las raíces cubanas y de unirse a aquellos pueblos que conocen sus raíces.
Martí sigue siendo nuestro Apóstol. Cuando llegó a Nueva York y vio por primera vez las filas de pacíficos votantes americanos, que se movían bajo un tremendo aguacero, el concierge le comentó: “Parecen un rebaño”. Y Martí le contestó: “Pero son un rebaño de reyes”.
De ahí que en casi todos los corazones cubanos sea bien conocida una dolorosa pregunta: ¿Y Cuba?
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Luis Aguilar León, historiador y periodista cubano afincado en Miami.