Estas aseveraciones ponen de manifiesto varios desatinos. En primer término, pierden de vista que una soberanía popular ilimitada se convierte con facilidad en sinónimo de opresión, pues las mayorías circunstanciales actuando sin límites son con frecuencia capaces, y están en ocasiones deseosas, de someter a las minorías. Por ello, la libertad del ser humano exige que las decisiones de la mayoría deriven su autoridad de un acuerdo más amplio en torno a principios inviolables, no de la voluntad de los que en un momento coyuntural posean la mayoría democrática y ostenten el poder legítimo.
Resulta difícil para nuestros actuales gobernantes entender que, por su esencia misma, toda soberanía, como principio de acción en contextos complejos y plurales (una sociedad o un conjunto de Estados), requiere límites. Tampoco captan que en un futuro ellos mismos seguramente se hallarán en minoría, y en consecuencia podrían sufrir los efectos de una soberanía ilimitada ejercida por otros. Si un determinado grupo goza de soberanía ilimitada, el resto estará a merced de cualquier capricho de quienes mandan. De igual manera, si un Estado aspira a la seguridad absoluta en el ámbito internacional, los demás se encontrarán absolutamente inseguros.
De todo lo anterior se deriva una sencilla conclusión: la pretensión del actual régimen de cambiar a su antojo la Constitución, que los propios chavistas consideraban hace poco "la mejor del mundo", así como su evidente determinación de perpetuarse en el poder, demuestra que los venezolanos estamos sometidos a una voluntad política tiránica que desprecia los límites a la soberanía y, por lo tanto, quiebra el pacto social, es decir, los principios que garantizan la libertad y el pluralismo.
En segundo lugar, las declaraciones y la propaganda de los voceros del régimen y de los medios de comunicación oficialistas evidencian un profundo desconocimiento de nuestra historia republicana, así como de sus más significativas lecciones. Menciono dos: 1) después de más de dos docenas de Constituciones y de una historia signada por la turbulencia, es tiempo de enseriarse y comprender la importancia vital de la estabilidad jurídica y del respeto a los derechos comunes, para que Venezuela logre avanzar en lugar reproducir los abusos del poder; 2) nuestros actuales gobernantes olvidan que algún día, temprano o tarde, el poder que ahora usan con tanta arbitrariedad y descaro no estará en sus manos, y el vuelco de la historia les tomará con la conciencia herida por los múltiples rastros del despotismo.
Resulta difícil para nuestros actuales gobernantes entender que, por su esencia misma, toda soberanía, como principio de acción en contextos complejos y plurales (una sociedad o un conjunto de Estados), requiere límites. Tampoco captan que en un futuro ellos mismos seguramente se hallarán en minoría, y en consecuencia podrían sufrir los efectos de una soberanía ilimitada ejercida por otros. Si un determinado grupo goza de soberanía ilimitada, el resto estará a merced de cualquier capricho de quienes mandan. De igual manera, si un Estado aspira a la seguridad absoluta en el ámbito internacional, los demás se encontrarán absolutamente inseguros.
De todo lo anterior se deriva una sencilla conclusión: la pretensión del actual régimen de cambiar a su antojo la Constitución, que los propios chavistas consideraban hace poco "la mejor del mundo", así como su evidente determinación de perpetuarse en el poder, demuestra que los venezolanos estamos sometidos a una voluntad política tiránica que desprecia los límites a la soberanía y, por lo tanto, quiebra el pacto social, es decir, los principios que garantizan la libertad y el pluralismo.
En segundo lugar, las declaraciones y la propaganda de los voceros del régimen y de los medios de comunicación oficialistas evidencian un profundo desconocimiento de nuestra historia republicana, así como de sus más significativas lecciones. Menciono dos: 1) después de más de dos docenas de Constituciones y de una historia signada por la turbulencia, es tiempo de enseriarse y comprender la importancia vital de la estabilidad jurídica y del respeto a los derechos comunes, para que Venezuela logre avanzar en lugar reproducir los abusos del poder; 2) nuestros actuales gobernantes olvidan que algún día, temprano o tarde, el poder que ahora usan con tanta arbitrariedad y descaro no estará en sus manos, y el vuelco de la historia les tomará con la conciencia herida por los múltiples rastros del despotismo.
© AIPE
ANÍBAL ROMERO, profesor de teoría política en la Universidad Metropolitana de Caracas.