Síntomas de deterioro no faltan, pero el hombre sigue atornillado. Y cuantos más problemas tiene, más se radicaliza. Al punto de que cada semana produce algún hecho que acerca más Venezuela a un punto de no retorno. La expropiación de Éxito y la clausura del canal RCTV, para hablar de los más recientes, reflejan bien el muy acelerado ritmo que está imprimiendo a su obsesión por imponer en Venezuela un socialismo autoritario inspirado en el modelo cubano.
Dos medidas que de alguna manera se complementan, pues fortalecen el control oficial sobre dos áreas estratégicas para la consolidación de su proyecto: la economía y la información. En la primera, la devaluación del bolívar fuerte hace tres semanas fue el pretexto perfecto para iniciar el asalto final a los medios de producción privados y acelerar la transición total al socialismo. En lo informativo, la salida del canal RCTV es otro paso de fondo en la política de silenciar progresivamente a los medios informativos independientes y cimentar las bases de un pensamiento único.
A Chávez hay que abonarle que no disimula sus intenciones. Cada medida que toma es consecuente con su objetivo final. No importa que pisotee las leyes y la propia Constitución por él promovidas. Problema menor, cuando se ha copado de tal manera los poderes judicial y legislativo. Y cuando desde el Ejecutivo se puede reprimir tan descaradamente la disidencia política. Triste, pero cierto: a la vista de todo el Hemisferio, están desapareciendo en Venezuela elementales garantías ciudadanas, como el derecho a la defensa o al debido proceso.
Una de las expresiones más tenebrosas del clima reinante es el matonismo oficial. La forma como esbirros del Gobierno agreden, en la calle o en los estadios, a quienes se atreven a protestar. En estos días se golpeó a unos jóvenes por desplegar una pancarta que decía: "Luz, Agua y Seguridad: 3 strikes. ¡Estás ponchado, presidente!". O con la joven que se atrevió a mostrar un aviso alusivo a RCTV. Si esto sucede con expresiones tan inofensivas de inconformidad, ¿cuál puede ser el futuro de la libertad de expresión en Venezuela?
¿Y hasta cuándo le durará la cuerda a Chávez? ¿Dónde está el punto de quiebre? Caracas es la ciudad más insegura de América y Venezuela, el país más caro del mundo. La corrupción, asombrosa, la inflación, que puede llegar al 45 por ciento este año, y los racionamientos de luz y agua han erosionado la imagen presidencial. Pero, al mismo tiempo, la liquidez petrolera todo lo tapa, y hay una capa popular adicta al paternalismo estatal; por su parte, la oposición sigue desvertebrada, y el caudillo carismático cuenta con plenos poderes.
Así las cosas, el colapso del chavismo no se anuncia tan inminente como imaginan algunos. Consuela pensar que no hay mal que dure cien años ni pueblo que lo resista. Pero el desenlace del drama venezolano no está a la vuelta de la esquina.
© AIPE
ENRIQUE SANTOS CALDERÓN, periodista colombiano.
Dos medidas que de alguna manera se complementan, pues fortalecen el control oficial sobre dos áreas estratégicas para la consolidación de su proyecto: la economía y la información. En la primera, la devaluación del bolívar fuerte hace tres semanas fue el pretexto perfecto para iniciar el asalto final a los medios de producción privados y acelerar la transición total al socialismo. En lo informativo, la salida del canal RCTV es otro paso de fondo en la política de silenciar progresivamente a los medios informativos independientes y cimentar las bases de un pensamiento único.
A Chávez hay que abonarle que no disimula sus intenciones. Cada medida que toma es consecuente con su objetivo final. No importa que pisotee las leyes y la propia Constitución por él promovidas. Problema menor, cuando se ha copado de tal manera los poderes judicial y legislativo. Y cuando desde el Ejecutivo se puede reprimir tan descaradamente la disidencia política. Triste, pero cierto: a la vista de todo el Hemisferio, están desapareciendo en Venezuela elementales garantías ciudadanas, como el derecho a la defensa o al debido proceso.
Una de las expresiones más tenebrosas del clima reinante es el matonismo oficial. La forma como esbirros del Gobierno agreden, en la calle o en los estadios, a quienes se atreven a protestar. En estos días se golpeó a unos jóvenes por desplegar una pancarta que decía: "Luz, Agua y Seguridad: 3 strikes. ¡Estás ponchado, presidente!". O con la joven que se atrevió a mostrar un aviso alusivo a RCTV. Si esto sucede con expresiones tan inofensivas de inconformidad, ¿cuál puede ser el futuro de la libertad de expresión en Venezuela?
¿Y hasta cuándo le durará la cuerda a Chávez? ¿Dónde está el punto de quiebre? Caracas es la ciudad más insegura de América y Venezuela, el país más caro del mundo. La corrupción, asombrosa, la inflación, que puede llegar al 45 por ciento este año, y los racionamientos de luz y agua han erosionado la imagen presidencial. Pero, al mismo tiempo, la liquidez petrolera todo lo tapa, y hay una capa popular adicta al paternalismo estatal; por su parte, la oposición sigue desvertebrada, y el caudillo carismático cuenta con plenos poderes.
Así las cosas, el colapso del chavismo no se anuncia tan inminente como imaginan algunos. Consuela pensar que no hay mal que dure cien años ni pueblo que lo resista. Pero el desenlace del drama venezolano no está a la vuelta de la esquina.
© AIPE
ENRIQUE SANTOS CALDERÓN, periodista colombiano.