Afirmaciones como esa nos demuestran que desde Washington se vislumbra una realidad muy diferente a la que viven y afrontan millones de ciudadanos comunes y corrientes en el resto del país, ya que el 71 por ciento de la población adulta piensa que seguimos sufriendo una recesión y hay más desempleo de hombres que de mujeres porque ellas suelen estar más dispuestas a trabajar pocas horas a la semana y con salarios más bajos. Pero en Washington y sus alrededores el número de empleados del gobierno federal ya pasa de los dos millones; empleos remunerados con salarios muy superiores a los percibidos por la gran mayoría de los trabajadores del sector privado.
Evidentemente, el mundo de la política es radicalmente diferente al mundo en que vive el ciudadano común. Quienes no lo ven así tendrían que explicarnos a los demás por qué el llamado servidor público es remunerado con sueldos tan superiores al promedio de ingresos del ciudadano común, que –con los impuestos que está obligado a pagar– sufraga esos altos salarios, así como todos los demás costosos privilegios de la burocracia capitalina.
El sueldo anual promedio de un empleado del gobierno federal es 71.500 dólares al año, mientras que en el sector privado es de 40.300 dólares, o sea, un 44 por ciento menos. Entonces, ¿dónde está la cacareada igualdad?
Indudablemente que el 2010 será un año mucho más feliz para los burócratas que para los trabajadores del comercio y la industria privados. Según una reciente encuesta de la firma Rasmussen, el 44 por ciento de los empleados públicos consideran que su situación financiera es buena o excelente, mientras que apenas un 33 por ciento de los trabajadores del sector privado piensan lo mismo. Sin embargo, recientes titulares de prensa han estado destacando las exageradas remuneraciones de los presidentes y gerentes de unas pocas empresas grandes; no revelan, en cambio, la avasallante realidad de la alta productividad gerencial en el sector privado y de la desvergonzada improductividad en la mayor parte del público.
Hace dos años, en enero del 2008, había 138 millones de personas empleadas en Estados Unidos, y la tasa de desempleo alcanzaba apenas el 4,9 por ciento. Luego Washington instrumentó su famoso programa de "estímulo bipartidista" de 170.000 millones de dólares. Desde el comienzo de la recesión, el gobierno federal ha repartido alrededor de 13.000 millones de dólares, lo que equivale a meter en el bolsillo de cada hombre, mujer y niño de Estados Unidos 42.000 dólares. Yo no los recibí, y apuesto a que los lectores de esta columna tampoco.
Debemos tomar en cuenta que el más asiduo visitante a la Casa Blanca de Barack Obama es el Sr. Andy Stern, presidente de SEIU (Service Employees International Union), el sindicato más grande de la nación, que aportó 60 millones de dólares a la campaña electoral de los candidatos demócratas. ¿Será casualidad que el desempleo sigue demasiado alto, pero no en determinados sectores, como el controlado por el SEIU?
© AIPE
CARLOS BALL, director de la agencia AIPE.
Evidentemente, el mundo de la política es radicalmente diferente al mundo en que vive el ciudadano común. Quienes no lo ven así tendrían que explicarnos a los demás por qué el llamado servidor público es remunerado con sueldos tan superiores al promedio de ingresos del ciudadano común, que –con los impuestos que está obligado a pagar– sufraga esos altos salarios, así como todos los demás costosos privilegios de la burocracia capitalina.
El sueldo anual promedio de un empleado del gobierno federal es 71.500 dólares al año, mientras que en el sector privado es de 40.300 dólares, o sea, un 44 por ciento menos. Entonces, ¿dónde está la cacareada igualdad?
Indudablemente que el 2010 será un año mucho más feliz para los burócratas que para los trabajadores del comercio y la industria privados. Según una reciente encuesta de la firma Rasmussen, el 44 por ciento de los empleados públicos consideran que su situación financiera es buena o excelente, mientras que apenas un 33 por ciento de los trabajadores del sector privado piensan lo mismo. Sin embargo, recientes titulares de prensa han estado destacando las exageradas remuneraciones de los presidentes y gerentes de unas pocas empresas grandes; no revelan, en cambio, la avasallante realidad de la alta productividad gerencial en el sector privado y de la desvergonzada improductividad en la mayor parte del público.
Hace dos años, en enero del 2008, había 138 millones de personas empleadas en Estados Unidos, y la tasa de desempleo alcanzaba apenas el 4,9 por ciento. Luego Washington instrumentó su famoso programa de "estímulo bipartidista" de 170.000 millones de dólares. Desde el comienzo de la recesión, el gobierno federal ha repartido alrededor de 13.000 millones de dólares, lo que equivale a meter en el bolsillo de cada hombre, mujer y niño de Estados Unidos 42.000 dólares. Yo no los recibí, y apuesto a que los lectores de esta columna tampoco.
Debemos tomar en cuenta que el más asiduo visitante a la Casa Blanca de Barack Obama es el Sr. Andy Stern, presidente de SEIU (Service Employees International Union), el sindicato más grande de la nación, que aportó 60 millones de dólares a la campaña electoral de los candidatos demócratas. ¿Será casualidad que el desempleo sigue demasiado alto, pero no en determinados sectores, como el controlado por el SEIU?
© AIPE
CARLOS BALL, director de la agencia AIPE.