La pregunta que debemos hacernos es: ¿qué intenciones subyacen al discurso formal de que necesitamos "profundizar" nuestras relaciones con Rabat?
Turquía y Europa: una relación singular políticamente constructiva
Las relaciones entre Turquía y Europa no han sido siempre iguales. Como es sabido, Turquía fue la potencia islámica más dinámica y efectiva en su lucha contra la Cristiandad. Turquía logró lo que otras potencias islámicas (como el califato omeya) no pudieron, pese a intentarlo repetidas veces: la conquista del Imperio Romano de Oriente (o Imperio Bizantino), que culminó con la toma de Constantinopla. Tras esta conquista, numerosas iglesias fueron destruidas y la joya de la Cristiandad, Santa Sofía, convertida en mezquita.
La yihad no se detuvo con la aniquilación de Bizancio, y continuó por tierra y por mar hasta el siglo XVI. Fue entonces cuando, por tierra, los reinos cristianos derrotaron a los turcos levantando el primer sitio de Viena (1529; el segundo fue en 1683) y, por mar, las potencias marítimas católicas (España, Génova, Venecia y el Papado) derrotaron a los turcos en Lepanto (1572). A raíz de estas dos derrotas el imperio turco empezó a caer en una continua pero imparable decadencia, documentada en la progresiva pérdida de sus territorios a manos de potencias occidentales, tanto en la Europa balcánica como en el norte de África.
La decadencia llegó a su punto más extremo con la derrota de Turquía (aliada de Alemania y Austria) en la I Guerra Mundial (o Gran Guerra). Previamente, eso sí, Turquía ejecutó el primer genocidio del siglo XX, en el que perdieron la vida entre un millón y millón y medio de armenios (1915-1918), además de emprender una persecución contra los kurdos que llega casi a nuestros días.
Como consecuencia de la derrota, Turquía procedió a una singular revolución, dirigida por Kemal Attatürk, que se podría definir como "occidentalización con descristianización". Kemal, por un lado, abolía el califato (es decir, el máximo líder turco renunciaba a considerarse sucesor de Mahoma) y la sharia (consagrando la autonomía de la ley civil respecto a la religiosa); pero, por otro lado, consumó una política de deportación de los cristianos (herederos de la rica cultura grecocristiana elaborada en el Asia Menor), que, de suponer el 20% de la población, quedaron reducidos al 1% actual.
El proceso de revitalización de Turquía mediante el nuevo modelo político occidentalizador (pero descristianizador) se vio inesperadamente reforzado con la consolidación de la Unión Soviética. Que Rusia pretendía una salida al mar Mediterráneo no era algo nuevo. Lo novedoso es que sus designios geopolíticos adquirieron un mayor peligro con su transmutación en potencia comunista mundial hostil al modelo de vida occidental. Turquía, que antaño fue el mayor peligro para la Cristiandad, se convirtió en miembro de la OTAN, la organización que defendía Occidente del comunismo. La implicación de Turquía en "Occidente" fue reforzada con la exigencia de que ratificase el Convenio Europeo para la protección de los derechos humanos y las libertades fundamentales.
La ratificación de este tratado ha tenido una importancia esencial para la transformación política de Turquía. Y ello por dos razones: en primer lugar, porque las numerosas condenas a Ankara por parte del Tribunal Europeo de Derechos Humanos han ejercido una presión incuestionable en el empeño de aquélla por mejorar la situación de estos derechos, para mejorar su imagen internacional. En segundo lugar, porque la Unión Europea ha establecido como requisitos de ingreso la existencia de un sistema político democrático y de un adecuado respeto de los derechos humanos. La aspiración de Turquía a ingresar como miembro de pleno derecho en la UE ha supuesto un acicate en favor de la democratización y el mayor respeto de los derechos humanos.
Ahora bien, la "occidentalización" de Turquía no ha supuesto abandono de la política de "descristianización", entendida incluso en sentido geopolítico, siendo la invasión turca de Chipre en 1974 la prueba más evidente de ello. Con todas las sombras apuntadas, sin embargo, hay un hecho cierto: Ankara ha dado pasos reales hacia la democracia y los derechos humanos, y en ese camino el horizonte de la UE, ya sea como "miembro de pleno derecho" o "socio especial", ha sido definitivo.
Marruecos y la Unión Europea: una relación singular políticamente degradante
La relación histórica de Marruecos con Europa presenta numerosas similitudes, pero también diferencias, con lo ocurrido con Turquía. Del mismo modo que en el este el Imperio Otomano fue el puntal de la penetración del Islam en la Cristiandad, en el oeste esa función la intentaron cumplir los diversos imperios que se fueron sucediendo en el norte de África, ya fueran de origen "mauritano" (almorávides) o "marroquí" (almohades).
La decadencia de los imperios musulmanes del norte de África, y de Marruecos en particular, también se produjo a comienzos del siglo XX, un poco antes de la defunción del Imperio Otomano. La causa no fue la derrota en la I Guerra Mundial, como en el caso de éste, sino la descomposición política interna, que fue salvada por Francia al firmar con España en 1912 un tratado mediante el que se establecía un protectorado sobre Marruecos. Este tratado, en síntesis, significaba que Francia y, sobre todo, España ponían su dinero y sus hombres para salvaguardar la unidad de Marruecos.
La unidad de Marruecos era de alto interés estratégico para Francia, que precisaba un aliado fuerte en el sur para hacer una tenaza geopolítica a España. Y se logró gracias a que decenas de miles de españoles murieron derrotando a los aliados objetivos de España, los rifeños que querían construir una república independiente del sultán. Al margen de cuestiones geopolíticas, el hecho, indiscutible, es que el tratado de 1912 no significó una revolución política en Marruecos, a diferencia de lo que ocurrió en Turquía después de la I Guerra Mundial. En definitiva, la pérdida de la independencia marroquí, en 1912, en lugar de abrir un proceso de occidentalización política significó la consagración del régimen despótico tradicional (el Majzén). Primera diferencia entre los dos casos que examinamos: mientras en Turquía la decadencia fue el desencadenante de la occidentalización, en Marruecos reforzó el despotismo.
La posición de Marruecos carecía de la relevancia geoestratégica que, para todo Occidente, gozaba Turquía. Por esa razón no había ninguna necesidad de incluirlo en la OTAN, ni de dar un refuerzo a ese compromiso con la exigencia de ratificar el convenio europeo de derechos humanos. Sin embargo, el interés de Francia explica que Marruecos también pudiera profundizar en sus impulsos políticos antiespañoles con la ocupación del Sáhara, en 1975. En aras del interés particular francés, Europa dejó crecer en el sur una entidad políticamente contradictoria con los principios políticos europeos. Es más, es la UE la que, con su desbordada política de "ayudas económicas", está permitiendo a Marruecos financiar la ocupación del Sáhara Occidental y el mantenimiento del muro de separación del Sáhara. Una ocupación y un muro que Rabat, por sí solo, no podría sostener económicamente. El acuerdo de asociación entre Marruecos y la UE, de 1996, constituye uno de los puntales de esta situación.
La relación “especial” de Marruecos y la UE: un suicidio geopolítico para España
La relación "especial" que propone nuestro ministro no pretende, como a veces se piensa, que Marruecos ingrese en la UE. En efecto, el actual Majzén desaparecería en ese supuesto. El requisito de que haya una democracia y un respeto a los derechos humanos acabaría con la tiranía política. La exigencia de adopción del Derecho Comunitario y la vigilancia del cumplimiento del mismo por la Comisión y el Tribunal de Justicia de la UE acabarían con el ingente sistema de corrupción y arbitrariedad económica y pondría en serios apuros el dominio económico que la monarquía tiene sobre el país. Que nadie se engañe: ni Marruecos ni sus abogados en Europa quieren para Marruecos lo mismo que quiere Turquía. Lo que se pretende es, como dice el ministro Moratinos, una relación "especial". Es decir, gozar de mayores subvenciones aún pero sin el control de un Estado de Derecho. Esto, como está claro, tiene unos beneficiarios y unos perjudicados.
El primer beneficiado, nadie lo duda, es el corrupto sistema del Majzén, que se enriquecerá aún más. También, en segundo lugar, las empresas españolas y, sobre todo, francesas, dispuestas a implicarse en el juego del Majzén. Finalmente, aquellos políticos o partidos europeos que son ilegalmente financiados por la monarquía marroquí. Existen evidencias de que se ha hecho así con políticos (Chirac, Pasqua) y partidos franceses. Quizá algún día se sepa si también ocurre con políticos o partidos españoles.