La denuncia es el principal argumento de Syriza. Su fuerza electoral está construida sobre el hartazgo de los griegos con los recortes, a los que achacan, mayoritariamente, la brutal caída en su nivel de vida en los últimos años. Syriza ofrece, además, una ideología coherente contraria a esos recortes. En cambio, el Pasok aparece como un partido que ha aceptado un plan incongruente con el socialismo y que sigue siendo parte del vilipendiado establishment.
Frente a Syriza se erige Nueva Democracia, paradigma de la casta política de la que ahora abominan los griegos. Es el partido que mintió sobre las cuentas del Estado, como en España hizo el PSOE. Aunque, a diferencia de Syriza, no puede lucir como antisistema, tampoco tiene el lastre que debilita a los ultraizquierdistas: la inviabilidad de sus propuestas. Quizá por ello se ha impuesto en las elecciones de ayer, aunque sólo con el 30% de los votos.
Loukas Tsoukalis, presidente del think tank Fundación Helénica de Política Europea e Internacional (Eliamep), dijo antes de las dos últimas elecciones: "La crisis actuará como un tsunami que va a derribar a gran parte de la casta política. Y yo no lo voy a sentir. El vacío político será cubierto por populistas, nacionalistas y reformistas. Es la gran batalla política del momento".
Se da la circunstancia de que una coalición con los tres primeros partidos (ND, Syriza y Pasok) no podría ser efectiva, porque la izquierda radical deriva su fuerza de su oposición a ND y Pasok, y el propio líder de Syriza ha afirmado que no participaría en un proyecto así. Todo apunta a que los dos partidos tradicionales llegarán a un acuerdo básico para los próximos años.
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¿Cuáles son los retos a los que se enfrenta Atenas? ¿Qué posibilidades tiene Grecia de recuperarse económica y socialmente? En un artículo anterior comenté la actitud general ante el Estado. Impera una mentalidad que está orientada a la obtención de favores más que a la creación de riqueza. El presidente de SEV, la Federación Helena de Empresas, afirma:
Este país no ha sido favorable a la actividad de los empresarios, por la mentalidad que prevalece entre la gente, los medios de comunicación y los políticos. Se pensaba que a los empresarios no había que prestarles mucha atención, porque para salir adelante ya estaba el Estado. Ahora que, en plena crisis, han llegado los recortes en el Estado, la gente empieza a reconocer que el sector privado ofrece oportunidades de trabajo y desarrollo.
Pero es un cambio muy lento:
Hay un conservadurismo de izquierdas, que está presente en todos los medios de comunicación y en las instituciones, para el que el beneficio y el individuo con éxito no están bien vistos. Aquí el Estado posee la mitad del PIB, pero controla la otra mitad, lo que es un reflejo de la mentalidad que prevalece en este país. La mentalidad está cambiando, pero muy lentamente.
Lo dramático de la situación no admite esa lentitud, de ahí el grave problema político que se manifestó en las penúltimas elecciones y se ha corregido en las últimas.
¿Qué mentalidad tiene el líder del partido de centro-derecha, Antonis Samarás? Su pensamiento básico sobre la austeridad es indistinguible del que muestra, con su tartamudeante elocuencia, Alfredo Pérez Rubalcaba. Hace unos meses Samarás explicó a un grupo de periodistas europeos –entre los que me contaba–:
Cuando haces recortes del gasto público durante la recesión, cuando haces reformas estructurales e impones austeridad fiscal y no se ha iniciado la recuperación, lo que estás haciendo es ahondar la recesión. (...) Se han tomado muchas medidas en este tiempo, pero el déficit continúa. La razón es que mientras reducimos el numerador de la ecuación, reducimos también el denominador, porque estamos en recesión.
Esto no le impide tener un programa económico con sentido, en el centro del cual está la reforma económica y la privatización de bienes públicos. Incluye un impuesto con tipo marginal único del 15% y la externalización de funciones que realiza la administración pública, entre ellas la recaudación de impuestos, tarea que se lleva a cabo muy ineficazmente y que explica en gran parte los problemas financieros del Estado.
Por lo que se refiere a la privatización, su efecto sería importante en la gestión de los bienes y el aumento de la productividad, pero no tendría tanta incidencia en las cuentas públicas. Cuando comenzaron a llegar hombres de negro de distintas instituciones internacionales, se encontraron con que el valor en libros de los bienes públicos en manos del Estado griego era de 300.000 millones de euros. Más que de sobra para saldar la deuda pública. Pero, como nos comentó un alto funcionario, cuando estudiaron caso por caso el inventario de bienes públicos (que elaboraron ellos porque no se había realizado antes) vieron que el valor real rondaba los 70.000 millones. ¿Y el resto? "Se ha perdido porque se ha robado o por culpa de la mala gestión".
En Grecia no hay una cultura de la colaboración política. Prevalece, como en cualquier democracia, una estrategia de rapiña del Estado. Pero allí está acrecentada por la cultura política y por la existencia de verdaderas castas políticas, que añaden un elemento orientalizante a la política griega. Esa rapiña aviva los enfrentamientos políticos y limita la capacidad de colaboración. Pero "si no hay más remedio...", como decía un exministro del Pasok, habrá colaboración. No, no hay más remedio.
De modo que lo que tenemos es un desacople entre las medidas que es necesario tomar, una clase política que en su versión más reformista podría escribir los discursos de Rubalcaba y una sociedad que entiende que ha vivido por encima de sus posibilidades (aunque sólo sea porque desde 2008 el PIB ha caído un 15 por ciento) pero en la que prevalece una ideología que es contraria tanto a los recortes como a las reformas liberalizadoras. Esa población está empezando a mostrar signos de agotamiento, y eso que todavía tiene que sufrir una caída adicional de no menos de diez puntos del PIB de 2008 para ajustar su nivel de vida a una realidad sostenible.
Todos estos elementos forman parte de un mecano imposible, que ni adquiere forma ni parece tener propósito alguno. Pero es necesario que los griegos, pueblo instruido y creativo, muestren un genio político deslumbrante y una fibra moral extraordinaria para lograr, por todos los medios, mantenerse en el euro. Dentro, les esperan graves sufrimientos durante al menos una década. Fuera... fuera les queda contar las décadas como cuentan los presos sus días.