Mi ilusión era vivir en Europa, pero jamás hice tal cosa y me quedé en Colombia, ejerciendo el periodismo. Otto, en cambio, sí cumplió su sueño hace décadas, y en EEUU le ha ido muy bien como presentador y periodista; además, ha sacado adelante a su esposa y a sus hijos.
Esos tiempos en que los latinoamericanos vendían todo, tomaban un avión a Estados Unidos –o cruzaban la frontera como mojados–, conseguían empleo fácilmente y hasta montaban su propio negocio han quedado en el pasado. El sueño americano se ha convertido en una verdadera pesadilla.
En muchos lugares, la explotación laboral y la persecución policial son armas injustas que usan empresarios y políticos con el propósito de mantener el statu quo, que les permite continuar pagando sueldos míseros, reventando física y moralmente a sus trabajadores y, por consiguiente, lucrándose de forma ilegal.
No es un secreto que Estados Unidos prosperó gracias a los inmigrantes, pero la política ignora adrede esta verdad. La crisis económica y la recesión que padecerá Estados Unidos en los próximos meses y años será peor que la vivida hasta hoy, y la utilizarán como un calculado pretexto para perjudicar al sector más vulnerable en el mundo del trabajo: los inmigrantes indocumentados.
Por este futuro negro recomiendo a los latinoamericanos que se lo piensen muy bien antes de tomar la ruta del Norte. Y es que, además de enfrentar una travesía muy peligrosa (tantas veces mortal), los que venden sus propiedades y resuelven venir a vivir el sueño americano corren el riesgo de perderlo todo en un abrir y cerrar de ojos y exponer su familia a la opresión.
La economía norteamericana está enferma, y no se ve a corto plazo una luz al final del túnel. Los patronos ofrecen a los trabajadores un panorama poco alentador. Muchos restaurantes contratan a meseros por sólo las propinas, en un momento en que, precisamente por culpa de la recesión, los clientes reducen el monto de las mismas.
Sé de paisanos que para sobrevivir buscan dos o tres empleos, a resultas de lo cual se resquebraja su hogar. El primer síntoma de una lucha perdida se refleja en las relaciones familiares, que en momentos así se tornan quebradizas como el papel de arroz.
El sector más afectado por la crisis inmobiliaria ha sido el de los hispanos. En el sur de la Florida, miles de familias han perdido sus hogares después de muchos años de duro trabajo. Lo mismo sucede en Arizona, Nevada, Michigan y Ohio. El perder la casa propia destroza a las familias que pasan por semejante trance.
Si empeora la situación económica en Estados Unidos, como pronostican los expertos, los angloamericanos y los afroamericanos pelearán por recuperar su espacio laboral y las oportunidades para los latinos se verán reducidas.
La amenaza aumenta al pasar los días. Los indocumentados sufrirán una mayor persecución, como la que ya se avizora, y el sueño americano se tornará un espejismo amargo.