Tabaré Vázquez, el presidente uruguayo, no podía ser menos que sus colegas. Por eso ha transformado por completo el sistema tributario del país. Uno de los principales cambios ha sido la reintroducción del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF). Las autoridades han manifestado que los objetivos de la reforma han sido dotar de mayor "equidad" al sistema tributario, incrementar su eficiencia y "estimular la inversión productiva y el empleo". En realidad, se trata de confiscar, lisa y llanamente, la capacidad de superación y ahorro de la clase media.
Según las autoridades, la "renta" comprende los sueldos, las jubilaciones, las compensaciones, la prestación de servicios personales fuera de la relación de dependencia, las pensiones alimenticias, así como las rentas del capital.
El afán igualitarista no nació con el Gabinete Vázquez, pero éste lo está llevando a unos niveles increíbles. Ha decidido otorgarse el monopolio de la "solidaridad" para redistribuir la "riqueza" nacional. Los gremios de empleados públicos y los amigos del poder están felices, mientras las infraestructuras del país, las escuelas, los hospitales, las carreteras, las calles, las vías férreas, se caen a pedazos.
Los políticos de todos los partidos se jactan de que tenemos "el ingreso más parejo" del continente, pero los demógrafos advierten de que Uruguay es el país del mundo con un mayor porcentaje de ciudadanos residentes en el exterior (14%).
Con una población de poco más de 3 millones, en el primer semestre de este año emigraron 24.000 personas. La mayoría son jóvenes (entre 20 y 29 años), con un nivel educativo superior al promedio de la población residente, con un 15% de graduados universitarios. Una fracción muy pequeña de ellos (6,2%) son –eran– empleados públicos. Tales estadísticas indican quiénes son realmente los beneficiarios de la "solidaridad" política.
La educación, tanto intelectual como ética, se halla corrompida. Actualmente, el individualismo es identificado con el egoísmo, y el colectivismo con el altruismo. La realidad es que las políticas públicas deben evaluarse en función de los efectos prácticos que producen a lo largo del tiempo.
"Hablan de la historia de la humanidad, pero lo que quieren decir con ello, lo que han aprendido en la escuela, es la historia del poder político", escribió Karl Popper. Y añadió: "[La razón de que] el poder político se haya convertido en médula de la historia es que quienes lo detentaron siempre quisieron ser reverenciados, y pudieron convertir sus deseos en órdenes". Y tocó el meollo de la cuestión cuando afirmó:
Lo que realmente ocurre dentro del reino de las vidas humanas casi nunca es siquiera rozado (…) La vida del individuo olvidado, desconocido; sus pesares y alegrías, sus padecimientos, su muerte: he ahí el verdadero contenido de la experiencia humana.
Probablemente, la historia no registre la vida de María del Carmen López Sierra. En una carta al director de un semanario uruguayo, esta mujer admirable expone su verdad acerca del IRPF: "Tengo 72 años de edad y 52 de esclerosis múltiple. No muevo mis piernas ni mi brazo izquierdo, perdí totalmente el equilibrio, el tacto y el pulso, veo muy poco y esto es progresivo (…) Muchos me ayudaban, mi ex esposo, mi hija, mi hermana, mi sobrina y mis amigos. Pero el impuesto a la renta les quita a todos ellos lo que destinaban para mí… ¡Que alguien me diga cómo seguir viviendo!".
Parafraseando a Popper, el IRPF es la moralidad de aquellos que, en su carácter de aristócratas políticos o intelectuales, tienen cierta probabilidad de pasar a los libros de historia. "A la innumerable masa de hombres que tienen iguales o mayores méritos siempre les aguardará el olvido".
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