Menú
COLOMBIA

¿Se está echando Uribe a perder?

Algo está sucediendo en Colombia. Se mencionaba en conversaciones informales, pero es ya una realidad públicamente reconocida: hay un creciente desencanto con el presidente Uribe en su segundo período. El influyente diario Portafolio de Bogotá publicó un extenso análisis el 3 de octubre titulado 'Álvaro Uribe: las 10 razones de la pérdida del encanto'.

Algo está sucediendo en Colombia. Se mencionaba en conversaciones informales, pero es ya una realidad públicamente reconocida: hay un creciente desencanto con el presidente Uribe en su segundo período. El influyente diario Portafolio de Bogotá publicó un extenso análisis el 3 de octubre titulado 'Álvaro Uribe: las 10 razones de la pérdida del encanto'.
El presidente de Colombia, Álvaro Uribe.
El artículo comienza por hacerse la pregunta que nadie puede explicar ni responder: ¿por qué se percibe una diferencia tan grande entre el Uribe del primer período y el del segundo, si apenas han transcurrido unas semanas desde que tomó posesión como presidente reelecto? Y sintetiza la actual tendencia de manera muy precisa: "La imagen del presidente Uribe sigue alta, aunque es evidente que cada día hay más desencantados y sus beligerantes defensores de otrora se reducen cada día".
 
Nadie olvida que en 2002 los colombianos votamos masivamente por Uribe en medio de una situación política y económica calamitosa. La principal preocupación era la terrible situación de inseguridad, causada por el avance estratégico de la guerrilla de las FARC; este avance hizo pensar a muchos que la supervivencia del Estado colombiano estaba en juego. Recordemos que, en medio de un proceso de diálogo lleno de grandes esperanzas pero también de grandes ingenuidades e improvisaciones, las FARC extendieron de manera muy amplia su alcance, consolidaron sus finanzas, perfeccionaron el control de ciertos territorios e incrementaron la violencia contra la población civil, en especial los secuestros.
 
En medio de aquel panorama surgió Álvaro Uribe. Por primera vez un político colombiano aparecía con un discurso sincero, comprometido con una idea y con un programa concreto, totalmente sintonizado con las necesidades más urgentes del país: la recuperación de la seguridad y la lucha contra el terrorismo. Fue elegido con una amplia mayoría, y, en general, durante todo su primer período la opinión pública aprobó sin vacilaciones su gestión.
 
Dicha gestión devolvió al país la seguridad, la confianza y el crecimiento económico. Colombia es hoy día un país muy diferente al que era hace cuatro años. Los niveles de aprobación popular de Uribe siempre se mantuvieron en máximos históricos, por encima del 70%. Finalmente, en un gesto masivo y contundente de confianza, fue reelegido con el 62% del voto.
 
Curiosamente, sólo unas semanas después de haberse iniciado el segundo período, el desconcierto ha empezado a cundir entre quienes apoyamos a Uribe tanto en 2002 como en 2006.
 
Los hechos que causan esta sensación son ya múltiples: no se percibe en el Uribe de hoy ese gerente dinámico y capaz que mostró ser en su primer período. Sus iniciativas económicas, como la propuesta de reforma tributaria, han resultado ser muy confusas, y el propio presidente añade más confusión cada vez que se pronuncia sobre ellas.
 
Del trabajo legislativo de la coalición uribista no se podría decir si es bueno o malo, porque simplemente no existe: los partidos que apoyaron a Uribe se han deslizado hacia un frenesí burocrático insaciable, y aquellos que ante la opinión pública afirmaron respaldar las políticas del presidente hoy le dan la espalda o lo chantajean por puestos públicos. Nadie esperaba que un presidente como Uribe, a quien la opinión pública no le ha negado ni una sola señal de respaldo, se haya dejado enredar en esta telaraña: un presidente elegido con el 62% tiene argumentos para hacer valer su liderazgo.
 
Pero sin duda lo peor de todo ha sido la repentina e inexplicable pérdida de concentración en lo que debería seguir siendo la prioridad número uno de su Administración: la seguridad y la lucha contra el terrorismo.
 
Pese a haber nombrado en la cartera de Defensa al muy capaz Juan Manuel Santos, Uribe se ha mostrado errático en las semanas recientes en cuanto al tema de seguridad. Es más, al momento de escribir esta columna parece dispuesto a hacer a las FARC unas delicadas concesiones con el fin de concertar un intercambio de secuestrados por guerrilleros presos. En un comunicado de la Presidencia se habla incluso de convocar una asamblea constituyente como culminación de un "proceso de paz". La verdad, nadie esperaba que el líder que nos hizo resucitar tras la tragedia de los diálogos de paz de Pastrana esté ya pensando en una asamblea constituyente, poniendo así en peligro la democracia y las libertades de Colombia.
 
Uribe es muy capaz de recuperar el rumbo correcto, y de hacerlo rápidamente. En particular, debería dejar de escuchar a los "expertos" que le dicen que la agenda de su segundo período debe necesariamente ser diferente a la del primero. Nada más insensato: si reelegimos a Uribe es porque queríamos continuidad en sus políticas.
 
 
© AIPE
 
ANDRÉS MEJÍA-VERGNAUD, director ejecutivo del Instituto Libertad y Progreso (Bogotá).
0
comentarios