Cuando el Ejército colombiano bombardeó el campamento guerrillero de Raúl Reyes (marzo de 2008), en una reacción que excedió la del propio Ecuador, el mandatario venezolano habló de "invasión" y, en un acto muy probablemente sin precedentes en la historia, ordenó desde un plató de televisión la movilización de brigadas de tanques y de infantería de las Fuerzas Armadas venezolanas.
En plena campaña electoral, el candidato Santos declaró sentirse "orgulloso" del referido bombardeo. Dichas palabras hicieron que arreciara la crisis diplomática entre Venezuela y Colombia; crisis que, extrañamente, aún no se ha resuelto, pese a que la víctima, Ecuador, ha vuelto a la normalidad diplomática con Colombia y EEUU.
El presidente Chávez también ha acusado a Santos de ser "el artífice de muchas otras cosas"; entre ellas, de presuntos planes para asesinarlo.
Estos y otros incidentes, así como los desproporcionados y a veces procaces insultos que el venezolano ha proferido contra el presidente saliente de Colombia, Álvaro Uribe, han hecho pensar que detrás de la epiléptica diplomacia bolivariana hay la intención de mantener las relaciones con Bogotá en vilo.
Si a la creciente crisis económica, política y social que enfrenta el Gobierno bolivariano se une el esperado triunfo de Santos y las reiteradas acusaciones de magnicidio, la tormenta es casi perfecta. A menos que el presidente Chávez recoja velas, el escenario que se vislumbra con todos estos elementos objetivos presentes no es halagüeño.
Correa versus Chávez
Después del asalto al campamento de las FARC, era de esperar que Uribe dedicara sus mayores esfuerzos diplomáticos a recomponer sus resquebrajadas relaciones con Ecuador. Correa no puso obstáculo para que se designara una comisión de la verdad, y ésta no ocultó las clandestinas relaciones de altos funcionarios ecuatorianos con los terroristas colombianos.
¿Cómo explicar las diferencias entre Venezuela y Ecuador en lo relacionado con la cuestión colombiana? Aparentemente, Correa aprende de sus errores, mientras que Chávez persiste en los suyos. Correa sabe que obligar, por presiones de Chávez, a los gringos a desalojar la base de Manta fue un error, porque los gringos reaparecieron multiplicados en siete bases colombianas para desplegar la más extensa operación de inteligencia militar en el subcontinente de las que se tiene constancia.
Existen razones para pensar que el presidente Correa no ha abandonado el antiimperialismo, que comparte con el presidente Chávez, ni su simpatía por movimientos rebeldes como las FARC, pero sin duda ha habido un cambio, y ahora maneja su radicalismo con más pragmatismo.
La segunda semana de este mes, la secretaria de Estado de EEUU, Hilary Clinton, visitó Quito. "La nueva izquierda que yo represento", dijo Correa en esa oportunidad, "no es anti nada". "No somos antiamericanos, nosotros queremos a EEUU", remachó, y agregó que sus años de estudio en la Universidad de Illinois fueron los más felices de su vida.
Palabras y actos semejantes son impensables en la Venezuela bolivariana.
Este contraste entre la nueva diplomacia ecuatoriana y la bolivariana, que reacciona con una estridencia desacostumbrada en las relaciones internacionales ante afrentas sufridas por un país aliado, conduce a pensar que Colombia ha sido y es para el presidente Chávez una baza que utiliza cada vez que el frente doméstico se le desestabiliza o entra en crisis.
Si estas conclusiones son acertadas, la elección de Juan Manuel Santos no pudo llegar en mejor momento. La crisis rasga a Venezuela por sus costuras. El domingo 20, cuando aún no se había cerrado el escrutinio en Colombia, el presidente Chávez se ratificó en sus denuncias de la existencia de un complot para asesinarlo urdido en el país vecino. No obstante, esta vez se abstuvo de asociarlo con Juan Manuel Santos.
¿Habrá guerra?
© Diario de América
ORLANDO OCHOA TERÁN, analista venezolano.
En plena campaña electoral, el candidato Santos declaró sentirse "orgulloso" del referido bombardeo. Dichas palabras hicieron que arreciara la crisis diplomática entre Venezuela y Colombia; crisis que, extrañamente, aún no se ha resuelto, pese a que la víctima, Ecuador, ha vuelto a la normalidad diplomática con Colombia y EEUU.
El presidente Chávez también ha acusado a Santos de ser "el artífice de muchas otras cosas"; entre ellas, de presuntos planes para asesinarlo.
Estos y otros incidentes, así como los desproporcionados y a veces procaces insultos que el venezolano ha proferido contra el presidente saliente de Colombia, Álvaro Uribe, han hecho pensar que detrás de la epiléptica diplomacia bolivariana hay la intención de mantener las relaciones con Bogotá en vilo.
Si a la creciente crisis económica, política y social que enfrenta el Gobierno bolivariano se une el esperado triunfo de Santos y las reiteradas acusaciones de magnicidio, la tormenta es casi perfecta. A menos que el presidente Chávez recoja velas, el escenario que se vislumbra con todos estos elementos objetivos presentes no es halagüeño.
Correa versus Chávez
Después del asalto al campamento de las FARC, era de esperar que Uribe dedicara sus mayores esfuerzos diplomáticos a recomponer sus resquebrajadas relaciones con Ecuador. Correa no puso obstáculo para que se designara una comisión de la verdad, y ésta no ocultó las clandestinas relaciones de altos funcionarios ecuatorianos con los terroristas colombianos.
¿Cómo explicar las diferencias entre Venezuela y Ecuador en lo relacionado con la cuestión colombiana? Aparentemente, Correa aprende de sus errores, mientras que Chávez persiste en los suyos. Correa sabe que obligar, por presiones de Chávez, a los gringos a desalojar la base de Manta fue un error, porque los gringos reaparecieron multiplicados en siete bases colombianas para desplegar la más extensa operación de inteligencia militar en el subcontinente de las que se tiene constancia.
Existen razones para pensar que el presidente Correa no ha abandonado el antiimperialismo, que comparte con el presidente Chávez, ni su simpatía por movimientos rebeldes como las FARC, pero sin duda ha habido un cambio, y ahora maneja su radicalismo con más pragmatismo.
La segunda semana de este mes, la secretaria de Estado de EEUU, Hilary Clinton, visitó Quito. "La nueva izquierda que yo represento", dijo Correa en esa oportunidad, "no es anti nada". "No somos antiamericanos, nosotros queremos a EEUU", remachó, y agregó que sus años de estudio en la Universidad de Illinois fueron los más felices de su vida.
Palabras y actos semejantes son impensables en la Venezuela bolivariana.
Este contraste entre la nueva diplomacia ecuatoriana y la bolivariana, que reacciona con una estridencia desacostumbrada en las relaciones internacionales ante afrentas sufridas por un país aliado, conduce a pensar que Colombia ha sido y es para el presidente Chávez una baza que utiliza cada vez que el frente doméstico se le desestabiliza o entra en crisis.
Si estas conclusiones son acertadas, la elección de Juan Manuel Santos no pudo llegar en mejor momento. La crisis rasga a Venezuela por sus costuras. El domingo 20, cuando aún no se había cerrado el escrutinio en Colombia, el presidente Chávez se ratificó en sus denuncias de la existencia de un complot para asesinarlo urdido en el país vecino. No obstante, esta vez se abstuvo de asociarlo con Juan Manuel Santos.
¿Habrá guerra?
© Diario de América
ORLANDO OCHOA TERÁN, analista venezolano.