Apasionado del cine, tiene la colección personal de películas más grande del mundo. Unos 20.000 títulos. Su sueño era ser director cinematográfico. Con la muerte de su padre, Kim Il Sung, en 1994, que gobernó Corea del Norte desde su fundación, en 1948, Kim Jong Il (67) se hizo cargo con mano dura de esa dictadura comunista.
Amante de la buena vida, disfruta de los placeres mundanos como cualquier playboy, o mejor dicho, como cualquier socialista. Champán francés, caviar iraní, autos veloces, mujeres rubias y asiáticas le son importados para satisfacer sus deseos, mientras su pueblo se muere literalmente de hambre en las calles.
Corea del Norte es la cuarta potencia militar del mundo. Posición que hace trepidar a cualquiera cuando amenaza con tirar bombas. Lo único que produce Pyongyang es armas. Todo lo demás lo importa, desde la comida hasta el combustible, principalmente de China. Los norcoreanos que no entran al ejército ni son empleados por el gobierno tienen muy pocas probabilidades de sobrevivir en alguna actividad privada. Corea del Norte es un estado cien por ciento militarista.
Recientemente, el misterioso y pequeño tirano –a diferencia de su imponente padre, que medía 1,93 metros, apenas sobrepasa el metro sesenta: disgusto que disimula sobre elevadas plataformas– decidió mostrar los colmillos a sus enemigos de siempre: Corea del Sur, Japón y Estados Unidos.
Los norteamericanos no saben cómo lidiar con este personaje, a quien consideran loco; pero, según los que lo conocen, de loco no tiene nada. Con el cociente intelectual de un genio, es audaz y decidido. También despiadado. Es un hábil estratega que gusta de shockear a su pueblo y al mundo. Kim Jong Il es un típico dictador narcisista.
En Barack Obama encontró al incauto perfecto para hacer gala de su armamento.
George Bush previno, con su maniquea y simplista forma de describir las cosas, que el "Eje del Mal" estaba formado por Irak, Irán y Corea del Norte. ¿Dónde empezaron los problemas este año...? No obstante, los demócratas siguen pensando que, porque ellos entraron en la Casa Blanca, el mundo dejó de ser lo que es. Están abandonando Irak prematuramente, les tiene sin cuidado que Irán siga desarrollando tecnología nuclear, y Corea del Norte ni debe figurar en el mapamundi de la Oficina Oval.
Kim es despótico y sombrío, pero sabe perfectamente lo que hace. De lo contrario no estaría en el poder desde hace tantos años, con un país arruinado económicamente y sin que sea el héroe nacional que fue su padre, al que su pueblo veneraba. Los norcoreanos nunca conocieron una sociedad libre, y él sabe manejar esa obediencia colectiva.
Kim es incomprensible para los occidentales, porque les resulta exótico. Pero no tiene diferencia con cualquier Stalin o Hitler. Es muy peligroso porque tiene poderío nuclear. Viviendo aislado del mundo, su mejor carta de supervivencia es la bomba. Sus enemigos saben que si intentan agredirlo puede arrasar con millones de ellos. Él, por su parte, sabe que, si ataca, sus contrarios lo destruirán. Consecuentemente, se mantiene el balance de fuerzas.
Kim es el perro que ladra a sus vecinos para que se percaten de que domina su territorio. No es un zángano con ilusiones imperialistas, como Hugo Chávez. Es de cuidado porque vende armas a los Chávez de turno, a los musulmanes radicales y a cualquiera que le ponga dinero sobre la mesa. Por lo demás, se asemeja más a un niño rico y egoísta que no tiene amigos y compra costosos juguetes para disfrutarlos solo.
Con su salud en veloz deterioro –le dan un año de vida–, su última exhibición de fuegos artificiales fue la manera de decirle al mundo que nada cambiará cuando él no esté, y que su hijo más joven, Kim Jong Un (25), a quien nombró su sucesor el mes pasado, continuará la temible saga familiar.
Kim Jong Un hizo la secundaria en Suiza. Tiene los gustos y el carácter del padre –a diferencia de su hermano mayor, Kim Jong Chul (28), quien según su progenitor tiene "el cálido corazón de una muchacha"–, y está mejor dotado para dirigir el país.
© Diario de América
Amante de la buena vida, disfruta de los placeres mundanos como cualquier playboy, o mejor dicho, como cualquier socialista. Champán francés, caviar iraní, autos veloces, mujeres rubias y asiáticas le son importados para satisfacer sus deseos, mientras su pueblo se muere literalmente de hambre en las calles.
Corea del Norte es la cuarta potencia militar del mundo. Posición que hace trepidar a cualquiera cuando amenaza con tirar bombas. Lo único que produce Pyongyang es armas. Todo lo demás lo importa, desde la comida hasta el combustible, principalmente de China. Los norcoreanos que no entran al ejército ni son empleados por el gobierno tienen muy pocas probabilidades de sobrevivir en alguna actividad privada. Corea del Norte es un estado cien por ciento militarista.
Recientemente, el misterioso y pequeño tirano –a diferencia de su imponente padre, que medía 1,93 metros, apenas sobrepasa el metro sesenta: disgusto que disimula sobre elevadas plataformas– decidió mostrar los colmillos a sus enemigos de siempre: Corea del Sur, Japón y Estados Unidos.
Los norteamericanos no saben cómo lidiar con este personaje, a quien consideran loco; pero, según los que lo conocen, de loco no tiene nada. Con el cociente intelectual de un genio, es audaz y decidido. También despiadado. Es un hábil estratega que gusta de shockear a su pueblo y al mundo. Kim Jong Il es un típico dictador narcisista.
En Barack Obama encontró al incauto perfecto para hacer gala de su armamento.
George Bush previno, con su maniquea y simplista forma de describir las cosas, que el "Eje del Mal" estaba formado por Irak, Irán y Corea del Norte. ¿Dónde empezaron los problemas este año...? No obstante, los demócratas siguen pensando que, porque ellos entraron en la Casa Blanca, el mundo dejó de ser lo que es. Están abandonando Irak prematuramente, les tiene sin cuidado que Irán siga desarrollando tecnología nuclear, y Corea del Norte ni debe figurar en el mapamundi de la Oficina Oval.
Kim es despótico y sombrío, pero sabe perfectamente lo que hace. De lo contrario no estaría en el poder desde hace tantos años, con un país arruinado económicamente y sin que sea el héroe nacional que fue su padre, al que su pueblo veneraba. Los norcoreanos nunca conocieron una sociedad libre, y él sabe manejar esa obediencia colectiva.
Kim es incomprensible para los occidentales, porque les resulta exótico. Pero no tiene diferencia con cualquier Stalin o Hitler. Es muy peligroso porque tiene poderío nuclear. Viviendo aislado del mundo, su mejor carta de supervivencia es la bomba. Sus enemigos saben que si intentan agredirlo puede arrasar con millones de ellos. Él, por su parte, sabe que, si ataca, sus contrarios lo destruirán. Consecuentemente, se mantiene el balance de fuerzas.
Kim es el perro que ladra a sus vecinos para que se percaten de que domina su territorio. No es un zángano con ilusiones imperialistas, como Hugo Chávez. Es de cuidado porque vende armas a los Chávez de turno, a los musulmanes radicales y a cualquiera que le ponga dinero sobre la mesa. Por lo demás, se asemeja más a un niño rico y egoísta que no tiene amigos y compra costosos juguetes para disfrutarlos solo.
Con su salud en veloz deterioro –le dan un año de vida–, su última exhibición de fuegos artificiales fue la manera de decirle al mundo que nada cambiará cuando él no esté, y que su hijo más joven, Kim Jong Un (25), a quien nombró su sucesor el mes pasado, continuará la temible saga familiar.
Kim Jong Un hizo la secundaria en Suiza. Tiene los gustos y el carácter del padre –a diferencia de su hermano mayor, Kim Jong Chul (28), quien según su progenitor tiene "el cálido corazón de una muchacha"–, y está mejor dotado para dirigir el país.
© Diario de América