¿Qué es lo que sabemos? Pues que Israel llevó a cabo un ataque aéreo. ¿Y cómo sabemos que fue importante? Pues porque en Israel, donde la filtración es una de las bellas artes, ni siquiera la gente mejor informada tiene pista alguna. Y resulta que esa misma gente me cuenta que jamás se ha visto ante un secreto mejor guardado.
Así las cosas, todo parece indicar que lo de Dayr az Zawr no fue una incursión accidental en el espacio aéreo sirio, ni el aperitivo de una operación contra Irán, ni un ataque contra un objetivo convencional como, por ejemplo, una base de la Guardia Revolucionaria iraní o un cargamento de armas con destino al Hezbolá libanés. Las pruebas circunstanciales apuntan a que se trató de un ataque contra una instalación nuclear de procedencia norcoreana.
Tres días antes del misterioso suceso, un buque de bandera norcoreana atracó en el puerto sirio de Tartus con un cargamento de "cemento". Muy lejos se van los sirios a encargar cemento, ¿no? Pero es que además hay que tener en cuenta que, por esas mismas fechas, un funcionario del Departamento de Estado andaba advirtiendo de que Damasco podría haber entrado en contacto con algún proveedor secreto de equipamiento nuclear. Tres días más tarde, la reunión hexapartita para hablar del desmantelamiento del programa nuclear norcoreano, prevista para el día 19, fue súbitamente pospuesta. Oficialmente, el retraso fue cosa china, pero es prácticamente seguro que Pekín obró así a petición de Pyongyang.
Al margen de los sospechosos habituales: Siria, Irán, Libia y Rusia, sólo dos países condenaron con dureza el ataque israelí: Turquía y Corea del Norte. Lo de Turquía es explicable: el Ejército podría haber permitido a Israel utilizar un corredor aéreo sin informar de ello al Gobierno; pero lo de Corea del Norte... ¿quién le ha dado vela en ese entierro a Kim Jong Il? A no ser, claro, que el objetivo del referido ataque fuera una instalación norcoreana...
Este "a no ser que" ha hecho saltar todas las alarmas. En primer lugar, porque pondría en la picota el proceso de desarme norcoreano: Pyongyang podría estar vendiendo sus materiales a otros Estados canallas, o quizá sólo escondiéndolos en el extranjero mientras permite que le registren la casa. En segundo lugar, porque el panorama en Oriente Medio adquiriría tintes siniestros: Damasco cuenta desde hace mucho tiempo con armas químicas –el otro día, el Jane's Defence Weekly informó de que decenas de sirios e iraníes habían muerto accidentalmente mientras cargaban una cabeza de gas nervioso en un proyectil sirio–, pero Israel no consentiría que se hiciera con armamento nuclear.
La tensión ya es extrema en la zona, debido a las ansias de Irán por nuclearizarse. A fin de esquivar las sanciones y una posible acción militar, el presidente Ahmadineyad ha optado por emprender una campaña extremadamente agresiva que tiene por objeto exhibir los poderes de su país en el Oriente Medio árabe... y desplegarlos parcialmente. En este punto, conviene tener presente cosas como las que siguen:
– Hamas está lanzando proyectiles sobre territorio israelí desde Gaza. Con ello trata de provocar una reacción israelí, a ser posible una invasión terrestre de la Franja con mucha sangre y prensa de por medio.– Hezbolá, fuertemente rearmado con misiles iraníes que le han llegado a través de Siria, se está preparando para el siguiente asalto de su combate contra Israel. La tercera Guerra del Líbano, ya inevitable, estallará cuando lo decida Teherán.– Siria, el único Estado satélite árabe de Irán, está acumulando tropas a lo largo de la frontera con Israel, en el Golán. Y en el Líbano acaban de volver a asesinar a un parlamentario antisirio.– La Fuerza Al Quds de la Guardia Revolucionaria iraní está adiestrando y equipando a las milicias extremistas chiíes que operan en Irak. Entre tanto, el régimen de los ayatolás está ayudando a los talibanes que luchan en Afganistán contra las fuerzas de la OTAN.
¿Por qué hace todo esto Irán? Pues porque ahora mismo sólo tiene ojos para una cosa: la bomba atómica. Necesita un poco más de tiempo. Cuando la tenga, sabe que se convertirá en la superpotencia regional, en el hegemón del Golfo Pérsico.
Los peones de Irán en Gaza, el Líbano, Siria e Irak están en sus puestos y preparados. El mensaje de Ahmadineyad es éste: si alguien se atreve a atacar nuestras instalaciones nucleares, haremos uso de todos nuestros efectivos y procederemos a la destrucción completa de Israel, los árabes moderados, Irak y los intereses norteamericanos en la zona; asimismo, minaremos el Estrecho de Ormuz y provocaremos una tremenda crisis petrolera y económica.
Se trata de un juego de altísimo riesgo. Y se desarrolla en un espacio de tiempo muy corto: puede que falten menos de dos años para que Ahmadineyad se haga con la bomba.
La comunidad internacional no parece muy dispuesta a transigir. Nicolas Sarkozy ha afirmado que un Irán nuclear es algo "inaceptable", y su ministro de Exteriores ha advertido de que es necesario prepararse para "lo peor". "Y lo peor es la guerra, señores", ha añadido.
Todo esto hace más perentorio, si cabe, que se impongan las más contundentes sanciones al régimen de los ayatolás. Las sanciones no detendrán a Ahmadineyad, pero hay gente en el establishment iraní que podría pararle los pies y echar el freno al programa nuclear antes de que el volcán entre en erupción. Puede que dicha gente sea radical, pero no suicida. Y cree, con razón, que, fueran cuales fueren los daños que infligiría la locura apocalíptica de Ahmadineyad a la región, al mundo, a los cruzados y a los judíos, a los fieles y a los infieles, el único resultado cierto de tal erupción sería la reducción a escombros de la República Islámica de Irán.