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PROPUESTAS DE CAMBIO Y REFORMAS EN MARCHA

¿Qué Alianza Atlántica queremos?

En la política internacional de nuestros días hay pocas cosas más evidentes que la crisis de la Alianza Atlántica, algo que conviene vivir sin más ansiedad de la inevitable. La OTAN no podía superar la Guerra Fría sin un complejo proceso de trasformación, en el que en estos momentos nos encontramos.

En la política internacional de nuestros días hay pocas cosas más evidentes que la crisis de la Alianza Atlántica, algo que conviene vivir sin más ansiedad de la inevitable. La OTAN no podía superar la Guerra Fría sin un complejo proceso de trasformación, en el que en estos momentos nos encontramos.
La Alianza tiene tras de sí una historia excepcional y una organización envidiable. Nunca antes hubo nada semejante, y no parece que en el futuro inmediato surja algo comparable o superior. Sólo una amenaza tan brutal como la que supuso la Unión Soviética, reconocida por casi todos como existencial, pudo lograr un grado de cohesión tan alto. Pero eso ya es sólo historia. Nos queda la organización y un tratado anacrónico, activos valiosos para los que forman parte de la Alianza y atractivos, a pesar de tantas cosas, para los que llaman a su puerta. Sin embargo, no es posible mantener una estructura diplomática y militar tan grande y, por tantas razones, impresionante sin darle un sentido para la sociedad actual, y ése es el problema.

Tras la desintegración de la Unión Soviética muchos países dejaron de invertir en defensa, perdiendo las capacidades mínimas necesarias para mantener un nivel de operatividad aceptable. Eran los "dividendos de la paz". Al problema de la operatividad se sumó el estratégico. Lo que la Unión Soviética unió, el islamismo ha separado. No hay una visión común sobre qué amenazas se ciernen sobre nosotros y cómo combatirlas. No sólo hay puntos de vista distintos, hay quien considera que sin una amenaza vital lo más sensato es tratar de desengancharse de unas políticas que pueden arrastrarle a situaciones peligrosas.

La Alianza ha crecido en número de estados miembros. Como organización básicamente europea, no podía rechazar a aquellos estados procedentes del campo soviético que habían realizado complejas transiciones hacia la democracia y que ansiaban garantías de seguridad para afrontar un nuevo período de su historia. A medida que se incrementa el número de miembros, mayor es la complejidad del proceso de toma de decisiones, un hecho que se hace aún más grave en un momento en el que la Alianza adolece de falta de visión conjunta. Tras la Guerra Fría, la OTAN es hoy una entidad sin capacidades militares, sin estrategia y con tan alto número de miembros que sólo es posible llegar a acuerdos sobre lo irrelevante.

La declinante situación de la Alianza ha llevado a think tanks y académicos a elaborar propuestas de reforma. Las más antiguas buscaban retener al máximo el legado heredado de los años de la Guerra Fría. Las más recientes no aspiran a tanto, se contentan con lograr avivar el fuego del vínculo trasatlántico y alcanzar un grado mínimo de operatividad. En el año 2005 FAES publicó un librito de 63 páginas titulado NATO: An Alliance for Freedom. How to transform the Atlantic Alliance to effectively defend our Freedom and democracies. Aquel texto, elaborado a partir de un primer borrador preparado por el Grupo de Estudios Estratégicos (GEES), pasó a ser conocido como el Informe Aznar y tuvo un extraordinario impacto en la comunidad internacional. Las propuestas de entonces siguen vigentes, pero cuatro años después las circunstancias han cambiado.

La propuesta del GEES

Barack Obama se ha convertido en un icono mediático representativo de una nueva época. No ha llegado para gobernar mejor, sino para cambiar el mundo. Ese es el mensaje que nos ha hecho llegar y el que buena parte del mundo ha aceptado. La cumbre atlántica de Kehl-Estrasburgo fue la primera del nuevo presidente. Se iniciaba una nueva etapa en la historia de la OTAN y convenía afrontarla con renovadas energías. Algunos think tanks han elaborado documentos proponiendo reformas concretas y nuevas directrices generales. FAES ha publicado un nueva edición de NATO: Alliance for Freedom, con un brevísimo addendum, titulado "Considerations on the occasion of the 60th anniversary of the Alliance",en el que se apuntan algunas interesantes ideas que desarrollan las tesis ya recogidas en el Informe Aznar. El Atlantic Council of the United States,uno de los centros de referencia del debate sobre temas de seguridad atlántica, ha publicado lo que a todas luces parece el documento que el GEES preparó para la revisión del Informe Aznar, que el ACUS recibió para su consulta y que el propio GEES no tiene colgado en su web. Quisiera detenerme en este NATO 3.0. Ready for a New World como expresión de un análisis español más detallado que el breve addendum de FAES.

El GEES parte de sus tesis ya conocidas: la necesidad de refundar la Alianza desde sus principios constituyentes, la defensa de la democracia y la libertad frente a sus enemigos; su trasformación en una alianza global en la que tengan cabida todas aquellas democracias comprometidas con la defensa de sus valores en el campo internacional; el fortalecimiento del ámbito de la seguridad interior; el compromiso con una firme política contra la proliferación de armas de destrucción masiva; la asunción del objetivo de reconstruir estados en crisis desde los principios democráticos. Lo que valía hace cinco años continúa vigente para los miembros de este centro y para quien firma estas líneas. El nuevo informe no supone una revisión de sus posiciones, sino el establecimiento de la agenda atlántica a partir de las características propias del tiempo presente. No se trata por lo tanto de ofrecer nuevos principios, sino de recomendar líneas concretas de acción.

El texto está organizado en tres bloques. En el primero se establecen ocho amenazas o retos para la Alianza, cinco externas: el expansionismo ruso y su esfuerzo por limitar la influencia norteamericana, la política iraní en su conjunto, el terrorismo islamista, la proliferación de armas de destrucción masiva y la inestabilidad intrínseca al mundo de nuestros días, y tres internas: los efectos sobre la seguridad común de la recesión económica, del déficit demográfico y de la cultura post-bélica. Un excelente análisis que dejará insatisfecho al lector iniciado, porque se trata de presentar una fotografía de la situación actual y no de realizar un conjunto de monografías independientes sobre los temas de nuestro tiempo.

El segundo se centra en las circunstancias que van a determinar el nuevo curso de los acontecimientos. La primera, como era de esperar, es la nueva Administración estadounidense, marcada por un giro a la izquierda dentro del espectro político norteamericano y un relevo generacional que se hace patente en los segundos y terceros niveles. Nada será igual, y eso no tiene por qué ser una buena noticia para Europa, a pesar de la pasión con que se ha recibido a Obama. La segunda es la vuelta de Francia al conjunto de la estructura organizativa de la Alianza, un hecho que hay que enmarcar tanto en el giro norteamericano como en el fracaso del segundo pilar europeo. Por último, la guerra de Afganistán representa un reto extraordinario para la Alianza que sin lugar a dudas determinará su futuro.

El tercer bloque, denominado "Plan de Acción", reúne las propuestas del GEES para reactivar la OTAN. De sobra es conocida la vocación atlantista de este veterano laboratorio de ideas, una posición que le hace partir de la premisa teórica de que la Alianza tiene futuro. Desde este optimismo metodológico, hace recomendaciones que difícilmente serán seguidas por buena parte de los estados miembros. Si Afganistán es el primer reto, es también el punto de arranque de este "Plan de Acción": se solicita una estrategia común para lograr la victoria que pasaría por un mayor compromiso aliado y la reducción de los famosos caveats. En otras palabras, que la Alianza haga suya la guerra como un capítulo fundamental en la derrota del radicalismo islámico. Frente al expansionismo ruso, el GEES propone una posición de firmeza que pase por negar la esfera de influencia exigida por Moscú, mantener un fuerte vínculo con los estados amenazados y rechazar el chantaje permanente de Rusia en el Consejo de Seguridad. En cuanto a Irán, se parte de una denuncia, la que hace referencia al interés de la OTAN por mantenerse fuera del debate sobre... Irán, algo inaceptable, si bien comprensible, a la vista de la posición de muchos de sus miembros. Se apoya una posición de firmeza, que incluye tanto la antigua reivindicación del ingreso de Israel en la Alianza como el desarrollo del sistema de defensa antimisiles hoy en disputa. También hay una vuelta a viejas reivindicaciones del GEES en lo relativo a la lucha contra el terrorismo islamista en nuestro propio territorio: se reclama tanto una mayor dimensión de seguridad interior en la Alianza como el desarrollo en el seno de la misma de una estructura de inteligencia. La crisis económica va a agravar el ya tradicional déficit de capacidades, al tiempo que dañará tanto programas de modernización como la financiación de operaciones. Una situación así requiere respuestas imaginativas, que pasan por mecanismos más solidarios de financiación de operaciones y por economías de escala a través de compras conjuntas. La ausencia de una estrategia común es insostenible. Todos sabemos que si no la hay es porque las diferencias de criterios son enormes, pero en ese caso lo mejor sería cerrar una experiencia histórica. La OTAN necesita una visión estratégica que ponga al día conceptos superados por la historia. La dependencia energética, las vulnerabilidades cibernéticas, la piratería, el proceso de toma de decisión son asuntos capitales que deben quedar recogidos, y respecto a los cuales el GEES realiza interesantes aportaciones. El "Plan de Acción" concluye con dos reivindicaciones antiguas, acordes con los problemas de hoy: la promoción de los valores y principios democráticos y la necesidad de una OTAN global.

La OTAN es hoy tan necesaria para Occidente como lo fue en los años cincuenta o sesenta. La diferencia es que entonces lo sabíamos y hoy lo dudamos. El GEES tiene ideas claras al respecto, y la lectura de su informe resulta un buen ejercicio de pensamiento estratégico y un excelente análisis de seguridad internacional. Hay una visión coherente, exactamente lo que falta en la propia Alianza.

La Cumbre de Estrasburgo-Kehl

La primera cumbre atlántica de la era Obama se realizó en la ciudad francesa de Estrasburgo y en la alemana de Kehl, todo un símbolo de la reconciliación. La expectativa de cuál sería el efecto Obama sobre la Alianza quedó en nada, oculta tras el despliegue de marketing político del nuevo presidente norteamericano. La noticia es que no hay noticia, que con Obama, como antes con Bush, la OTAN continúa adelante en su derrota hacia la insignificancia, al tiempo que se ve desbordada por misiones aquí y allá y por frentes que se le abren en todas direcciones. Un exceso de actividad que oculta para algunos su pérdida de peso en la política internacional. Los tres documentos aprobados en la cumbre recogen la síntesis entre las distintas posiciones, siempre en un lenguaje positivo, a la vista del desarrollo de los acontecimientos. De forma breve y un tanto esquemática, los acuerdos más importantes son los siguientes:
Estrategia

La cumbre ha encomendado a su nuevo secretario general la formación de un grupo de expertos para la redacción de un nuevo concepto estratégico. Éste es un acuerdo importante. Durante años se había decidido posponer sine die su redacción, en vista de los profundos desacuerdos entre los estados. El paso dado refleja la preocupación por el futuro de la Alianza si sus miembros continúan siendo incapaces de ponerse de acuerdo sobre lo más fundamental, la relativa aproximación entre posiciones y, sobre todo, la trasformación de la propia OTAN en una institución menos ambiciosa y, por lo tanto, dispuesta a aprobar documentos más ambiguos y menos operativos. Un ejemplo de ello lo tenemos en el párrafo destinado a señalar las amenazas a las que se enfrenta la Alianza en la Declaration of Atlantic Security. Se hace referencia al terrorismo y a la proliferación, pero no a quienes los ejecutan. Ni las tácticas ni las armas son amenazas, lo son sus ejecutores. Si la cumbre no es capaz de citarlos por su nombre, no cabe esperar mucho del futuro concepto estratégico.

Ampliación

La Alianza mantiene su política de puertas abiertas a la incorporación de nuevos miembros, a partir de los valores que le son característicos y del convencimiento de que ello implica una mayor estabilidad. Sin embargo, las referencias a las adhesiones de Ucrania y Georgia se sitúan en un plano atemporal. Por una parte, la OTAN reafirma los acuerdos adoptados en Bucarest, pero sin mostrar ningún interés en animar el proceso diplomático ni, mucho menos, fijar plazos.

Afganistán

Sorprende el número de referencias a Afganistán, incluida la publicación de un documento dedicado sólo a tratar este tema, y la pobreza del análisis. Es un ejercicio de autismo diplomático y estratégico donde la Alianza reivindica su papel, confirma los objetivos de su misión, asume nuevas competencias en el terreno de la reconstrucción y trata de ignorar la evolución de los acontecimientos en Afganistán y Pakistán, así como los cambios en la estrategia norteamericana. Los silencios proclaman las diferencias entre Estados Unidos y un importante grupo de aliados sobre la necesidad de incrementar las tropas y aumentar las acciones de combate como medidas previas para poder avanzar en la reconstrucción del país. A pesar de la importancia de la crisis y de haber reivindicado en su día la activación del artículo 5º, la OTAN y Estados Unidos siguen caminos divergentes, lo que da fe del desinterés de la potencia americana por esta organización.

BMD

En el terreno de la defensa antimisiles, la cumbre se ha mantenido en los términos de lo aprobado en Bucarest, quedando a la espera tanto de los acuerdos entre Estados Unidos, Polonia y Chequia como de los análisis técnicos para establecer una red entre los diferentes sistemas en desarrollo, estratégicos o de teatro. En el plano diplomático, apuesta por un diálogo con Rusia para tratar de hallar una opción comúnmente aceptada. Un párrafo claramente dirigido a ganar tiempo y a dar a la Administración Obama margen de maniobra para trabajar un nuevo acuerdo.

Colaboración OTAN-UE

No es nuevo el discurso positivo sobre una estrecha relación entre la Unión Europea y la Alianza. Las razones han sido expuestas con anterioridad y están vinculadas a la plena incorporación de Francia a la OTAN. La cumbre facilita el camino a la diplomacia francesa para trabajar en este sentido, con el pleno apoyo de Estados Unidos, que ha pasado de ver la defensa europea como un problema a valorarla como un incentivo para reanimar el vínculo trasatlántico.

Reincorporación de Francia

Francia ha decidido reincorporarse plenamente a la OTAN cuando se han dado dos circunstancias históricamente relevantes: el desinterés norteamericano por la Alianza y la constatación de la impotencia europea. Dos coordenadas que definen un espacio muy interesante para la diplomacia francesa en su objetivo de desarrollar una política europea que potencie su dimensión nacional.

Relaciones con Rusia

La Cumbre ha reconocido la trascendencia de las relaciones con Rusia, así como las graves diferencias que han perturbado esta relación. Ha hecho referencia explícita a la crisis de Georgia y al incumplimiento ruso de los acuerdos establecidos con la Unión Europea al respecto, para, a continuación, volver a hacer referencia a la importancia de los temas que deben ser discutidos conjuntamente y que justificarían la reapertura del diálogo institucional. Un diálogo en paralelo al reseteo de la diplomacia norteamericana.
Conclusiones

El contraste entre los problemas de seguridad que tenemos ante nosotros y la respuesta dada por la última cumbre atlántica es sólo comparable al existente entre las recomendaciones del reciente informe del GEES y las conclusiones aprobadas en Kehl-Estrasburgo. La llegada de Obama no ha supuesto un incentivo, una nueva visión, sino sólo el reconocimiento del desinterés norteamericano por un resto arqueológico de un tiempo ya superado. El acuerdo de elaborar un nuevo concepto estratégico es un hecho importante, que puede dar paso a un interesante y positivo debate estratégico, pero sería ingenuo por mi parte pensar que puede ser el inicio de la recuperación de la Alianza. Sin la amenaza soviética no hay cohesión, un problema agravado por el aumento del número de miembros. Una OTAN regional es posiblemente la única opción políticamente factible, pero eso no quita para que sea anacrónica. Su futuro depende de su refundación sobre los mismos principios pero en un marco geográfico global, porque el teatro de operaciones ha cambiado definitivamente. La prueba es Afganistán.
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