Según una investigación publicada recientemente por el Pew Center, en Estados Unidos hay 2,3 millones de presos, entre los que se cuentan uno de cada 36 hispanos y uno de cada nueve jóvenes negros de entre 20 y 34 años.
En 1986 el Congreso promulgó leyes que establecían unas sentencias mínimas y no permitían a los jueces aceptar atenuantes, a menos que el implicado delatara a terceros. Esto más bien fomentó que la gente recurriera a facilitar informaciones falsas. Desde entonces se han multiplicado también los actos que son considerados delitictivos, lo cual ha hecho que se triplique el número de presos. En 2007, el costo de tener a tanta gente en la cárcel alcanzó la cifra récord de 49.000 millones de dólares. Casi todo ese costo es financiado por los estados, no por el Gobierno federal, por lo que Connecticut, Michigan, Oregon y Vermont gastan más en cárceles que en educación.
Algo anda muy mal, y pienso que tiene que ver directamente con la guerra contra las drogas y con la multiplicación de las leyes y regulaciones sobre los llamados "delitos sin víctimas". Según Adam Gelb, directivo del Pew Center, "ponerse duro con los delincuentes ha significado ponerse duro con quienes pagan impuestos".
El hecho que se desvíen fondos de la educación a las cárceles refleja una "distorsión de las verdaderas prioridades", mantiene Bernard Sanders, el único miembro del Senado que se declara socialista. Con Sanders suelo estar en total desacuerdo, porque, por ejemplo, se ha opuesto siempre al libre comercio con América Latina; pero en este tema creo que tiene toda la razón.
Nadie en su sano juicio puede oponerse a que criminales y delincuentes que utilizan la violencia sean castigados con penas de cárcel. Pero el número de actos violentos ha disminuido alrededor de un 25% en los últimos veinte años, mientras que en el mismo período de tiempo se ha disparado el número de personas encarceladas por vender o consumir drogas.
En Estados Unidos se han realizado 37 millones de detenciones por asuntos relacionados con drogas pero en los que no estaba presente la violencia. Esto indica claramente que la llamada "guerra contra las drogas" es un colosal fracaso, y que meter presa a gente que fuma o se atreve a cultivar marihuana, lejos de reducir el consumo, logra más bien sumergir a miles de jóvenes en ambientes de depravación y malas compañías, del que saldrán convertidos en verdaderos delincuentes o en criminales profesionales.
Esta realidad ha hecho que intelectuales con ideologías totalmente opuestas, como Noam Chomsky y el difunto Milton Friedman, apoyen desde hace años la legalización del consumo de drogas; no porque les guste, sino porque comprenden que la prohibición termina por ser más dañina. El remedio ha resultado mucho peor que la enfermedad, y los problemas médicos y sociales jamás se solucionan convirtiendo en delito el daño que uno se hace a sí mismo. Por el contrario, la legalización tendería a reducir el consumo, ya que eliminaría las millonarias ganancias del gangsterismo internacional, que financia a los guerrilleros colombianos y corrompe a policías, políticos y burócratas de todo el mundo.
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