Como casi todos hemos aprendido, las empresas estatales sirven para poco o nada; para crear cargos públicos y perpetrar irregularidades político-partidistas, sí, claro, pero de ninguna manera para innovar o para descubrir riquezas. Los chilenos socialistas, tontos del fin del mundo, simplemente no captan por qué en Brasil empieza a aparecer petróleo por todas partes, a diferencia de lo que ocurre en nuestro país, donde no hay libertad en tal sector y el monopolio estatal prohíbe descubrir, explorar y hasta explotar petróleo.
Como me decían unos viejos ingenieros de la petrolera estatal Enap, la política de la empresa es dar el OK a todo el que quiera explorar, investigar y descubrir hidrocarburos en cualquier parte del territorio... que no tenga hidrocarburos. No es que esté prohibido, pero, usted sabe, los socialistas no aceptamos la explotación de personas, tierras, pozos o minas, y al final lo más seguro es prohibirlo todo, como hacen Evo, Chávez o Fidel; este último llegó al paraíso de la no explotación: la dictadura del proletariado sin producción, trabajo ni alimentos.
En Chile se prohíbe dar derechos de propiedad en las minas. Ya se ve lo poco que crece el cobre. Del petróleo, ni hablar. Y qué decir del uranio.
Estamos ante algo parecido al prohibicionismo que practicábamos antaño con el vino. Usted quizá no sepa que en Chile estaba prohibido plantar vides viníferas; se decía que era para prevenir el alcoholismo, que promovían los malvados viticultores. Bueno, esta austeridad socialista duró hasta que los economistas liberales, junto a sus pares militares, la echaron abajo, en la segunda mitad de los años 70. Después, esa misma gente, mediante el libre comercio, ha abaratado todo. O casi todo, porque aún no hemos logrado que los socialistas proteccionistas, entregados primero a los fabricantes nacionales y luego a los comerciantes de vehículos en general, dejen a los pobres importar autos usados, trigo y azúcar, o poder acceder a créditos baratos como los que se estilan en economías capitalistas libres como la panameña.
Los socialistas creen que el dinero y el crédito son satánicos, y que, idealmente, deberían estar sometidas al control del Dios Estado. Al final, podríamos saborear las conocidas maravillas socialistas.
© AIPE