Que la administración de Columbia prefiriera abordar los malos hábitos en las aulas en lugar de la cuestión, más profunda, de la parcialidad del claustro es una estratagema obvia de autoprotección. Lo primero se puede tratar con algunas llamadas al orden. Lo segundo exige una revisión sistemática de las prácticas universitarias y ocuparse de los asuntos delicados, como la exclusión de puntos de vista distintos o la posible parcialidad política en la contratación.
Estos temas afloran porque, como señalan constantemente las encuestas, el conflicto árabe-israelí es solamente una faceta del debate general izquierda-derecha. Por decirlo simplemente, la izquierda se muestra constantemente hostil a Israel, mientras que la derecha simpatiza con él.
El informe de Columbia debería haber tratado acerca del giro rápido y general de su claustro –especialistas en Oriente Medio incluidos– hacia la izquierda.
Por pura coincidencia, este auge de la izquierda es el tema de una investigación recién publicada: Política y posición personal entre el claustro universitario. Laborioso título a un lado, este riguroso y relevante estudio tiene mucho interés.
Usando metodologías tales como las autodescripciones políticas cruzadas o los análisis de regresión múltiple, los coautores –un profesor emérito de Políticas y Administración del Smith College: Stanley Rothman, un profesor de Comunicación de la George Mason University: S. Robert Lichter, y un profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Toronto: Neil Envite– dieron respuesta a estas dos cuestiones:
– ¿Cómo ve la política el claustro norteamericano? Cuando se pidió a los profesores su perspectiva política, se consideraron progresistas en una proporción unas cuatro veces mayor a la del gran público. En algunos departamentos (los de Literatura Inglesa sobre todo, seguidos de los de Filosofía, Ciencias Políticas y Estudios Religiosos) más del 80% del claustro se calificó como progresista, y menos del 5% como conservador. Esta disparidad ha provocado "un giro sustancial hacia la izquierda" desde mediados de los años 80, y aún está creciendo.
– ¿Por qué son tan progresistas los claustros? Los conservadores denuncian parcialidad política endémica. Los progresistas replican que los conservadores son bobos. En palabras de Robert Brandon, presidente del Departamento de Filosofía de la Universidad de Duke: "Intentamos contratar a los mejores y más inteligentes. Si, como dijo John Stuart Mill, los imbéciles son generalmente conservadores, entonces hay montones de conservadores que nunca contrataremos".
¿Quiénes están en lo cierto? Los conservadores.
Rothman y otros descubren que, cuando los logros profesionales son idénticos, un enfoque más progresista augura "una tasa de contratación institucional significativamente mayor". Incluso asignan cifras a este desfase progresista: "Las orientaciones ideológicas de los profesores tienen casi la quinta parte de importancia que sus logros profesionales a la hora de determinar la idoneidad para el centro" en el que trabajan. Robert Lichter explica que esto significa que "los republicanos logran peores empleos que los demócratas".
Las denuncias conservadoras acerca de "la homogeneidad progresista en la academia merecen ser tomadas en cuenta", concluyen los autores. También indican que sus hallazgos "sugieren contundentemente que, en los últimos años, ha tenido lugar un giro a la izquierda en los campus universitarios, hasta el punto de que los políticamente conservadores se han convertido en una especie en extinción en algunos departamentos".
¿Especie en extinción? De acuerdo con la observación más acre de David Horowitz, "las universidades son hoy en día un monolito izquierdista. Un profesor conservador, republicano o evangélico es tan raro como un unicornio". En un artículo del Harvard Crimson se reconoce que el estudio de Rothman implica que la expresión "el Kremlin sobre el [río] Charles" puede ser exacta para referirse a Harvard.
No es probable que el trabajo del equipo de Rothman tenga mucha audiencia en los campus. La directora ejecutiva de la Modern Language Association, Rosemary G. Feal, ha replicado a sus hallazgos con un desafuero previsible: "El grado de basura [que representan] me marea".