¿Por qué, pues, somos pobres? Se han ensayado distintas respuestas, pero yo siempre apunto al estatismo vigente.
Es bueno insistir, porque muchos todavía creen que el atraso se debe a las deficiencias registradas en salud y educación. En algunas zonas los niños reciben clase en ayunas y bajo los árboles ¿Cómo puede avanzar un pueblo enfermo e ignorante? Para avanzar, se piensa, es preciso mejorar esencialmente la salud y la educación.
Parece razonable, pero no lo es. El pensamiento tiende a confundir causa con efecto. La educación y la salud no traen el progreso; son el progreso mismo. Cuando los pueblos progresan, los salarios suben y la salud y la educación mejoran. Pretender sacar a un país del estancamiento económico introduciendo reformas en tales áreas es poner el carro por delante del caballo. Hay países, como Cuba, que cuentan con una salud y una educación relativamente buenas y sin embargo siguen sumidos en la miseria.
En el mismo error caen quienes creen que si se construyen obras de infraestructura, como carreteras, puentes, puertos, plantas de energía, industrias, la gente saldrá de la pobreza y el país se modernizará. Pero las buenas autopistas y los servicios de agua, luz y telefonía son parte del progreso, no sus causas.
A medida que progresan los países, se modernizan sus infraestructuras y servicios públicos. Es por ello que en cincuenta años las ayudas del Banco Mundial, el FMI y el BID para construir servicios básicos y modernizar las naciones no han logrado promover el desarrollo en sitio alguno. Por el contrario, esos mismos organismos han creado una desvergonzada dependencia en muchos países. Alimentaron con pescado a la gente en lugar de enseñarle a pescar.
Pero la ayuda externa ha sido también nefasta por otras razones. Los países pobres son pobres porque no han saneado sus economías y sus aparatos estatales, reformas a las que se resisten con fanatismo las clientelas políticas, los empresarios "amigos" del régimen y otros grupos de presión beneficiarios del botín estatal. Recién cuando los países "tocan fondo" se suele generar el consenso popular necesario para recortar el gasto público, privatizar y desregular la economía, bajar los impuestos, eliminar subsidios y proteccionismos y abrir los mercados. Pero mientras los gobernantes dispongan de ayuda externa y créditos blandos, continuarán enjuagando el déficit y postergando indefinidamente las reformas.
Somos pobres por el estatismo predominante. Está comprobado que el sistema económico determina el desarrollo de una nación. El siglo XX fue un gran experimento de esta teoría del desarrollo. Países como Alemania Occidental y Alemania del Este, Corea del Sur y Corea del Norte, Taiwán y China, con la misma población, el mismo idioma, la misma raza, la misma cultura, la misma tecnología, la misma religión, la misma educación y la misma salud, separados únicamente por sus diferentes sistemas, unos capitalistas y otros socialistas, obtuvieron resultados opuestos. Los socialistas se empobrecieron; los capitalistas florecieron. En el mundo actual, los países más capitalistas son los más prósperos y los más estatistas son los más pobres. No hay excepción.
Para dejar el estatismo y progresar es imperioso explicar esta realidad a la gente y, sobre todo, persuadirla para que vote por políticos capaces y decididos a liquidar la corrupción y proteger los derechos de propiedad, el Estado de Derecho y el mercado libre. Si logramos instaurar el capitalismo democrático, en pocos años Paraguay será el nuevo "milagro económico" latinoamericano: vendrán inversiones, se crearán numerosas empresas, aumentarán la producción y el empleo, se multiplicará el salario de los trabajadores y nuestros hijos tendrán un futuro brillante.
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