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ESTADOS UNIDOS

Por qué honramos la bandera

Massachusetts ha decidido que las banderas de los edificios públicos ondeen a media asta cada vez que un soldado procedente de dicho estado caiga en acto de servicio. El gobernador del Bay State, Deval Patrick, anunció la medida el 3 de julio. Sólo dos días más tarde hubo de ser aplicada por primera vez; para honrar al sargento Daniel A. Newsome, a quien una bomba le segó la vida en Bagdad.

Massachusetts ha decidido que las banderas de los edificios públicos ondeen a media asta cada vez que un soldado procedente de dicho estado caiga en acto de servicio. El gobernador del Bay State, Deval Patrick, anunció la medida el 3 de julio. Sólo dos días más tarde hubo de ser aplicada por primera vez; para honrar al sargento Daniel A. Newsome, a quien una bomba le segó la vida en Bagdad.
Las banderas a media asta suscitan dolor y tristeza. La carga emotiva deriva de la propia bandera, el símbolo más intensamente apreciado de EEUU. "Por esta bandera, el verdadero americano no sólo siente aprecio, también un profundo afecto", escribió en 1907 el juez del Tribunal Supremo John Marshall Harlan.
 
Howard Zinn no piensa lo mismo.
 
Zinn, profesor emérito de la Universidad de Boston, es un historiador y un activista radical. Su superventas A People's History of the United States (Una historia del pueblo norteamericano) ha alentado a decenas de miles de universitarios a ver la historia de su país como un deprimente despliegue de avaricia, opresión y engaños.
 
El mismo día en que el gobernador Patrick promulgaba la orden de honrar a los caídos con el izado a media asta de la enseña nacional, Zinn aventó varios pensamientos de su propia cosecha a propósito de la bandera y de los Estados Unidos de América.
 
"Guardad las banderas", llevaba por título l a pieza, que publicó The Progressive. Comenzaba así: "Este Cuatro de Julio, haríamos bien en renunciar al nacionalismo y a todos sus símbolos: sus banderas, sus juramentos de lealtad, sus himnos, su insistente plegaria por que Dios bendiga a América". Y se preguntaba: ¿acaso la devoción a la bandera no es "uno de los peores males de nuestro tiempo, junto con el racismo y el odio religioso?".
 
A decir verdad, Zinn no abomina de todas las banderas. Para nada. Zinn cree que el espíritu patriótico está bien para los países pequeños y pasivos, como –los ejemplos son suyos– Suiza, Noruega o Costa Rica. Reverenciar la bandera deviene algo peligroso sólo cuando se hace en "una nación como la nuestra". Llegados a este punto, recita la letanía de los crímenes que se supone ha cometido América: contra los indios, los mexicanos, los cubanos, los filipinos, los japoneses... Las tropas desplegadas en Irak "no son diferentes", asegura; "han matado a miles de civiles ". Ahora bien, los propios soldados son también víctimas, añade; un montón de idiotas a los que se ha engañado para que crean que están luchando por la libertad y la democracia.
 
Hubo un tiempo en que el propio Zinn luchó por la libertad y la democracia. Y es que el profesor emérito de la Universidad de Boston fue piloto de combate en la Europa asolada por la II Guerra Mundial. Aunque ahora diga que alguna de esas misiones fueron vergonzosas, yo le agradezco su sacrificio, no en vano soy uno de los incontables jóvenes norteamericanos que, como él, han vestido el uniforme y seguido la bandera en una guerra contra un enemigo monstruoso; de la misma manera, agradezco su sacrificio a quienes están combatiendo en la actualidad.
 
Abraham Lincoln.Para Zinn, el Cuatro de Julio es un día idóneo para "refutar" la idea de que EEUU es diferente, "moralmente superior a las demás potencias imperialistas que en el mundo han sido". Yo, en cambio, lo considero un gran momento para reafirmar una verdad: que América es una poderosa fuerza del bien; que es, en palabras de Lincoln, la última esperanza sobre la Tierra.
 
En la casa en que crecí se izaba la bandera. En la casa en que crecen mis hijos se iza la banera. Pero, de entonces a ahora, las cosas han cambiado. Cuando yo era niño, el hogar de los Jacoby, situado en South Euclid (Ohio), era uno de los muchos del vecindario en que se sacaba la bandera el Cuatro de Julio y demás fiestas patrias. En el suburbio de Boston en que vivo ahora, mis hijos pueden comprobar que la nuestra es prácticamente la única casa que saca la bandera en las fechas señaladas.
 
¿A qué se debe esta ausencia de banderas? ¿Al desdén, a la vergüenza, a la indiferencia? Zinn no es, ciertamente, el único que abomina del patriotismo americano. Sus palabras me recuerdan a las que poblaban el ensayo de Katha Pollitt "Put Out No Flags" (No saquéis las banderas), que publicó The Nation poco después del 11-S:
Mi hija, que va al instituto Stuyvesant, a sólo unas manzanas del World Trade Center, piensa que debemos colgar la bandera americana de nuestra ventana. Definitivamente, no, le digo. La bandera representa el jingoísmo, la venganza y la guerra.
¿Por qué, para algunos, las cosas más desagradables parecen estar siempre teñidas de los colores rojo, blanco y azul? Evidentemente, en estos 231 años, Estados Unidos ha fracasado muchas veces en asuntos relacionados con sus ideales y valores. Pero son esos ideales y valores lo que simboliza la bandera, no los fallos cometidos a la hora de vivir conforme a ellos. Saludar a la bandera no significa proclamar que EEUU es incapaz de equivocarse. Significa creer en su capacidad para hacer el bien, y comprometerse en tal empresa.
 
Daniel Newsome lo entendía perfectamente. Y me imagino que hubo un tiempo en que también lo entendía Howard Zinn.
 
 
JEFF JACOBY, columnista del Boston Globe.
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