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MUNDO MUSULMÁN

Por fin Washington capta lo del islam radical

¿Cree realmente la Administración Bush, como sus responsables han estado repitiendo desde el 11-S, que el Islam es "una religión de paz" no vinculada al problema del terrorismo? Numerosas indicaciones sugieren que lo iba entendiendo, pero la línea seguía siendo la misma. Desde fuera daba la impresión de que el estamento oficial estaba absorto en un activo autoengaño. En realidad, las cosas estaban mejor de lo que parecía, como establece David E. Kaplan en una importante investigación, publicada en U.S. News & World Report, basada en más de 100 entrevistas y en la revisión de una docena de documentos internos.

¿Cree realmente la Administración Bush, como sus responsables han estado repitiendo desde el 11-S, que el Islam es "una religión de paz" no vinculada al problema del terrorismo? Numerosas indicaciones sugieren que lo iba entendiendo, pero la línea seguía siendo la misma. Desde fuera daba la impresión de que el estamento oficial estaba absorto en un activo autoengaño. En realidad, las cosas estaban mejor de lo que parecía, como establece David E. Kaplan en una importante investigación, publicada en U.S. News & World Report, basada en más de 100 entrevistas y en la revisión de una docena de documentos internos.
George W. Bush.
Los debates previos acerca de la naturaleza del enemigo –terrorismo versus islam radical– se han resuelto: los más altos funcionarios de América convienen ampliamente en que el mayor enemigo ideológico del país "es una forma altamente politizada de islam radical, y que Washington y sus aliados no pueden permitirse quedarse mirando" mientras aquél gana fuerza. Para luchar contra esta ideología, el Gobierno norteamericano promueve hoy una interpretación no radical del Islam.
 
En 'Corazones, mentes, y dólares: América está gastando millones de dólares, en un frente oculto de la Guerra contra el Terrorismo, para cambiar la cara del Islam', Kaplan explica que Washington reconoce tener un interés relacionado con la seguridad no sólo en el mundo musulmán, sino en el Islam. En consecuencia, debe involucrarse en la configuración de la propia religión islámica. Washington se ha centrado en la raíz del terrorismo –que no es la pobreza ni la política exterior norteamericana, sino una ideología política inculcada a la fuerza.
 
Un documento clave para llegar a esta conclusión fue la Estrategia Nacional para Combatir el Terrorismo, publicado por la Casa Blanca en febrero de 2003, que sirvió de base para el Muslim World Outreach, más claro y detallado, terminado a mediados del 2004 y actualmente la guía autorizada. (Aquí puede consultarse un debate gubernamental sobre esta cuestión que data de agosto de 2004). El Gobierno norteamericano, como institución secular y no musulmana, afronta muchas limitaciones en lo que es, en última instancia, una disputa religiosa, así que recurre a organizaciones musulmanas que comparten sus metas, incluidos gobiernos, fundaciones y grupos sin ánimo de lucro.
 
La táctica para luchar contra el islam radical y promover el islam moderado varía de un departamento gubernamental a otro: operaciones secretas de la CIA, operaciones psicológicas del Pentágono y la diplomacia pública del Departamento de Estado. Cualquiera que sea el nombre y el enfoque, el elemento común es impulsar el desarrollo benigno del Islam. Para este fin, el Gobierno norteamericano –escribe Kaplan– "ha emprendido una campaña de guerra política sin igual desde el momento cumbre de la Guerra Fría". La meta es...
 
"influir no sólo en las sociedades musulmanas, también en el propio Islam (…) Aunque los funcionarios norteamericanos dicen tener cuidado para no verse arrastrados a una batalla teológica, muchos han concluido que América ya no puede quedarse sentada, al margen, mientras fundamentalistas y moderados luchan por el futuro de una religión politizada con más de mil millones de seguidores. El resultado ha sido un esfuerzo extraordinario –y creciente– por influir en lo que los funcionarios describen como una reforma islámica".
 
Sigamos con Kaplan:
 
"[En al menos dos docenas de países] Washington ha financiado en secreto programas islámicos de radio y televisión, cursos en escuelas musulmanas, think tanks musulmanes, talleres políticos y otros programas que promueven el islam moderado. La ayuda federal va a restaurar mezquitas, coranes antiguos, incluso va a construir escuelas islámicas (…) las emisoras de la CIA en ultramar están haciendo algunos movimientos valientes e innovadores, como invertir dinero en neutralizar a reclutadores y predicadores antiamericanos. 'Si descubres que el mulá Omar está haciendo esto en la esquina de una calle, colocas al mulá Bradley en la otra esquina para contrarrestarlo', explica un funcionario recientemente jubilado. En casos más serios, dice, los reclutadores serían capturados e 'interrogados'. Los funcionarios de inteligencia han montado falsas páginas web de yihad y prestado atención a medios informativos árabes".
 
En suma, por lo menos en 24 países hay agencias gubernamentales norteamericanas movilizadas. Los proyectos comprenden...
 
"la restauración de mezquitas históricas en Egipto, Pakistán y Turkmenistán. En Kirguizistán la financiación de la embajada ayudó a restaurar un importante enclave sufí. En Uzbekistán el dinero ha ido a preservar manuscritos islámicos antiguos, incluidos 20 coranes, algunos fechados en el siglo XI. En Bangladesh, USAID entrena a líderes de mezquita en cuestiones relacionadas con el desarrollo. En Madagascar la embajada incluso patrocinó un torneo deportivo entre mezquitas. También se presta financiación a medios islámicos de toda clase, desde traducciones de libros a emisoras de radio y televisión, en por lo menos media docena de naciones".
 
Las madrasas, o escuelas islámicas, son una preocupación especial, dado que entrenan a la próxima generación de yihadistas y terroristas. Washington despliega varias tácticas para contrarrestar su influencia:
 
– En Pakistán los fondos norteamericanos se destinan, en parte, a formar a profesores de madrasa, para que incluyan tanto materias prácticas (matemáticas, ciencias y salud) como clases de civismo en su plan de estudios. Hay en marcha un programa de "madrasa modelo" que con el tiempo puede alcanzar a más de mil escuelas.
 
– En el Cuerno de África (de acuerdo con el Pentágono, abarca Yibuti, Eritrea, Etiopía, Kenia, Somalia, Sudán y Yemen) el ejército norteamericano averigua dónde planean levantar una madrasa los islamistas; y entonces construye una escuela pública en competición directa con aquélla.
 
– En Uganda la embajada de Estados Unidos ha concedido tres premios, bajo concurso, para financiar la construcción de otras tantas madrasas de nivel básico.
 
"Estamos en el negocio de las madrasas", dice un experto norteamericano en terrorismo citado por Kaplan. Pero no toda la ayuda tiene contenido islámico explícito. El dinero americano está financiando en parte una versión vía satélite de Barrio Sésamo que incide en la necesidad de la tolerancia religiosa.
 
Los fondos de la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID) casi se han triplicado, hasta alcanzar más de 21.000 millones de dólares; más de la mitad va al mundo musulmán. Además de los programas familiares de desarrollo económico, los proyectos políticos que implican a grupos islámicos, como la formación política y la financiación mediática, pasan a primer plano. El gasto en diplomacia pública del Departamento de Estado ha crecido casi un 50% desde el 11 de Septiembre, hasta totalizar casi 1.300 millones de dólares, y se espera más. Con esta gran cifra se ha financiado, por ejemplo, la emisora árabe Radio Sawa y la televisión Al Hurra.
 
A pesar de las múltiples quejas, Kaplan dice que hay señales de éxito. Entre los proyectos principales se cuentan el que se pueda sintonizar Al Hurra en Europa y la difusión de la programación en persa y otros idiomas relevantes.
 
Comentarios
 
– Trabajar para cambiar la concepción que tienen de su religión los musulmanes plantea, por supuesto, algunas cuestiones difíciles. Una cosa es querer ayudar a los musulmanes moderados, y otra muy distinta localizarlos. Como destaqué en 'Identificar a los musulmanes moderados', hay una gran confusión a propósito de quién es, realmente, uno de ellos, y hasta la fecha el Gobierno norteamericano tiene un historial terrible en este punto. Por supuesto, espero que los que apliquen la agenda del Muslim World Outreach estén realizando la investigación necesaria para hacerlo bien.
 
– Influir en el Islam y promover el Islam son cosas que se pueden confundir con facilidad, especialmente si tenemos en cuenta las posiciones proislámicas de los líderes políticos americanos. (Por este motivo he criticado la construcción de una mezquita en Irak, y de madrasas en Indonesia). Promover el Islam contraviene la Primera Enmienda de la Constitución ("El Congreso no legislará respecto al establecimiento de una religión"), y un experto constitucional, Herman Schwartz, juzga que el patrocinio de instituciones islámicas es "probablemente inconstitucional". Esto indica de nuevo la necesidad de tener un cuidado exquisito.
 
– Apruebo calurosamente el enfoque del Muslim World Outreach; era de esperar, dado que se alinea escrupulosamente con mis propias recomendaciones. He aquí unos extractos de mi artículo de enero del 2002 '¿Quién es el enemigo?':
 
"Estados Unidos, un país aplastantemente no musulmán, obviamente no puede solucionar los problemas del mundo musulmán. (...) Pero [EEUU y otros países] pueden ayudar críticamente a precipitar la batalla e influir en su resultado. Pueden hacerlo tanto debilitando al bando militante como ayudando al moderado (…) Debilitar al islam militante requerirá una política imaginativa y asertiva, adaptada a las necesidades de cada país".
 
"Pero no nos engañemos. Si Estados Unidos tiene más de 100 millones de enemigos islamistas (por no hablar de un número incluso mayor de musulmanes que nos quieren mal por otros motivos) no puede quedarse totalmente incapacitado. En vez de eso, el objetivo debe ser disuadirles y contenerles (…) que es donde entran los musulmanes moderados. Si, a grandes rasgos, la mitad del mundo musulmán odia a América, la otra mitad no. Desafortunadamente, están desarmados, desperdigados, y casi sin voz. Pero Estados Unidos no los necesita por su poder. Los necesita por sus ideas y por la legitimidad que confieren, y a estos efectos sus puntos fuertes complementan exactamente a los de Washington (…)".
 
"El papel de los Estados Unidos no es tanto ofrecer sus propios puntos de vista como ayudar a los musulmanes con opiniones compatibles, especialmente en temas tales como las relaciones con los no musulmanes, la modernización y los derechos de las mujeres y las minorías. Esto significa ayudar a los moderados a difundir sus ideas en emisoras de financiación americana, como la recién creada Radio Afganistán Libre, y, como ha sugerido Paula Dobriansky, la subsecretaria de Estado para Asuntos Globales, cerciorarse de que las figuras islámicas tolerantes –académicos, imanes y otros– son incluidos en programas de intercambio cultural y académico financiados por Estados Unidos".
 
– Que David Kaplan haya hecho públicas las directrices del esfuerzo de Washington por arreglar el Islam es muy bueno. Éste es un proyecto demasiado grande como para que el Gobierno trabaje en solitario. El cuerpo político en su conjunto necesita debatirlo.
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