Los gastos estatales tienen más bien que ver con el pago anticipado de los préstamos al FMI, la compra de dólares para mantener su precio alto y una tasa de interés de referencia del Banco Central artificialmente baja, al ser un 7% negativa en términos reales, que inyecta excesiva liquidez en el mercado financiero.
Desatada la "maldita inflación", Kirchner acusa a los precios de desobedecerlo; pero como no le responden, a pesar de sus gritos, acusa a los "formadores de precios", que él cree son los empresarios y no el mercado, es decir, la gente. Un caso sintomático es el de la carne vacuna, producto argentino tradicional, que aumentó un 21,3% en 2005, muy por encima de la inflación, del 12,3%, lo cual enfureció a Kirchner.
La primera medida absurda que instrumentó, a partir del pasado 1 de noviembre, fue prohibir matar reses que pesen menos de 260 kilos. A partir del 1 de marzo, el peso mínimo fue aumentado a 280 kilos, y a partir del 1 de mayo a 300. Supuestamente, al engordar más, aumentaría la oferta de carne y bajaría el precio, "la inflación".
Pero como sucede con toda imposición coercitiva sobre la evolución natural del mercado, estas medidas provocaron más bien el efecto contrario, al dejar fuera de la oferta categorías importantes, como los terneros, las vaquillonas y los novillitos livianos. Según la Sociedad Rural Argentina, se redujo la producción de carne en 450.000 cabezas de ganado. Pero Kirchner no lo entiende, y entonces intentó "acordar" con los ganaderos para que bajaran el precio, cosa que no logró, y el precio siguió aumentando.
Ya fuera de las casillas, Kirchner decidió dar la espalda al Estado de Derecho y suspender las exportaciones de carne por un plazo de 180 días, que podrían prorrogarse "hasta que el precio baje", para así aumentar la oferta interna. En Argentina las exportaciones de carne alcanzan unos 1.300 millones de dólares anuales.
Es la misma Administración que provoca inflación para sostener un dólar alto y "favorecer a los exportadores" y que gastó dinero en promocionar el consumo de carne argentina. Es el mismo Gobierno que reclama a europeos y estadounidenses que abran sus economías, mientras aquí se cierra.
Esa medida implica que el Gobierno cobrará menos impuestos a la exportación. Entonces, en lugar de todo este embrollo, ¿por qué no dejó de cobrar impuestos internos bajando el IVA (21%), lo cual beneficiaría a los consumidores con menores precios?
Argentina ya conoce el resultado de las restricciones artificiales. En 2001 los productos vacunos cayeron a precios muy bajos debido a que, por la aparición de la fiebre aftosa, los gobiernos extranjeros prohibieron la importación de carne argentina. Así se produjo inicialmente una sobreoferta interna, y luego, ante la baja rentabilidad, desaparecieron muchos productores. Cuando la demanda se recuperó, la oferta resultó insuficiente y los precios subieron.
Lo mismo volverá a ocurrir. Se desalentará la producción, lo cual repercutirá en la destrucción de la actividad ganadera, en el aumento de los precios y en la caída de la calidad, debido a la falta de inversión en ganadería. Es realmente trágica la ignorancia económica de nuestros gobernantes.
Además, Kirchner luego pidió a los argentinos que "compren menos carne si no bajan los precios". Pero resulta que, debido al aumento de los precios, el consumo de carne ya bajó un 30% en los últimos tres meses.
Toda esta comedia de errores explica por qué Kirchner se lleva tan bien con Hugo Chávez, quien mientras aumenta la pobreza del pueblo venezolano compra bonos de la deuda argentina, se gasta más de mil millones de dólares en un estúpido cambio de símbolos patrios (la bandera y el caballo en el escudo, que ahora cabalgará a la izquierda), quiere reformar la Constitución para reelegirse indefinidamente y se arma para defenderse del imperialismo yanqui.
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