Corrige esta nueva hoja explícitamente dos puntos importantes: ya no se tomará dinero de los aportantes de las AFP para financiar Pensión 65, y el impuesto a las sobreganancias no quitará competitividad al Perú en lo relacionado con la captación de inversión minera. Ya no se habla de cambiar el "modelo neoliberal", ni de una "economía nacional de mercado". Se desprende entonces que la nueva propuesta respetará el modelo económico y las reglas de juego, aunque no se precisa que no se intentará cambiar el capítulo económico de la Constitución, o que Petro-Perú no intervendrá en el negocio gasífero para bajar los precios, o que no se reestatizarán los puertos y aeropuertos, o que no se volverá obligatorio el sistema público de pensiones y complementario el privado.
Suponemos que estos puntos –y varios otros– quedarán en suspenso, aunque no queda claro. De todos modos, es un avance de agradecer.
Sin embargo, cabe preguntarse si es posible cambiar de visión de desarrollo en tan corto tiempo. ¿Es posible pasar en tres semanas de rechazar a asumir el modelo neoliberal? No estamos hablando de un cambio en una o dos medidas, sino en la concepción del desarrollo, de las categorías mismas con que afrontamos la realidad. Cabe la posibilidad –ojalá no sea así– de que el cambio sea epidérmico, superficial, y que a la primera de bastos aflore la verdadera entraña del programa.
De hecho, es algo que ocurre a diario en el propio discurso del candidato. El otro día, por ejemplo, ante la CGTP (Confederación General de Trabajadores del Perú), llamó a hacer por fin efectivo el lema "El pueblo, unido, jamás será vencido". ¿Vencido por quién? Pues por empresas como las mineras, que basarían su prosperidad en la mano de obra barata y la represión de los trabajadores. Es decir, el capital como enemigo del trabajo. Ya la semana pasada llamó a no reelegir tal "modelo económico".
En realidad, el modelo económico funciona. Los ingresos de los más pobres han crecido. Acabamos de conocer que la pobreza bajó al 31,3% en 2010: se ha reducido casi a la mitad en 20 años. El INEI (Instituto Nacional de Estadísticas e Informática) ha revelado que los más pobres han visto crecer sus ingresos especialmente entre 2001 y 2009.
Lo que no funciona es el Estado. Eso es lo que hay que cambiar, y profundamente. Pues la gran división no es la que se da entre el capital y el trabajo, sino la que separa al sector formal del informal. Para resolver eso, lo peor es subsidiar la informalidad con dádivas sociales, como plantea Gana Perú incluso en su renovada hoja de ruta. No se trata de regalar dinero, sino de empoderar con instrumentos para la autogeneración de ingresos. Programas habilitadores, no asistencialistas, es lo que se necesita.
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JAIME DE ALTHAUS, director y conductor del programa La Hora N, columnista del diario El Comercio y autor de varios libros sobre el desarrollo del Perú.