El presidente ha afirmado que los soldados abandonan Irak "con la cabeza alta, orgullosos de sus éxitos", y que la retirada "refuerza el liderazgo norteamericano en el mundo". Pero eso no deja de ser una fanfarronada. Obama nunca ha demostrado gran interés en el porvenir de Irak una vez estemos fuera de su territorio. Siendo candidato a presidente, insistió en que ni siquiera la prevención de un hipotético genocidio sería una razón lo bastante buena para mantener tropas allí; y mucho después de que la estrategia del presidente Bush de aumentar los efectivos (surge) produjera avances extraordinarios en el desarrollo de la guerra, Obama seguía insistiendo en que no había hecho sino empeorar las cosas.
Obama nunca ha ocultado su deseo de sacar las tropas de Irak; desde luego, se ha volcado más en esto que en garantizar la viabilidad de Irak como un estable aliado proamericano en el mundo árabe. En términos de cálculo electoral cortoplacista, pocas veces se equivocará un presidente al traer a los chicos a casa por Navidad. De hecho, un sondeo del New York Times y la CBS realizado inmediatamente después del anuncio presidencial arrojaba un súbito aumento de la aprobación de Obama en lo relacionado con la cuestión iraquí.
Pero lo que es bueno para el esfuerzo obamita por la reeleción puede resultar catastrófico para Irak y para los intereses estadounidenses en Oriente Próximo.
El general en la reserva John Keane, artífice del surge de 2007 y asesor del general David Petraeus cuando éste era el máximo responsable militar estadounidense en Irak, considera la retirada "un desastre absoluto". La frágil y quebradiza democracia iraquí sigue siendo poco más que un conglomerado de facciones capaces de volver a caer en la violencia sin una fuerza norteamericana de interposición. El vecino Irán, que ya tiene escuadrones terroristas operando en el país, va a redoblar sus esfuerzos por dominar Irak y utilizarlo como plataforma para extender la teocracia islamista por el Golfo Pérsico. Después de la victoria sobre Al Qaeda en Irak, que tantas vidas y recursos nos costó, la salida de América abre la puerta al retorno de los yihadistas a partir de 2012.
"En Irak, ganamos la guerra en Irak y ahora perdemos la paz", ha declarado el general Keane al Washington Times.
A lo mejor todo acaba bien. A lo mejor el régimen constitucional iraquí demuestra ser más resistente de lo que se teme el general Keane. A lo mejor, como nos dice el presidente, la salida de Irak conduce verdaderamente a "reforzar el liderazgo americano en el mundo". Pero no es a eso a lo que apunta la historia.
Estados Unidos mantiene una presencia militar sustancial en Italia (unos 11.000 efectivos), Corea del Sur (28.500), Japón (40.000) y Alemania (54.000). Cuando las fuerzas norteamericanas se quedan largo tiempo en un territorio en el que han ganado conflictos sangrientos, por lo general el resultado son décadas de paz y progreso. Pero cuando EEUU sale corriendo, como hizo en Vietnam en 1972 o en Alemania a finales de la Primera Guerra Mundial, los resultados han sido ruinosos, tanto para los países abandonados como para la influencia norteamericana en el mundo.
Al retirar las tropas, el presidente está haciendo lo que dijo que haría. Si todo sale como espera, podrá anunciar a los cuatro vientos su éxito. Pero si ocurre lo contrario, no va a haber dudas de quién fue quien perdió Irak.