Su ascenso a la edad de la responsabilidad tiene numerosos padrinos. Rusia ha invitado a Hamas a visitar Moscú; el anuncio llegó cuando el presidente ruso se encontraba en España, donde sin duda recibió los buenos consejos del ministro de Exteriores, Sr. Moratinos, que estuvo en Israel y habló con los palestinos hace un mes.
El pasado 13 de febrero era el presidente Mubarak el que aseguraba al ministro israelí de Defensa que, en realidad, las amenazas de Hamas de aniquilar Israel son "insignificantes" y que no hay que hacerles demasiado caso; por tanto, hay que negociar.
El miércoles 15 era el Gobierno jordano el que invitaba a Hamas. ¿Cuánto tiempo tardará la Unión Europea en abrirle las puertas? Si la Unión asintiera a los deseos de Moratinos, lo haría de inmediato. El 17 de enero, en Jerusalén, cuando se entreveía la alta probabilidad de un triunfo de Hamas en las elecciones palestinas del día 25, el ministro español no se cansaba de predicar, a un público israelí especializado en la materia, las ventajas de mantenerse firmemente anclado a la mesa de negociación, y casi llegó a reñirles por haber perdido las maravillosas oportunidades de paz que, al parecer, los procesos de Madrid, Oslo y Camp David les ofrecieron en su día.
El Gobierno israelí no da muestras de creer en las ventajas de negociar con Hamas, ni de querer negarlas. Simplemente, espera sentado a que sea Hamas quien se la juegue, declarando si desea negociar la necesaria coexistencia con Israel que haga posible la gobernación de Palestina, como aconsejan a Hamas sus numerosos padrinos, o si prefiere seguir el curso violento de los años pasados, en que organizó sesenta ataques suicidas y lanzó centenares de cohetes y misiles contra los israelíes, hundiendo en el descrédito a la Autoridad Palestina y al pueblo en la miseria.
El Gobierno israelí, que todavía es el de Ariel Sharon, no puede dar la mínima muestra de disposición a la negociación porque quedaría rehén de Hamas, a la que le bastaría lanzar un ataque suicida o un atentado mayor para dar el triunfo en las elecciones israelíes del 28 de marzo al enemigo de Sharon, Netanyahu, el hombre que salió de su gabinete por considerar al primer ministro demasiado blando con los palestinos.
Netanyahu fue precisamente el hombre a quien Hamas dio el triunfo hace diez años, con una oleada de ataques suicidas, cuando competía en elecciones generales con Simón Peres, el hombre de las incansables y fracasadas rondas negociadoras con los palestinos. Peres es la figura número dos de Kadima, el partido fundado por Sharon, hoy liderado por el primer ministro Olmert. Para Netanyahu, Peres es la encarnación del entreguismo.
Tampoco puede el Gobierno israelí rechazar por ahora la posibilidad de abrir vías de coexistencia con Hamas, porque se alienaría de inmediato a tres de los cuatro componentes del famoso "cuarteto": Rusia, la UE y la ONU, dejando una vez más a los Estados Unidos en el incómodo papel de llanero solitario frente a la opinión mayoritaria de los poderes establecidos del mundo.
Lo que probablemente sí hará el Gobierno israelí es continuar la política de "despegue" respecto de los palestinos, iniciada por Sharon en Gaza y materializada en el muro de separación entre Israel y Cisjordania, cuyo inspirador primero fue, al parecer, el primer ministro en funciones, Olmert.
Después de que esa política fuera enunciada por Sharon, el medio ambiente internacional se ha vuelto más peligroso para Israel. Las amenazas de aniquilación lanzadas por Irán y la extensión del terrorismo de Al Qaeda a Jordania, así como su infiltración en Gaza y Cisjordania, encuadran la seguridad del Oriente Próximo en el marco del explosivo Gran Oriente Medio.
La respuesta a esta amenaza creciente se deja entrever estos días en Israel en los medios de información y opinión. Se trata de que el valle del Jordán, que separa a Palestina e Israel de Jordania y que hoy está prácticamente desierto por una acción deliberada de los israelíes, siga en sus manos después de que Israel se haya retirado del resto de Cisjordania. Razón alegada: las armas y los terroristas que pudieran entrar cruzando ese valle en territorio palestino pondrían en peligro, prácticamente a tiro de misil, la mayor parte del territorio israelí y el aeropuerto internacional Ben Gurion.