El caso es que dos años más tarde firmó una orden ejecutiva que permitió la detención indefinida de los encarcelados en Guantánamo; luego validó la vigencia de los tribunales militares. Su noción de que los combatientes enemigos sospechosos de terrorismo debían recibir la misma protección jurídica que los ciudadanos norteamericanos, al amparo de la Constitución norteamericana, terminó chocando con las limitaciones que, tarde o temprano, la realidad política impone a los más nobles ideales.
En enero de 2010 fue procesado en EEUU por intento de homicidio el nigeriano Umar Faruk Abdulmutalab, que había tratado de atentar contra un vuelo de Northwest Airlines en 2009. La Administración demócrata decidió juzgarlo en una corte civil, lo que significó darle el derecho a permanecer en silencio durante el interrogatorio y el acceso a un abogado. De ahí en más, el Estado se vio forzado a intercambiar información sensible por beneficios penitenciarios.
Un año después, la Casa Blanca cambió radicalmente de actitud.
En septiembre de 2011, un avión militar no tripulado sobrevoló Yemen y disparó un misil contra un automóvil que transportaba yihadistas, entre los que se contaba Anuar al Aulaqui, uno de los principales líderes de Al Qaeda. Aulaqui había sido uno de los entrenadores de Abdulmutalab, y, a diferencia de éste, era ciudadano americano. Obama autorizó su eliminación violenta sin detención ni juicio previo, ni siquiera en un tribunal militar de Guantánamo. Para entonces resultaba evidente que Obama miraba el mundo de manera distinta a como lo hacía cuando era candidato presidencial. De hecho, bajo su mandato se ha intensificado el uso de aviones militares no tripulados en operaciones antiterroristas desarrolladas en Pakistán, Afganistán, Somalia y Yemen.
Según un estudio de la New America Foundation, desde que Obama asumió el poder se han registrado en Pakistán 240 ataques con aviones no tripulados, en los que han muerto 1.300 sospechosos de terrorismo. Durante toda la era Bush sólo hubo 44 ataques de este tipo.
El cambio de Obama no fue fruto de un abandono de principios, sino de un reconocimiento de que la preservación de ciertos valores en tiempo de guerra suele ser un desafío para las democracias. Guantánamo no es un ideal de la democracia, es apenas una herramienta necesaria en la lucha contra el terror. Su permanencia testimonia que, en las guerras, las elecciones suelen ser entre lo malo y lo peor.