El 5 de noviembre, Nidal Hassam, de ascendencia palestina y relacionado con el clérigo radical yemenita Anuar al Aulaki, acribilló a 13 personas en Fort Hood, Tejas, e hirió a treinta más. Al referirse a este último suceso, Barack Obama no mencionó el extremismo islámico, advirtió de que no había que "apresurarse a sacar conclusiones" y prometió "investigar las motivaciones del supuesto pistolero". Por su parte, su Secretaria de Seguridad Interna, Janet Napolitano, aseveró, al enterarse del atentado frustrado del terrorista nigeriano, que había indicios de que formara "parte de algo mayor" y que el sistema "funcionó", a pesar de que sólo la suerte y el enorme coraje de algunos pasajeros impidieron un desastre.
En su primer pronunciamiento sobre el caso del avión, Obama calificó al terrorista de "extremista aislado". Ahora bien, a medida que aumenta la evidencia sobre la participación en el atentado de redes de Al Qaeda, no ha quedado otro remedio a los ilusos que hoy gobiernan en Washington que admitir con renuencia la verdad. Sin embargo, la señora Napolitano continúa negándose a hablar de "terrorismo" y prefiere la expresión "desastres causados por el hombre". ¡La corrección política, llevada a unos niveles demenciales!
Para vergüenza de la mayor parte de los medios de comunicación occidentales, cuya actitud genuflexa ante Obama ya causa desdén, el presidente norteamericano ha demostrado escasas dotes de liderazgo, una marcada parcialidad y una inquietante incomprensión de las realidades internacionales y las responsabilidades inherentes a su cargo.
El 20 de enero de 2009, la encuesta Gallup dio a Obama un 68% de respaldo. No obstante, ha empezado el 2010 con sólo un 47%, la cifra más baja cosechada por un presidente en su primer año de ejercicio. Esta estrepitosa caída escapa al entendimiento de los comentaristas de la prensa europea y latinoamericana, que aún viven de sus ensoñaciones; pero lo cierto es que Obama ha desencantado profundamente a buena parte del electorado, que en su momento, y engañado, votó por este político inexperto, sin brújula e inflado de vanidad. Sólo el 19% de los estadounidenses consideran que merecía el Premio Nobel.
De hecho, Obama se ha convertido en el presidente más polarizante de la historia norteamericana en el más corto período de tiempo. Prometió gobernar desde el centro, con equilibrio y transparencia, pero su Casa Blanca es tan sectaria como la de Nixon y está tratando de imponer leyes que son repudiadas por la mayoría del país pero que complacen al sector radical del Partido Demócrata.
Me atrevo a pronosticar que la nacionalización de la seguridad social puesta en marcha por Obama tendrá consecuencias muy negativas para él y su tolda. Este año 2010, el electorado estadounidense se prepara a ejecutar una severa sacudida del panorama político en su país. Los republicanos no han hecho demasiado para merecer el premio que probablemente recibirán, pero las torpezas, la miopía y la arrogancia de Obama y del despistado Partido Demócrata serán suficientes para el cambio que se avecina.
Obama fue una esperanza para muchos; hoy es una palpable decepción.
© AIPE
ANÍBAL ROMERO, Universidad Metropolitana de Caracas.
En su primer pronunciamiento sobre el caso del avión, Obama calificó al terrorista de "extremista aislado". Ahora bien, a medida que aumenta la evidencia sobre la participación en el atentado de redes de Al Qaeda, no ha quedado otro remedio a los ilusos que hoy gobiernan en Washington que admitir con renuencia la verdad. Sin embargo, la señora Napolitano continúa negándose a hablar de "terrorismo" y prefiere la expresión "desastres causados por el hombre". ¡La corrección política, llevada a unos niveles demenciales!
Para vergüenza de la mayor parte de los medios de comunicación occidentales, cuya actitud genuflexa ante Obama ya causa desdén, el presidente norteamericano ha demostrado escasas dotes de liderazgo, una marcada parcialidad y una inquietante incomprensión de las realidades internacionales y las responsabilidades inherentes a su cargo.
El 20 de enero de 2009, la encuesta Gallup dio a Obama un 68% de respaldo. No obstante, ha empezado el 2010 con sólo un 47%, la cifra más baja cosechada por un presidente en su primer año de ejercicio. Esta estrepitosa caída escapa al entendimiento de los comentaristas de la prensa europea y latinoamericana, que aún viven de sus ensoñaciones; pero lo cierto es que Obama ha desencantado profundamente a buena parte del electorado, que en su momento, y engañado, votó por este político inexperto, sin brújula e inflado de vanidad. Sólo el 19% de los estadounidenses consideran que merecía el Premio Nobel.
De hecho, Obama se ha convertido en el presidente más polarizante de la historia norteamericana en el más corto período de tiempo. Prometió gobernar desde el centro, con equilibrio y transparencia, pero su Casa Blanca es tan sectaria como la de Nixon y está tratando de imponer leyes que son repudiadas por la mayoría del país pero que complacen al sector radical del Partido Demócrata.
Me atrevo a pronosticar que la nacionalización de la seguridad social puesta en marcha por Obama tendrá consecuencias muy negativas para él y su tolda. Este año 2010, el electorado estadounidense se prepara a ejecutar una severa sacudida del panorama político en su país. Los republicanos no han hecho demasiado para merecer el premio que probablemente recibirán, pero las torpezas, la miopía y la arrogancia de Obama y del despistado Partido Demócrata serán suficientes para el cambio que se avecina.
Obama fue una esperanza para muchos; hoy es una palpable decepción.
© AIPE
ANÍBAL ROMERO, Universidad Metropolitana de Caracas.