Esta primacía es la gran novedad que diferencia a la actual conformación parlamentaria de sus dieciséis predecesoras: el partido mayoritario no es el laborista (Avodá) ni el conservador (Likud), sino uno nuevo conformado por políticos renunciantes de los dos clásicos.
Siempre hubo en la Knéset representación de alrededor de una docena de partidos; en la actual hay doce exactamente, a saber: Kadima (29), Avodá (laborista; 19), Likud (nacional-liberal; 12), Shas (sefardita ortodoxo; 12), Israel es Nuestro Hogar (nacionalista secular; 11), Unión Nacional (nacionalista religioso; 9), Jubilados (7), Frente de la Torá (ashkenazí ortodoxo; 6), Meretz (pacifista izquierdista; 5), Lista Árabe Unida (islamista palestina; 4), Balad (nacionalista palestina; 3), Jadash (comunista; 3). El presidente, Moshé Katzav, encomendó a Olmert conformar el Gobierno (6-4-06), y las negociaciones entre los partidos frutecerán después de la festividad de Pésaj (Pascua Hebrea, 12/19-4-06).
Ha quedado en el olvido que, en los primeros días postelectorales, también el nuevo líder laborista, Amir Péretz, se perfilaba como candidato a lograr una mayoría, en la que curiosamente iba a incluirse la Unión Nacional –en ésta no faltan sectores seducidos por el populismo laborista–. Dicho amague de Péretz le valió la deseada cartera de Seguridad, que Kadima le ofreció a fin de que desistiera de su aspiración a regir el Gobierno.
Olmert completa una docena de personalidades que desempeñaron en Israel el cargo de primer ministro, desde los días de David Ben Gurión, quien lo ejerció durante los primeros tres lustros del país. Cuatro de dichas personalidades pertenecieron al campo nacional-liberal: Menajem Beguin, Isaac Shamir y el actual presidente del Likud, Benjamín Netanyahu. También en ese sector se sustentaban las raíces de Ariel Sharon, quien lo abandonó mientras ejercía el poder, y de Olmert, quien se presentó a las elecciones habiendo renegado ya de su linaje ideológico y ahora ha preferido como socio principal al laborismo por sobre el Likud.
Por ello, al Gobierno emergente se lo define como de centroizquierda, aunque incluirá inicialmente al partido Israel es Nuestro Hogar, liderado por Avigdor Lieberman, a quien, en el típico lenguaje que desinforma sobre la realidad israelí, el corresponsal español Juan Cierco (de ABC) ha denominado "de extrema derecha ultranacionalista". No hay en la plataforma de ese partido ni un párrafo que justifique semejante caracterización, que en Europa se reserva a grupos fanáticos generalmente extraparlamentarios (en Israel hubo dos listas de esta índole, que no superaron el mínimo de votos requeridos para ingresar en la Knéset).
Una de las propuestas de Israel es Nuestro Hogar es que Israel debería ceder a la Autoridad Palestina las áreas de la Galilea en las que se concentra la mayor parte de la población árabe israelí. Elocuentemente, los árabes se oponen categóricamente a dicha posibilidad: prefieren que su territorio permanezca bajo soberanía sionista antes de ser ciudadanos de un Estado árabe palestino. Protestan contra Israel, pero revelan sus verdaderos sentimientos cuando votan con los pies.
Para colmo de distorsión, Cierco agregó a su definición de Lieberman un epíteto rayano en el racismo: "ultranacionalista ruso". Hablamos de un parlamentario israelí de 47 años y ciudadano del Estado hebreo desde hace 30, pero ese dato parece imperceptible a quienes se empeñan en tergiversar la naturaleza del Estado de Israel como país del pueblo judío renacido.
Una de las expresiones de ese renacer es precisamente el término "Knéset", que deriva del evento con que concluye nada menos que la Biblia Hebrea. En la llamada "Declaración de Ciro", del año 535 a. e. c., el rey persa permitió el regreso de los judíos a Israel desde el destierro babilónico. Cuando retornaron, rigió la vida de los judíos una asamblea nacional cuyo nombre y número de miembros han sido heredados por el Parlamento del moderno Israel.
¿Arriba el aburrimiento?
La animadversión de los medios contra los partidos locales de centroderecha y de derecha (que en bloque podrían alcanzar la mitad de las bancadas parlamentarias) no es exclusivamente europea; incluye también a los tres principales diarios israelíes. Ello ha generado el lugar común de definir a Kadima como "moderado", impresión que es cuando menos prematura.
Habrá notado el lector que, de las doce listas arriba enumeradas, la única en que se omitió definición ideológica es la primera. El motivo es que se trata de un partido ecléctico de difícil encuadre doctrinario. Así lo expresó el ministro de educación, Meír Shitrit –quien también se retiró de las filas del Likud-: "Nos hemos desconectado de las ideologías".
Esta desconexión podría exhibir aspectos positivos, pero asimismo supone una receta para consumar caprichos y vaivenes políticos que luego se explicarán como pragmatismo, y además, en su indefinición, genera el río revuelto en que medran los oportunistas.
Es inevitable que todo Gobierno incluya algunos políticos de menor vuelo, pero no es menos cierto que la ciudadanía espera de quien lo preside que tenga dotes de estadista más que de funcionario. Y aunque esta clasificación suena a enteramente subjetiva, hay algunas formas de reconocer a un genuino estadista: siempre debate sobre ideas y sobre cómo llevarlas a la realidad, y raramente sobre coaliciones y componendas; elude las cuestiones personales, en las que con tanta frecuencia caen los políticos menores; tiene una perspectiva histórica de sus decisiones; irradia convicción. Son reconocibles los estadistas en la talla de Margaret Thatcher o José María Aznar; en Israel, a Benjamín Netanyahu le fue arrebatada la posibilidad de ejercer el poder desde esa altura debido a la escisión de su partido como consecuencia de la sharonada.
La decisión democrática del pueblo israelí no ha concedido a Kadima el papel de gran mayoría que anunciaba, sino el de partido con capacidad de negociar con sus pares desde una posición aventajada. En cuanto a su líder, éste no tiene una trayectoria que brille por su convicción o profundidad. Esta carencia podría modificarse con su nuevo rol de premier israelí, o, si no, quizá incluso jugará a su favor, como lo escribiera ocurrentemente Edgar Keret en Tel Aviv (27-3-06): "Lo que esta región necesita es Olmert, es decir, alguien que nos aburra tanto a nosotros y a los palestinos que caeremos en una especie de sopor… Él es el hombre que nos hará dormir".
* Coordinador de Suplementos de Libertad Digital.