"Presentar la creación del Estado como un acto de latrocinio y su persistencia como una injusticia histórica constituye la base central del no reconocimiento por parte de la Autoridad Palestina del derecho de Israel a existir", puede leerse en Palestinian Media Watch. Por lo demás, semejante acusación mina la posición internacional de Israel.
¿Es cierto el mantra de marras?
No, no lo es.
Irónicamente, la construcción de Israel ha sido uno de los procesos migratorios y de nation building más pacíficos de la historia. Comprender el porqué de tal fenómeno exige considerar al sionismo en su contexto. La norma histórica es la conquista, así de simple. Casi todos los Estados se han creado a expensas de otros. Nadie retiene siempre el control, las raíces de cada cual siempre están en otra parte.
Las tribus germánicas, las hordas de Asia Central, los zares rusos y los conquistadores españoles y portugueses rehicieron el mapa del mundo. Los griegos de hoy en día no tienen sino una tenue conexión con los de la Antigüedad. ¿Quién puede contar el número de veces que Bélgica ha sido invadida? Los Estados Unidos llegaron a ser luego de derrotar a los nativos americanos, y los arios invadieron la India.
Debido a su importancia y posición geográfica, Oriente Medio ha experimentado numerosísimas invasiones; por parte de los griegos, los romanos, los árabes, los cruzados, los seléucidas, timúridas, los mongoles, los europeos modernos. Por otra parte, los conflictos dinásticos hacían que un mismo territorio –Egipto, por ejemplo– fuera conquistado una y otra vez.
El territorio del actual Israel no es ninguna excepción. En Jerusalén sitiada, Eric H. Cline escribe: "Por ninguna otra ciudad se ha combatido más implacablemente a lo largo de la historia". El propio Cline enumera 118 conflictos en y por Jerusalén en los últimos 4.000 años; habría sido destruida por completo al menos en dos ocasiones, asediada en 23 ocasiones, tomada en 44 ocasiones, atacada en 52 ocasiones.
Frente a este legado de conquistas y violencias incesantes, los esfuerzos sionistas por asentarse en Tierra Santa sorprenden por su benignidad, fueron más de tipo mercantil que militar. Dos grandes imperios, el otomano y el británico, gobernaron sucesivamente por aquel entonces Eretz Israel. Los sionistas no tenían fuerza militar, así que no podían conseguir un Estado por medio de la conquista.
Lo que hicieron fue comprar suelo. La adquisición de tierras, dunam a dunam, granja por granja, casa por casa, está en la base de la empresa sionista hasta 1948. El Fondo Nacional Judío, creado en 1901 para comprar tierras en Palestina "a fin de colaborar en la fundación de una nueva comunidad de judíos libres, partícipes de una industria pacífica y activa", era la principal institución sionista, y no la Haganá, la organización clandestina de defensa, fundada en 1920.
Los sionistas se volcaron en la recuperación de un suelo estéril, que se consideraba imposible de cultivar. No sólo hicieron florecer el desierto, sino que drenaron pantanos, limpiaron canales, reforestaron colinas y desalaron el terreno. Sus labores de potabilización del agua y recuperación del suelo redujeron de forma notable la cifra de muertes causadas por enfermedades como la malaria.
Sólo cuando, en 1948, los británicos cedieron el poder y los Estados árabes trataron de machacar y expulsar a los sionistas recurrieron éstos a las armas y consiguieron nuevos territorios manu militari. Pero incluso en esas circunstancias, tal y como demuestra el historiador Efraim Karsh en Palestina traicionada, la mayoría de los árabes abandonó sus tierras de forma voluntaria; muy pocos fueron expulsados.
Esta historia contradice frontalmente la versión palestina de "bandas de maleantes sionistas que se robaron Palestina y expulsaron a su población", lo que provocó una catástrofe "sin precedentes en la historia", según puede leerse en un manual escolar palestino; los sionistas "saquearon el territorio palestino (...) y crearon su Estado sobre las ruinas del pueblo árabe-palestino", ha escrito un columnista en el diario de la Autoridad Palestina. Estas falsedades se repiten con frecuencia en organismos, periódicos y universidades de todo el mundo.
Los israelíes deberían ir con la cabeza bien alta e incidir en que la construcción de su país tuvo por soporte el movimiento popular menos violento y más pacífico de la historia. No hubo bandas de maleantes robándose Palestina, sino comerciantes comprando Israel palmo a palmo.