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ESTADOS UNIDOS

No es la inmigración, sino la ilegalidad

En el candente debate acerca de la inmigración ilegal en los Estados Unidos ha habido mucha retórica, pero poca comunicación y un muy pobre intercambio de ideas y opiniones. Se trata de una cuestión que genera emociones muy fuertes en vastos segmentos de la sociedad, pero esto no debería servir como excusa para justificar argumentos esencialmente emocionales y carentes de un criterio racional. Y son estos criterios racionales, justamente, los que brillan por su ausencia en los argumentos esgrimidos por gran parte de mis colegas hispanos.

En el candente debate acerca de la inmigración ilegal en los Estados Unidos ha habido mucha retórica, pero poca comunicación y un muy pobre intercambio de ideas y opiniones. Se trata de una cuestión que genera emociones muy fuertes en vastos segmentos de la sociedad, pero esto no debería servir como excusa para justificar argumentos esencialmente emocionales y carentes de un criterio racional. Y son estos criterios racionales, justamente, los que brillan por su ausencia en los argumentos esgrimidos por gran parte de mis colegas hispanos.
Suelo leer y escuchar con frecuencia, particularmente en medios norteamericanos en español, acerca de un movimiento –o de personajes– al que se describe como "antiinmigrante". Lo cierto es que, si bien hay pequeños grupos de "ultras" de todos los colores, tanto políticos como étnicos, que han expresado puntos de vista extremistas sobre la cuestión migratoria, no existe un movimiento antiinmigrante en los Estados Unidos, ni se ha utilizado retórica antiinmigratoria en el debate central sobre esta cuestión.
 
Existe un movimiento contra la inmigración ilegal, pero sus principales voceros siempre hablan de las bondades de la inmigración y del aporte positivo que ésta ha hecho al país. Por lo tanto, no se trata de personajes que se oponen a la inmigración, sino a la ilegalidad, y referirnos a éstos como antiinmigrantes es faltar a la verdad y descalificar injustamente lo que dicen.
 
El problema central del debate sobre la inmigración ilegal, o "no autorizada", no tiene nada que ver con la inmigración... y todo con el respeto a la ley. Quienes impulsan una legislación que penalizaría la inmigración ilegal no se oponen a la inmigración, sino a la violación sistemática de las leyes federales o, lo que es aún peor, a la no aplicación, de manera selectiva, de las leyes correspondientes al caso.
 
Si hay algo que ha caracterizado históricamente a los Estados Unidos, además de su generosa política migratoria, y sido responsable de su éxito y de su atractivo ante potenciales inmigrantes, es que éste es un país donde rige un Estado de Derecho y se respetan las leyes.
 
El Estado de Derecho, que se traduce directamente del inglés como "el imperio de la ley", es uno de los valores elementales en esta tierra, que cuenta con alrededor de la mitad de los abogados del planeta. La noción de la aplicación estricta y uniforme de las leyes es uno de los pilares fundamentales de esta sociedad y beneficia al conjunto de la población.
 
Durante las pasadas dos décadas los Estados Unidos recibieron alrededor de un millón de inmigrantes legales al año, lo que constituye la mayor cifra para cualquier país del mundo a lo largo de la historia. Al haber mecanismos legales y millones de personas que, año a año, se han adaptado a ellos e inmigrado legalmente, es insensato decir que la inmigración ilegal es producto de la falta de disposiciones que permitan el ingreso legal de quienes quieren habitar en suelo estadounidense.
 
La diferencia principal es que, mientras millones de inmigrantes han ingresado por los canales legales y esperando su turno, otros millones se niegan a esperar su lugar y optan por ingresar ilegalmente. Esta violación de la ley no debe ser ignorada y, mucho menos, recompensada.
 
Los hispanos de los Estados Unidos somos concientes de la importancia del Estado de Derecho. Es precisamente éste uno de los motivos principales que hacen tan atractiva esta sociedad, en contraposición a la arbitrariedad e ilegalidad que rigen en la mayoría de nuestros países de origen. Por ese motivo, es importante que defendamos la aplicación de la ley por sobre nuestros intereses sectarios y que promovamos un debate abierto y honesto acerca de la inmigración ilegal, evitando los golpes bajos y las acusaciones infundadas.
 
 
Pablo Kleinman, estadounidense de origen argentino, dirige el diario de opinión El Iberoamericano.
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