Como la sociedad descrita en Un mundo feliz, la gente de Cuba vive una existencia hipnótica, desprovista de libertades y sujeta desde la infancia a condicionamientos mentales. Y, como en Un mundo feliz, la cúpula gobernante sabe que para mantenerse debe contar con "agentes que velen por el orden", para detener cualquier amago de la población de querer independizarse del gobierno.
Por esto, el régimen castrista no recortará los gastos en los rubros relacionados con la defensa interna y externa (esa lucha contra el enemigo del Norte que nunca tiene lugar...); por el contrario, los ampliará, para responder a cualquier eventualidad relacionada con la eclosión de protestas populares.
Con la imposición brutal de un nuevo plan económico para mantenerse a flote, Raúl Castro sabe que cundirá en el país el descontento, y su única manera de prevenirlo pasa por reforzar los órganos nacionales de seguridad.
Informaciones llegadas desde Cuba indican que los ministerios del Interior (Minint) y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (Minfar) no se verán afectados por los drásticos recortes de personal que ha decretado Raúl Castro; por el contrario, se está reclutando más personal para labores de defensa que en cualquier otra época desde el triunfo de la Revolución.
La respuesta de los militares en caso de un alzamiento de la población es algo que siempre ha inquietado a los gobiernos autoritarios; se trata de una inquietud que comparten, por ejemplo, Raúl Castro, el venezolano Hugo Chávez y los mandatarios que giran en torno a las directrices del binomio La Habana-Caracas.
El destino de Cuba bien puede cambiar a resultas de una confrontación de la ciudadanía, cansada tras más de 52 años de miseria y promesas incumplidas, y los organismos de seguridad, integrados por esa misma ciudadanía. Habría que ver cuál sería su respuesta.
Mientras, el régimen de La Habana, el de Caracas y sus satélites menores se atrincheran y refuerzan sus búnkeres.