Sabemos que cientos de personas mueren al año tratando de cruzar al otro lado, pero son muchísimos miles más las que van y vienen sin problemas, en el marco de un sistema muy afectado por la corrupción y del que las mafias, a ambos lados de la raya, obtienen pingües beneficios.
También se conoce que los carteles mexicanos han convertido sus respectivos territorios en un gigantesco campo de batalla; pelean entre ellos para quedarse con el mercado de las drogas y, de paso, aterrorizan a la población, con el fin de consolidar su poder a través del miedo.
Pero ¿dónde han aprendido las técnicas terroristas esos narcotraficantes? Algunos dicen que les asesoran guerrilleros colombianos de las FARC, aunque en los últimos días la secretaria de Interior de los Estados Unidos, Janet Napolitano, desvió las miradas hacia los islamistas: "Llevamos un tiempo preguntándonos qué pasaría si Al Qaeda se uniera a los Zetas". Napolitano respondía así a un congresista del Comité de Seguridad de la Cámara de Representantes temeroso de que la porosidad de la frontera sea aprovechada por los terroristas para introducir en territorio estadounidense explosivos convencionales o bombas biológicas.
Los críticos de Napolitano la tacharon de irresponsable por generar pánico entre la población, pero muchos sabemos que los estadounidenses no hacen declaraciones sin ton ni son. Recientemente, un ataque a dos funcionarios de la oficina de Inmigración y Seguridad Interna disparó las alarmas.
Hay quienes argumentan que el gobierno de Barack Obama pretende convencer a los republicanos de que aprueben un aumento –o por lo menos de que se queden como están– de los fondos destinados a la lucha contra los cárteles mexicanos, en un momento en que la letalidad de estos se ha convertido en un peligro para la seguridad nacional.
Unir las luchas contra el narco y contra el terrorismo podría contribuir a sacudir la conciencia de los políticos del norte, a quienes se ha advertido de que la violencia puede hacer de México un país ingobernable, lo cual afectaría negativamente al desempeño económico del mismo, lo que a su vez tendría funestas consecuencias sociales y generaría migraciones masivas.
Después del ataque a las Torres Gemelas de Nueva York, esa alianza es un rumor muy voceado y extendido. Hace pocos años, los servicios de inteligencia de los Estados Unidos autenticaron un video donde un reclutador de Al Qaeda instruía a sus alumnos sobre cómo perpetrar ataques masivos:
Cuatro libras de ántrax, en una maleta llevada por un combatiente a Estados Unidos a través de los túneles mexicanos, garantizan la muerte de 330.000 americanos en una hora.
No hay pruebas fehacientes para determinar si Al Qaeda –u otros grupos similares– está infiltrándose en los Estados Unidos con ese fin. Por otra parte, si los narcos se unieran a los terroristas islámicos cometerían un error, pues esto sólo añadiría un nuevo inconveniente a sus negocios ilegales.