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EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS

Nancy en la Cámara de Representantes

Hasta hace muy poco tiempo, en la política norteamericana había una sola mujer llamada Nancy. Se apellidaba Reagan. Ahora hay dos. La segunda se apellida Pelosi. Recién elegida presidenta de la Cámara de Representantes, tras la victoria demócrata en las últimas elecciones, Nancy Pelosi ha empezado a ver cumplidas sus ambiciones, que vienen de lejos.

Hasta hace muy poco tiempo, en la política norteamericana había una sola mujer llamada Nancy. Se apellidaba Reagan. Ahora hay dos. La segunda se apellida Pelosi. Recién elegida presidenta de la Cámara de Representantes, tras la victoria demócrata en las últimas elecciones, Nancy Pelosi ha empezado a ver cumplidas sus ambiciones, que vienen de lejos.
Hija y hermana de dos alcaldes de Baltimore, la capital de Maryland, en la Costa Este, Pelosi se mudó a la otra punta del país tras casarse con un empresario californiano. Así empezó, con éxito, una carrera política que le llevó a la dirección del Partido Demócrata de California en 1980.
 
Según relata el Almanac of American Politics, Pelosi ha mantenido siempre posiciones muy firmes en un asunto que no le ha proporcionado demasiada popularidad en un sector importante de los votantes californianos. Y es que desde el primer momento se opuso a que Estados Unidos regularizara sus relaciones comerciales con Pekín, o aceptara el ingreso de China en la Organización Mundial del Comercio, hasta que la república comunista no se democratizara y aceptara la pluralidad y el liberalismo político. Habrá quien lo atribuya a táctica, pero Pelosi ha plantado cara no sólo a los republicanos, también a buena parte de los demócratas y a los numerosos votantes de origen chino que hubieran preferido una posición más flexible, como la que ha prevalecido.
 
Pelosi, por otra parte, se ha mantenido fiel a un ideario progresista, con programas de protección del medio ambiente, políticas de limitación de riesgos en la lucha contra el sida y posiciones avanzadas en planificación familiar. También ha sido partidaria de integrar a los inmigrantes en los programas de bienestar. En un distrito como el de San Francisco, un programa de estas características le ha llevado a salir elegida siempre por mayorías muy considerables.
 
En la Cámara de Representantes demostró su ambición desde el primer momento. En la votación crucial sobre el apoyo al uso de la fuerza para intervenir en Irak, en otoño de 2002, encabezó la oposición a la resolución de Bush y consiguió un inesperado apoyo por parte de 126 demócratas, frente a los 86 que votaron con los republicanos. Aquella victoria le condujo al liderazgo de la minoría demócrata en la Cámara.
 
Howard Dean.Muchos, incluidos algunos adversarios, reconocieron que Pelosi traía energía y un aire renovador a unas bancas que no sabían cómo encajar las sucesivas victorias republicanas. Aun así, su firmeza no consiguió que su grupo apoyara unánimemente su posición en contra de la ley por la que Bush y los republicanos ampliaron los derechos de medicación en el programa Medicare. Fue una lección, ha comentado Michael Barone, de humildad política.
 
Tal vez eso le sirvió para conseguir que el Partido Demócrata no se rompiera tras la elección para el liderazgo del Comité Nacional Demócrata del radical Howard Dean, en febrero de 2005. Pelosi, que llamó "incompetente" a Bush por su gestión de la guerra de Irak, es tan radical como Dean en esa cuestión, pero resulta bastante más abierta a la negociación.
 
Las elecciones de 2006 le han llevado, sin duda merecidamente, dada su constancia y su empeño, a la presidencia de la Cámara de Representantes. Pero su primer gesto, tras una elección unánime por parte de su bancada, ha sido un error. Apoyó explícitamente, por carta, la candidatura de Jack Murtha, representante de Pensilvania (aunque el Weekly Standard ha dudado de que el apoyo fuera mucho más allá). La razón fue, sin duda alguna, que Murtha ha sido, como ella misma, un opositor feroz a la intervención en Irak.
 
El caso es que Murtha ha sido derrotado por Steny Hoyer, representante de Maryland, lo que no deja de ser una ironía, en vista de los orígenes familiares de Pelosi. Murtha, que arrastraba una historia de relaciones poco claras con lobbistas washingtonianos, era, en realidad, el candidato de una causa, una sola: la de la oposición a la guerra de Irak, la de la retirada más rápida posible. Hoyer, en cambio, se ha sabido mover en círculos más amplios y ha tenido en cuenta que muchos de los nuevos electos (60) lo han sido en distritos que votaron a Bush en 2004, así como que nadie, por ahora, sabe muy bien lo que eso quiere decir.
 
En cualquier caso, como demuestra la elección de Hoyer, se impone la prudencia y una cierta templanza. En el nuevo Congreso hay 44 de los llamados Blue Dogs Democrats (un grupo fundado en 1994 y conformado por demócratas centristas y económicamente conservadores), que reivindican la herencia de Truman y Johnson, no siempre se han alineado con los miembros de su partido y se han convertido en bisagras a la hora de decidir los resultados de algunas votaciones clave. Según el Weekly Standard, hay otros 29 demócratas recién llegados cuyas posiciones están aún por fijar.
 
Parece que Nancy Pelosi tendrá que dejar de lado las declaraciones radicales a la hora de manejar una situación más complicada de lo que en un principio pareció.  
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