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DESDE GEORGETOWN

Minimalismo texano

El estado de Texas es un ejemplo de minimalismo político. Los texanos eligen a su gobernador, pero también a buena parte de su equipo. Le obligan, por tanto, a trabajar con gente que no siempre es de su mismo partido y que tiene, y lo sabe, su propio apoyo en el electorado.

El estado de Texas es un ejemplo de minimalismo político. Los texanos eligen a su gobernador, pero también a buena parte de su equipo. Le obligan, por tanto, a trabajar con gente que no siempre es de su mismo partido y que tiene, y lo sabe, su propio apoyo en el electorado.
Tomado de www.ilovethewest.com.
Los texanos eligen además a los nueve miembros del Tribunal Supremo y, como no podía ser menos, a sus representantes en el Congreso. Éste se reúne 140 días cada dos años (mejor dos días cada 140 años, dijo una vez Bush, en una broma típica). El gobernador aprovecha esos meses para sacar adelante sus proyectos. Es peligroso, porque todo se acumula en muy poco tiempo y con mucha presión. Por otra parte, los legisladores a tiempo parcial cobran un sueldo simbólico. Una de las mejores armas del gobernador es la amenaza de convocar una sesión especial.
 
Texas también es minimalista en otros aspectos. No tiene impuesto sobre la renta. Los ingresos del Estado proceden de los impuestos sobre la propiedad y las ventas, alguna lotería y las transferencias del Gobierno central. Los programas de bienestar no son precisamente los más generosos del país. Texas aparece siempre en los últimos puestos en cuanto a pagos a funcionarios, inversiones en autopistas y carreteras, hospitales y escuelas. En 2001 era el Estado que menos gastaba por habitante de todo el país: 2.470 dólares.
 
En contraste con su Gobierno, Texas es un estado de dimensiones gigantescas, mayor en casi todos los aspectos que muchos países. Tiene una historia accidentada, dramática y truculenta. Entre 1836 y 1845 fue una república independiente. Es de los pocos estados soberanos (el único reconocido internacionalmente) directamente integrado en la Unión. El artículo 1 de su Constitución tiene una cláusula de salida.
 
Detalle de la bandera de Texas.Hoy, el "Lone Star State" –por su bandera con una única estrella– es el segundo más grande de la Unión, después de Alaska. Su población de más de 22 millones lo convierte en uno de los más poblados. En un discurso en Israel, Bush confesó que le asombraba el pequeño tamaño de un país que en sus fronteras de antes de 1967 no era más grande que King Ranch, uno de los más antiguos y clásicos ranchos texanos. Texas es hoy uno de esos raros estados en los que Tocqueville todavía podría preguntarse, como hizo hace 170 años, dónde estaba el Gobierno en América.
 
A pesar de su selecta educación, a Tocqueville nunca le asustaron el mal gusto ni la demagogia, que consideraba inherentes a la democracia auténtica. Aun así, la sola dimensión de Texas, su falta de complejos, su total ausencia de consideración y de respeto hacia la "cultura" europea y la arrogancia –la chulería, dicen algunos de sus vecinos– de los texanos le dejarían, probablemente, algo más que perplejo.
 
En las celebraciones de toma de posesión del actual presidente los texanos tomaron Washington, y en sus fiestas combinaban las botas vaqueras con el smoking. El propio Bush se divierte en esas ocasiones, y ya lleva varias, haciendo un gesto con la mano universalmente considerado de mal gusto. En Texas es el gesto de guerra del equipo de fútbol de la Universidad del Estado.
 
Texas es la cuna de Enron, una empresa de la que los texanos se sentían personalmente orgullosos hasta que descubrieron que también había albergado al mayor fraude financiero de toda la historia de Estados Unidos. El célebre rancho de JR en la serie Dallas, hoy abierto al público como un museo, es una choza comparada con las mansiones de los millonarios texanos. Neiman Marcus, la cadena de grandes almacenes nacida en Dallas, ofrecía en su último catálogo de Navidad un zepelín por 10 millones de dólares, y un submarino individual por 1,7 millones.
 
Lyndon B. Johnson.A los texanos no les gusta que el Gobierno se meta en sus asuntos. Pero a ellos sí que les gusta meterse en la política nacional. Texas ha dado desde 1960 tres presidentes, dos de ellos característicamente texanos: Lyndon B. Johnson, gran figura populista, tan excesiva como el propio Estado de Texas, y George W. Bush (hijo). Además, los representantes de Texas en Washington siempre han sabido "traer el tocino" a casa, como se suele decir. Sam Rayburn, congresista durante 48 años, fue uno de los grandes promotores del New Deal en los años 30. Los texanos consiguieron para su Estado grandes obras públicas, y entre otras la base militar de Fort Hood, las instalaciones militares de San Antonio y las de la NASA en Houston.
 
Las inversiones del Estado central en Texas han sido un factor importante de desarrollo y modernización, aunque ésta no llegó hasta mucho más tarde. Como en otros estados, el gasto del Gobierno central ayuda a explicar el largo predominio demócrata en la política local.
 
El predominio demócrata y su participación en la Guerra Civil a favor de la Confederación, además de su situación geográfica, colocan a Texas entre los estados del Sur. Durante largo tiempo, como los demás sureños, los texanos vivieron de la exportación de materias primas, en particular algodón y petróleo: una economía en el límite del subdesarrollo.
 
También tiene una larga historia de racismo y segregación, con leyes que impedían en la práctica el voto de los negros y los hispanos, minorías importantes entre la población.
 
La historia de Texas, quizás más que la de ningún otro estado, está llena de anécdotas en que la acción política se distingue apenas de la corrupción y la brutalidad. Sin embargo, y a diferencia de los estados del Sur profundo, como Mississippi o Tennessee, en Texas no prevaleció la cultura sureña. Nunca tuvo una auténtica aristocracia. La oligarquía texana hace alarde de sus tradiciones, pero siempre ha estado abierta a los recién llegados capaces de aprovechar, aunque sea con un golpe de suerte, las posibilidades que les brinda una economía tan abierta como gigantesca.
 
Texas es un estado fronterizo, con todo lo que la palabra "frontera" evoca en la mitología nacional norteamericana. Entre el Sur y el Oeste, se parece bastante a estados como California, que han sabido atraer a gente dispuesta a arriesgar: primero en la agricultura y la ganadería, luego en el petróleo y más tarde en otra clase de actividades empresariales. Ahora bien, a diferencia de California, que atrajo a elites cultivadas y proclives al intervencionismo estatal, permaneció fiel al espíritu de frontera. El Estado de Texas no creció como el californiano. No puso en marcha grandes programas de bienestar y prefirió endosar las obras públicas al Gobierno central.
 
California y de Texas han tenido actitudes muy distintas hacia sus vecinos del Sur. Texas ha estado considerablemente más abierta a la relación con México, y ha integrado con mucha más rapidez y eficacia a los inmigrantes que atraviesan todos los días los más de 2.000 kilómetros de frontera. Ahora se publicitan mucho los intentos de algunos grupos de texanos –blancos– por detener la inmigración ilegal. Pero mucho más importante que eso ha sido una actitud que ha impedido que en Texas se hayan creado guetos tan populosos, densos y enquistados como los que existen en California.
 
El resultado es que Texas sigue siendo de los estados que más crecen en población. Según datos oficiales, un 19,4% entre 1980 y 1990, un 22,8% entre 1990 y 2000 y un 6,1% entre 2000 y 2003, casi el doble que la media norteamericana. A diferencia de otros Estados, particularmente del norte y del este, sigue siendo zona de inmigración. Y no sólo acuden inmigrantes del sur. También vienen del norte –y del oeste, en particular de California–, huyendo de los impuestos y del consiguiente encarecimiento de la vida y la vivienda.
 
En los años 50 empezaron a despegar industrias de vanguardia, como Texas Instruments, que por entonces supo aprovechar las inversiones militares. Luego el desarrollo se vio impulsado por empresarios visionarios como el creador de Dell. De una economía prácticamente tercermundista, Texas pasó en treinta años a ser una de las más avanzadas del mundo, sin recorrer el camino de las economías industrializadas, con grandes sindicatos y regulaciones laborales, propias de estados del norte como Michigan o Nueva York.
 
La combinación de espíritu empresarial, cultura individualista, visión global, escasos prejuicios y voluntad de competir –en particular con California– han hecho de Texas una de las economías más prósperas y dinámicas de todo el país. También invierte considerablemente en investigación y educación: la Universidad de Texas cuenta con uno de los fondos, procedente de campos de petróleo, más cuantiosos de Estados Unidos. Hoy se sigue sacando petróleo en Texas, pero lo más importante es que aquí hay más especialistas en extracción de gas y petróleo que en cualquier otro lugar del mundo.
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