A 180 años de distancia, ¿qué resultados arrojaron los privilegios exorbitantes otorgados para fomentar el desarrollo de una industria papelera en México?, ¿tiene el país una poderosa industria papelera exportadora y competitiva internacionalmente? No. Los saldos visibles de ese "visionario" proyecto de 1825 son dos grandes y modernas plazas comerciales al sur de la Ciudad de México (Loreto y Cuicuilco), propiedad del más adinerado empresario mexicano, quien forjó gran parte de su fortuna a partir de un consorcio telefónico protegido durante más de una década de la competencia.
Otro tanto se puede decir de los "apoyos" proteccionistas y mercantilistas otorgados, a lo largo de casi dos siglos, a la industria siderúrgica, a la industria textil, a la minería, a la aviación comercial y a una lista casi interminable de actividades que en algún momento se beneficiaron de la protección del Estado con la excusa de que resguardarlas frente a la libre competencia, darles protección como a recién nacidos, las haría algún día competitivas internacionalmente, ejemplos de productividad.
¿Cuál ha sido la lógica económica detrás de estos desastrosos experimentos mercantilistas, que por cierto se siguen confundiendo perversamente con el auténtico capitalismo de libre mercado?
Por una parte, hay razones fiscales que explican el fenómeno. Durante varias décadas fue más ventajoso para los grandes propietarios en México que la mayor parte de los ingresos del Estado proviniesen de los aranceles a la importación, en lugar de padecer un sistema fiscal que gravase las rentas sin privilegios ni excepciones. Si ese arreglo deja utilidades exorbitantes a los productores nacionales, que de esa forma tienen un mercado cautivo obligado a comprarles, ¡tanto mejor!
Por otra parte, más que una lógica puramente económica encontramos un arreglo netamente político entre negociantes y políticos en busca del poder. No en vano los grandes patrocinadores de campañas electorales de todo signo son los mismos beneficiarios del sistema, que exigen a cambio de sus apoyos el retorno de privilegios perdidos o el sostenimiento de los que aún se conservan.
De hecho, buena parte de las grandes turbulencias políticas verificadas en México desde la apertura unilateral de la economía –alrededor de 1986– se encuentran vinculadas de una u otra forma con las reacciones de los intereses afectados por las aperturas económica y política.
Perdido el monopolio del poder federal del PRI en el año 2000, hemos presenciado en estos años la sorda lucha por restaurar o recomponer –bajo una apariencia de competencia electoral democrática– ese modelo de apropiación de rentas.
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