El incidente ocurrió en fechas cercanas a la Navidad, luego de un partido de fútbol entre la Argentina y Brasil en el que Maradona fue presentado al encargado de negocios de Irán en Buenos Aires, quien invitó al astro del fútbol a visitar su país. Encantado, Maradona respondió: "Ya conocí a Chávez y a Fidel. Ahora sólo me falta conocer a su presidente. Quiero conocer a Ahmadineyad". Y agregó: "Estoy con los iraníes de todo corazón, de verdad lo digo. Lo digo porque lo siento: estoy con el pueblo de Irán".
Maradona no alcanza a comprender que su preocupación por el pueblo iraní lo debería llevar a condenar, y no a saludar, al régimen que lo somete, reprime y hostiga. La de los ayatolás es una de las dictaduras más prolongadas y más crueles de la contemporaneidad. Pero el Diego es un gran futbolista, no un gran pensador, y sus decisiones parecen obedecer más a la espontaneidad del sentimiento que a la frialdad de la razón.
Unos pocos días antes, Maradona había anunciado que pretendía tatuarse a Hugo Chávez, que así acompañará en su cuerpo a Fidel Castro y a Ernesto Che Guevara. Su romance con el líder bolivariano nació casi tres años atrás, en 2005, durante una visita del ex futbolista a Caracas. Al salir de una reunión con el mandatario de Venezuela en el Palacio de Miraflores, Maradona exclamó: "A mí me gustan las mujeres, pero salí enamorado de Chávez". Y agregó: "Me parece que Chávez le hace bien al mundo. Es un número 10… Es un gigante, un monstruo".
Ese mismo año Maradona participó en la Cumbre de los Pueblos que el kirchnerismo organizó extraoficialmente en Mar del Plata en repudio a Estados Unidos y a su presidente, a quien Maradona había tachado de "basura humana". Antes había viajado en el Tren del ALBA junto a Chávez, Evo Morales y el cineasta Emir Kusturica, quien asimismo estaba deseoso de realizar una película sobre el ex campeón de fútbol.
A mediados de este año Maradona viajó de nuevo a Venezuela, esta vez para inaugurar la Copa América. El estadio lo ovacionó.
Aparentemente, su interés por la política internacional afloró en Cuba, durante el período que pasó allí para tratar su adicción a las drogas (una sobredosis de cocaína casi lo mata en el año 2000). Pero su gusto por la vida global ya se había manifestado con anterioridad. En 1999 viajó a Trípoli invitado por la Federación Libia de Fútbol, presidida por Saadi Gadafi, multimillonario hijo del presidente libio y él mismo futbolista profesional. En el aeropuerto de Ezeiza, antes de partir, dio una conferencia de prensa en la que criticó a los Estados Unidos y elogió a Libia. Dos años más tarde, Maradona asistiría como invitado de honor a la boda de Saadi Gadafi.
En 1985 se trenzó en un curioso episodio que involucraba al entonces Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, Juan Pablo II. Luego de una visita al Vaticano, trascendió el malestar de Maradona con el Papa por un asunto relativo a los rosarios que éste le dio, algo que el icono del fútbol consideró una "falta total de respeto". Posteriormente, Maradona diría: "Estuve en el Vaticano y vi los techos de oro. Y después escucho al Papa diciendo que la Iglesia estaba preocupada por los pibes pobres. ¿Y? ¡Vende los techos, viejo! ¡Hacé algo!". Para entonces, conforme ha revelado el escritor británico Martin Amis, Maradona tenía unos ingresos anuales de 15 millones de dólares: 7 millones del Nápoles, 3 de la televisión italiana y 5 de Hitachi.
Muchos años después, Maradona lanzaría su propio programa televisivo: La Noche del 10. "Si Jesús tambaleó, ¿por qué no debería tambalear yo también?", preguntó conmovido a su millonaria audiencia. Nada pudo con el rating de aquel programa esa noche: ni un film de Harry Potter ni el show del famosísimo Marcelo Tinelli.
Diego Armando Maradona conmociona. Millones de fans lo adoran. En ciertos sectores, él forma opinión pública. Y ello explica probablemente por qué los iraníes lo quieren a su lado. Dieguito puede ser un valioso activo en una campaña de relaciones públicas.
JULIÁN SCHVINDLERMAN, analista político argentino.