El paquete de estímulo recientemente aprobado por el Congreso de EEUU incluye disposiciones de "compre americano" que discriminan a las importaciones. De igual manera, la ayuda de París a su industria automotriz está sujeta a que no cierre ninguna planta en Francia: eso significa que cerrará otras en el exterior, aunque sean más eficientes.
Quienes saldrán peor parados no serán los norteamericanos o los europeos, sino los latinoamericanos, sobre todo por el creciente nacionalismo financiero. Según ha informado la revista The Economist, los bancos norteamericanos y europeos que han recibido ayudas gubernamentales tienen instrucciones de concentrar sus créditos en el mercado nacional. De tal manera que los flujos de capital hacia América Latina se contraerán dramáticamente. El Fondo Monetario Internacional pronostica para este año una caída de las inversiones extranjeras privadas en los mercados emergentes de casi el 82%.
Recientemente el vicepresidente para América Latina del Banco Mundial dijo que la región comenzó a sufrir un brusco parón en los flujos de capital tras el colapso de Lehmann Brothers, en septiembre de 2008. Esto, y el colapso de los precios de las materias primas, es muy grave para la zona.
En su recién publicado libro Fixing Global Finance (Cómo reparar las finanzas mundiales), el distinguido comentarista del Financial Times Martin Wolf sostiene que la banca latinoamericana es demasiado pequeña para respaldar por sí sola a la industrias locales. En otras palabras: América Latina depende más del capital extranjero que otras regiones del mundo y, por consiguiente, tiene más que perder con el creciente nacionalismo financiero de Estados Unidos y Europa.
Entonces, ¿qué deben hacer sus gobiernos? En primer lugar, deben exigir a Estados Unidos y a Europa que cumplan con los tratados vigentes. Asimismo, deben denunciar enérgicamente las medidas nacionalistas de los países desarrollados, y recordarles que con ellas perjudican especialmente a los latinoamericanos más pobres. Y, lo más importante, deben conseguir que los europeos y los norteamericanos comprendan que la libertad de comercio, de intercambiar bienes y servicios a través de las fronteras, no es un privilegio, sino un derecho.
Quien primero argumentó en este sentido fue el teólogo franciscano Francisco de Vitoria, allá por el año 1532, cuando escribió que el libre comercio se deriva del derecho natural a la libre asociación. De Vitoria insistía en que ni los gobiernos coloniales ni el rey de España podían impedir que los latinoamericanos comerciaran libremente con mercaderes europeos, y afirmaba que las leyes que reprimen el intercambio comercial son "inicuas y contrarias a la caridad".
Cuando el proteccionismo es la norma, todos terminamos perdiendo. Es un sistema que promueve la complacencia y la ineficiencia entre los protegidos e impide el acceso al mercado y a las oportunidades económicas a quienes requieren inyecciones de capital extranjero. Pero lo peor es que el nacionalismo económico es fundamentalmente injusto y nos impide reconocer que todo el mundo es, en realidad, nuestro vecino, con independencia de cuál sea su nacionalidad.
© AIPE
SAMUEL GREGG, director de investigaciones del Acton Institute y autor de libros como LA LIBERTAD EN LA ENCRUCIJADA.
Quienes saldrán peor parados no serán los norteamericanos o los europeos, sino los latinoamericanos, sobre todo por el creciente nacionalismo financiero. Según ha informado la revista The Economist, los bancos norteamericanos y europeos que han recibido ayudas gubernamentales tienen instrucciones de concentrar sus créditos en el mercado nacional. De tal manera que los flujos de capital hacia América Latina se contraerán dramáticamente. El Fondo Monetario Internacional pronostica para este año una caída de las inversiones extranjeras privadas en los mercados emergentes de casi el 82%.
Recientemente el vicepresidente para América Latina del Banco Mundial dijo que la región comenzó a sufrir un brusco parón en los flujos de capital tras el colapso de Lehmann Brothers, en septiembre de 2008. Esto, y el colapso de los precios de las materias primas, es muy grave para la zona.
En su recién publicado libro Fixing Global Finance (Cómo reparar las finanzas mundiales), el distinguido comentarista del Financial Times Martin Wolf sostiene que la banca latinoamericana es demasiado pequeña para respaldar por sí sola a la industrias locales. En otras palabras: América Latina depende más del capital extranjero que otras regiones del mundo y, por consiguiente, tiene más que perder con el creciente nacionalismo financiero de Estados Unidos y Europa.
Entonces, ¿qué deben hacer sus gobiernos? En primer lugar, deben exigir a Estados Unidos y a Europa que cumplan con los tratados vigentes. Asimismo, deben denunciar enérgicamente las medidas nacionalistas de los países desarrollados, y recordarles que con ellas perjudican especialmente a los latinoamericanos más pobres. Y, lo más importante, deben conseguir que los europeos y los norteamericanos comprendan que la libertad de comercio, de intercambiar bienes y servicios a través de las fronteras, no es un privilegio, sino un derecho.
Quien primero argumentó en este sentido fue el teólogo franciscano Francisco de Vitoria, allá por el año 1532, cuando escribió que el libre comercio se deriva del derecho natural a la libre asociación. De Vitoria insistía en que ni los gobiernos coloniales ni el rey de España podían impedir que los latinoamericanos comerciaran libremente con mercaderes europeos, y afirmaba que las leyes que reprimen el intercambio comercial son "inicuas y contrarias a la caridad".
Cuando el proteccionismo es la norma, todos terminamos perdiendo. Es un sistema que promueve la complacencia y la ineficiencia entre los protegidos e impide el acceso al mercado y a las oportunidades económicas a quienes requieren inyecciones de capital extranjero. Pero lo peor es que el nacionalismo económico es fundamentalmente injusto y nos impide reconocer que todo el mundo es, en realidad, nuestro vecino, con independencia de cuál sea su nacionalidad.
© AIPE
SAMUEL GREGG, director de investigaciones del Acton Institute y autor de libros como LA LIBERTAD EN LA ENCRUCIJADA.