Por lo general, después de las elecciones los votantes y los activistas retoman sus vidas cotidianas, pero es entonces que los grupos de interés redoblan sus esfuerzos para influir en los políticos. La gente que quiere algo del gobierno contrata a cabilderos, dona dinero a los partidos y hace todo lo que puede por ponerle la mano encima al dinero del contribuyente. Por lo que hace al propio contribuyente, no puede esperar ejercer la menor influencia sobre tal o cual ley o partida presupuestaria.
Los del Tea Party deben cambiar ese patrón. Han de mantener la presión sobre el Congreso y las legislaturas estatales. Deben exigir resultados, no solamente promesas. Asimismo, habrían de pugnar por que los republicanos se mantengan centrados en la agenda económica, que tantos éxitos les hizo cosechar en las legislativas del otro día, y no se enfrasquen en cuestiones sociales controvertidas, pues ello podría dividir el movimiento y espantar a los independientes.
Los republicanos triunfantes deben demostrar a los votantes que van en serio cuando hablan de que hay que expandir las libertades y recortar el estado. Pues recordemos que durante los años de Bush hijo se encargaron de echar abajo el legado de Ronald Reagan, y nadie olvide que es más difícil reconstruir que destruir. Sea como fuere, el rechazo a la agenda Big Government de Barack Obama, Harry Reid y Nancy Pelosi les ha dado una nueva oportunidad.
Los miembros republicanos de la Cámara de Representantes deberían hacer lo siguiente:
– Tomarse en serio la reducción del gasto.
En tiempos de George W. Bush, el gasto federal anual creció en un billón de dólares... antes de que llegara la crisis y las cuentas se salieran completamente de madre. Bush se convirtió en el presidente más dispendioso desde Lyndon B. Johnson, con su Big Society y su guerra de Vietnam.
Poco le duró el récord al anterior inquilino de la Casa Blanca. Su sucesor lo ha hecho trizas: hoy se gasta más del doble que con Bush, y el déficit anual supera el billón de dólares. La nuestra es una política fiscal semejante a la griega...
Los republicanos no paran de prometer que controlarán el gasto, pero con todo el tesón del mundo han evitado hacer concreciones al respecto. La Cámara de Representantes debe acometer recortes genuinos que contribuyan a reducir el gasto y a equilibrar el presupuesto.
– Revertir la reforma sanitaria.
A los votantes no les gustó el Obamacare; y, frente a lo que auguraban numerosos pronósticos, siguen en las mismas. Los republicanos prometieron echarlo abajo, y deberían cumplir su promesa. Ahora bien, evidentemente, no es probable que el Senado y el presidente apoyen una ley derogatoria. De manera que la Cámara de Representantes debería negarse a financiar las provisiones de dicha ley y vigilar que el Departamento de Salud no haga justo lo contrario.
– Impedir que entre en vigor la inminente subida de impuestos.
En principio, los impuestos subirán el próximo 1 de enero. El Congreso debe bloquear esta subida, preferentemente ya mismo, y si no a principios del propio enero. La previsión de un alza impositiva probablemente representará un incentivo negativo al gasto y la inversión.
– Hacer una profunda reflexión acerca de la guerra contra las drogas.
Gracias a los esfuerzos de los partidarios de la guerra contra las drogas, sólo 119 millones de americanos han consumido alguna vez drogas ilegales, y sólo 22 millones recurren a ellas por lo menos una vez al mes. Mientras tanto, la violencia generada por la prohibición está destruyendo México y penetrando en el suroeste del país.
Según un estudio publicado por el Cato Institute, legalizar las drogas permitiría a las arcas públicas ahorrar 41.300 millones de dólares al año.
Si no puede poner fin directamente a esta política fracasada, el Congreso debería crear una comisión independiente que estudie y proponga alternativas.
– Mantenerse firmes frente a los intereses especiales.
Lo que más interesa al país es reducir el gasto, el déficit y la deuda, y para ello nada mejor que mantener a los cabilderos lejos del erario. Quizá sea una buena táctica aprobar una resolución que obligue a las agencias federales a funcionar con el 90 por ciento del gasto actual y elimine las abultadísimas asignaciones aprobadas por los subcomités.
– Evitar las controversias sociales.
Cuando los republicanos de Bush se volcaron en asuntos como la prohibición del matrimonio homosexual y el caso Schiavo (eutanasia), se alejaron de sectores como el de las profesionales de clase media y media-alta, los universitarios, los jóvenes, los libertarios y los independientes. Y perdieron dos elecciones. Después de 2008, parecen haber aprendido la lección. Ahora se han centrado en el gasto, la reforma sanitaria y la expansión del estado, y conseguido con ello aglutinar a los detractores de los planes de Obama.
Sí: los republicanos deberían mantener el rumbo y no volver a fastidiarla.
© El Cato
DAVID BOAZ, vicepresidente ejecutivo del Cato Institute y autor de libros como Liberalismo.