Mientras los países europeos debaten la manera de abordar el emergente fundamentalismo entre las comunidades de inmigrantes musulmanes, así como el peligro que para su seguridad nacional y su cultura representan aquellos que pretenden ser considerados oficialmente una comunidad aparte, en EEUU reina la calma y los cerca de un millón de musulmanes que viven allí lo hacen en paz.
Mientras en Europa las acciones terroristas las emprenden musulmanes locales, los autores materiales del ataque contra el World Trade Center no contaron con la ayuda de un solo musulmán americano.
En Europa, y también en Canadá, se escuchan voces estridentes que reclaman la instauración de la sharia. En EEUU no. Tampoco se han escuchado por allí demandas en pro de la oficialidad de la lengua árabe. Por lo demás, y a diferencia de lo que ocurre en el Viejo Continente, en EEUU las figuras prominentes de la comunidad musulmana condenan públicamente el terror islamista y proclaman orgullosos su lealtad a su nueva patria.
Una encuesta llevada a cabo por el Consejo de Relaciones Islamo-Americanas (CAIR) en el año 2006 entre el electorado musulmán reveló que el 84% abogaba por que los musulmanes resaltaran los valores que comparten con los cristianos y los judíos, y que el 76% afirmaba que los musulmanes rezan al mismo Dios que los cristianos y los judíos. El 89% de los encuestados declaró votar con regularidad, el 86% celebrar el Cuatro de Julio y el 64% izar la bandera nacional. Nada parecido puede encontrarse en las encuestas que se realizan en Europa.
¿Cómo explicar este contraste tan pronunciado? Sí, el porcentaje de población musulmana es sensiblemente inferior en EEUU que en Europa, pero esto por sí sólo no sirve de explicación.
He aquí cinco diferencias fundamentales entre Europa y EEUU que sí nos pueden servir:
1. Estados Unidos ha sido siempre tierra de inmigración, de ahí que tenga una vasta experiencia en lo relacionado con la absorción de inmigrantes de distintas culturas. En Europa, en cambio, el fenómeno de la inmigración es relativamente nuevo. Por otra parte, EEUU es más selectivo que el Viejo Continente a la hora de elegir qué inmigrantes pueden acceder a su territorio.2. Estados Unidos mantiene una separación máxima, si no absoluta, entre la religión y el Estado. Así pues, no ha lugar a las demandas de los creyentes musulmanes. Sin embargo, en Europa la religión sigue siendo muy influyente, incluso en los Estados que carecen de una oficial –con la excepción, quizá, de Francia–, en lo relacionado con la educación y la vida pública.3. Estados Unidos tiene una larguísima tradición de individualismo. Es el individuo quien se las ve con el Estado. Es el individuo el que jura lealtad a la bandera y a la Constitución. Allí, el individuo puede entablar un diálogo con el Estado sin tener que recurrir a intermediarios como los Consejos Musulmanes que se han creado en Francia y el Reino Unido.4. Quien emigra a Estados Unidos sabe que su porvenir económico depende de sí mismo; que emigra a un país donde tendrá la oportunidad de enriquecerse y hacerse célebre. Por el contrario, a quien pone rumbo a Europa le motiva, en parte, la posibilidad de disfrutar de asistencia estatal. Sin embargo, cuando recibe los subsidios de turno comprueba que éstos no son suficientes para situarse en pie de igualdad con los naturales del país.5. Tanto Estados Unidos como Europa reconocen el multiculturalismo. Pero mientras en EEUU eso conduce al reconocimiento de las distintas culturas, a la tolerancia y a la aplicación de medidas de discriminación positiva en los mundos de la educación y el trabajo, en el Viejo Continente, y especialmente en el Reino Unido, Holanda y Escandinavia, ha venido significando la atribución de derechos culturales colectivos que aíslan a los inmigrantes del resto de la población.
De un tiempo a esta parte los expertos y los líderes políticos europeos están prestando atención a la manera americana de absorber inmigrantes musulmanes.
En Israel la situación es, evidentemente, muy distinta, en gran medida como consecuencia del conflicto que mantiene con el mundo árabe y del antiisraelismo radical de la dirigencia del mismo. Pero el ejemplo americano es igualmente significativo. La cuestión más importante, también para nosotros, es saber si es posible que el mundo árabe se avenga a los valores democráticos modernos, que ponen el acento en las libertades individuales y remiten las cuestiones religiosas al ámbito privado.
El mundo democrático se erige sobre dos pilares: a) la consideración, de origen judío, de que todos los seres humanos han sido creados a imagen de Dios, y b) el fomento de la crítica del pensamiento predominante, que debemos a los griegos. A día de hoy, ni una sola sociedad árabe ha aceptado tales pilares. Es más, las sociedades árabes se mueven cada vez más hacia el extremismo opresor, hacia la erradicación de la libertad y de todo pensamiento independiente.
Albert Camus, ese judío originario del norte de África que combatió el colonialismo francés, exhibió en sus obras la repugnancia que sentía hacia la tendencia antimoderna presente en el mundo árabe-musulmán. En una entrevista con L'Express, Camus declaró: "Los árabes no tienen otra opción que aceptar los valores de Occidente". Si el autor de La peste siguiera entre nosotros, podría señalar como ejemplo a la comunidad árabe y musulmana de EEUU, pues muestra que, en las condiciones apropiadas, el individuo árabe-musulmán no difiere en absoluto del occidental en sus aspiraciones de vivir en democracia y con libertad.
Para terminar, y por volver a Israel, éste puede aprender dos cosas de Ámerica: la necesidad de que todos los inmigrantes y naturalizados presten juramento de lealtad a la nación que les acoge y la importacia de introducir reformas fundamentales en la economía, para que todo árabe-israelí pueda progresar económicamente y librarse del abrazo del oso de la burocracia.
AMNON RUBINSTEIN, ex ministro de Educación de Israel.