Previamente habíamos escuchado a su ministro de Exteriores, Bernard Kouchner, decir que el mundo tenía que decantarse por una de estas dos opciones: acometer una acción diplomática que consiga detener el programa nuclear iraní o ir a la guerra. Por lo que hace al propio Sarkozy, no confía demasiado en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde China y Rusia se dedican a bloquear toda medida efectiva contra Irán. Lo que anda buscando el mandatario francés es que la UE se sume a EEUU en la imposición de sanciones contundentes al régimen de Teherán.
"La debilidad y el desistimiento no conducen a la paz, sino a la guerra", afirmó Sarkozy. Esta advertencia sobre las consecuencias del apaciguamiento iba dirigida especialmente a Alemania, que viene resistiéndose a las presiones norteamericanas en pro de la adopción de sanciones eficaces por razones de índole económica.
Sarkozy no es, precisamente, un perrito faldero de los Estados Unidos. Como buen presidente de la V República, siempre saca a relucir el excepcionalismo francés. Ahora bien, mientras el gaullismo tradicional tendía a considerar la grandeur francesa como un contrapeso al poderío norteamericano, Sarkozy no ve contradicción alguna entre la autoafirmación francesa y el trabajar mano a mano con Washington. De hecho, Kouchner ha declarado: "El antiamericanismo permanente es una tradición que estamos intentando dejar atrás".
El giro radical de París va a provocar un cambio trascendental en la propia Europa. Los europeos del Este son proamericanos por razones históricas (tienen fresco en la memoria el papel de EEUU en la derrota del ocupante soviético) y geográficas (sus países están muy cerca de Rusia, que vuelve a mostrarse muy agresiva), pero ese paso de Chirac a Sarkozy, de Villepin (que presionó activamente a los países del Tercer Mundo para que se opusieran a Washington en la crisis iraquí) a Kouchner (que apoyó la invasión norteamericana de Irak por motivos humanitarios), va a transformar significativamente las relaciones entre EEUU y la Vieja Europa.
El Reino Unido es un aliado natural de América. Alemania, por obra y gracia de su historia reciente, es más un discípulo que un líder. En cuanto a Francia, está en condiciones de definir la política europea. Y eso es precisamente lo que está intentando Sarkozy.
El viraje francés se enmarca en un panorama más amplio de revitalización de las políticas iraquí e iraní de la Administración Bush. La atmósfera ha cambiado incluso en el Congreso norteamericano: el otro día la Cámara de Representantes aprobó por abrumadora mayoría una resolución en la que se aboga por la imposición de duras sanciones al régimen de los ayatolás y por que la Guardia Revolucionaria iraní sea considerada una organización terrorista; por su parte, el Senado sacó adelante una moción, por 76 votos a 22, en la que se afirma que impedir a Irán servirse de las milicias chiíes que operan en Irak para derrocar al Gobierno de Bagdad es un "interés nacional crítico" de los Estados Unidos.
Hace unos cuantos meses, la gran pregunta era ésta: ¿forzará un Congreso en manos demócratas la retirada de Irak?; hoy, es esta otra: ¿qué podemos hacer para triunfar en Irak y parar los pies a Irán, que arde en deseos de vernos fracasar?
Todos estos cambios son producto de los experimentados sobre el teatro iraquí de operaciones. Tiene que pasar algo de tiempo para que la realidad consiga hacerse un hueco en los debates de Washington; pero tras el testimonio de Petraeus-Crocker ante el Congreso era imposible seguir dejando de lado la realidad del éxito cosechado por nuestra nueva estrategia contra la insurgencia.
Los hechos se han impuesto hasta en la retórica de Hillary Clinton, el aspirante demócrata a la Casa Blanca más sofisticado, políticamente hablando. En el Senado, la Clinton vota contra la financiación de la guerra porque su objetivo es trastornar la política del presidente y apaciguar a la izquierda; pero cuando se le pregunta qué haría en el caso de que fuera la presidenta de la nación, entonces opta por ponerse a cubierto. Dependería de cómo estuvieran las cosas, ha dicho. Dependería, por ejemplo, de si nuestra alianza con las tribus sunníes para acabar con Al Qaeda en Irak estuviera siendo fructífera o no. Asimismo, cuando en ABC News le preguntaron si traería las tropas de vuelta a casa para enero de 2013, declaró que no quería entrar en los dominios de las "hipótesis" ni "hacer promesas".
Tras las elecciones de 2006 se dio por muertas tanto a la Presidencia como a la política exterior de George Bush. Sin embargo, los muertos que vos matáis... Ahí está Francia, a punto de unírsenos en un último esfuerzo por dar con una solución no militar al problema iraní, mientras que el éxito obtenido por la nueva estrategia contra la insurgencia en Irak va a permitir a Bush seguir adelante con los planes de Petraeus hasta que abandone la Casa Blanca. Y tanto el Congreso como los demócratas realistas ya están pensando en cómo hacer que Petraeus triunfe definitivamente y hacer planes para lo que venga a continuación...