Como es bien sabido, los grupos parlamentarios constituyen la clave para el funcionamiento y la puesta en marcha de iniciativas políticas en la Cámara comunitaria. Estos grandes grupos están formados por partidos de diversas nacionalidades. Y como en las elecciones europeas no se escoge a un Gobierno europeo y el consenso es la regla básica en el PE, el reparto de poder depende de las coaliciones que se establezcan entre los grupos parlamentarios. De ahí la importancia de un cambio de tal magnitud en el seno del grupo parlamentario del Partido Popular Europeo.
Desde hace tiempo, amplios sectores del Partido Conservador británico venían criticando que el grupo del PPE no reflejaba la visión no federalista mayoritaria entre las filas conservadoras... y en la propia opinión pública británica. Así que Cameron explicó su decisión como una cuestión de honestidad política; y con razón, puesto que la campaña electoral europea de su partido se basó en la defensa de esa visión no federalista de Europa. Era cuestión de coherencia.
Lo legítimo era esperar que los conservadores británicos hicieran todo lo posible por formar un grupo parlamentario con unos socios que defiendan una visión no federalista de Europa. Así que el 22 de junio se constituyó el grupo parlamentario conservador y reformista en el PE. Con esta creación, Cameron cumplía esta promesa, hecha ya en 2005, cuando afirmó que los miembros del Partido Conservador abandonarían el grupo del PPE.
¿Y ahora? La decisión de Cameron no está exenta de ciertos peligros, puesto que algunos de sus nuevos socios parlamentarios defienden posiciones extremas en determinados asuntos, como recuerdan insistentemente desde el PPE. Tanto éstos como los laboristas británicos cargan contra Cameron afirmando que ha colocado su partido en el extremo del espectro político europeo, y que con ello Gran Bretaña perderá poder e influencia en la UE, y que si hubiera permanecido en el PPE pertenecería al grupo parlamentario más numeroso.
Este argumento, tan empleado por la burocracia europea, es falso: la influencia política de Gran Bretaña en Europa y en el mundo depende de su poderío económico, comercial, militar y diplomático, y no de si 25 diputados pertenecen a un grupo parlamentario o a otro con el único objetivo de conseguir algunos puestos de responsabilidad en el PE. ¿Acaso alguien recuerda el nombre su actual presidente? ¿Significa esto que si Cameron se convierte en el próximo premier, Merkel y Sarkozy no querrán tratar con él porque sus diputados han abandonado al PPE? ¿El prestigio y la influencia de Gran Bretaña en Asia va a ser menor porque 25 eurodiputados británicos abandonen un grupo parlamentario?
La idea de que el poder y la influencia en la UE de un Estado miembro como Gran Bretaña se mida por la pertenencia de sus diputados al PPE está pasada de moda. En el fondo, lo que ocurre es que este grupo es el que mejor refleja el eje francoalemán. Pero el esquema francoalemán feneció el pasado 1 de mayo de 2005, con la ampliación a 12 Estados provenientes del centro y del este de Europa. Por eso no es coincidencia que la mayoría de los socios de Cameron provengan de estos nuevos miembros de la Unión, de los que cinco tienen responsabilidades de Gobierno en sus respectivos países.
Es cierto que algunos de los socios de Cameron defienden ideas que pueden molestar a los partidarios de lo políticamente correcto; pero también hay que reconocer que los partidos que forman el Grupo Conservador y Reformista han tenido el valor de defender una visión de Europa que representa una alternativa real, visible, creíble y consolidada –a pesar de los continuos intentos de desestabilización que hoy en día sufren por parte del PPE– a la idea oficial que impregna la cotidiana y mediocre realidad de las instituciones comunitarias, especialmente del PE. En esta disyuntiva, el PPE representa, mejor que nadie, a la vieja Europa, y el Grupo Conservador Reformista se ajusta más a la nueva, representada por los países del Este, ávidos de libertad y prosperidad.
La sola existencia del GCR es de por sí un éxito, puesto que manda una señal muy clara a la opinión pública europea: es posible defender la existencia de una Europa atlantista, partidaria de la libre competencia y del mercado único. Una Europa reformista y ambiciosa que rechace el burocratismo administrativo y políticamente correcto de la clase política comunitaria. Su irrupción pone, además, en una posición muy incómoda al PPE. ¿Elegirá éste aliarse con los socialistas europeos, como ha hecho hasta ahora, o preferirá defender los ideales del centro derecha?
Planteamos esta pregunta porque el resultado de las europeas del pasado junio permite, por primera vez, la formación de una gran coalición de centro-derecha en el PE. Hasta ahora, la suma de los diputados del PPE-DE (con los conservadores británicos) y de los liberales no conseguía la mayoría absoluta, mientras que, enfrente, la suma del PPE-DE y de los socialistas sobrepasaba claramente dicho umbral. Pero en la legislatura que ahora comenzamos, si la suma de PPE + socialistas representa el 60% de los diputados, la de los populares europeos, los liberales y loe miembros del GCR suma el 54% de los escaños.
Así pues, los diputados liberal-conservadores pueden dominar el PE. ¿Qué hará el PPE?
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