Recientemente dijo: "Necesito atribuciones especiales, que me da la Constitución. No haré nada que no esté dentro de ella para hacer leyes especiales y enfrentar la coyuntura [provocada por las lluvias]". Sin embargo, el gobernante venezolano no engaña a nadie, ni dentro ni fuera de su país. Su uso descarado de los otros poderes –el legislativo y el judicial– llama la atención, y debería ser objeto de estudio, así como su complejo carácter. Pero sería muy largo hacerlo en este artículo. Sí quiero destacar, de todas formas, que en estos momentos Chávez está haciendo uso de los últimos recursos, que él proclama como legales, para apoderarse de Venezuela y no soltarla jamás. Es una macabra copia de lo que hizo su maestro Fidel Castro en Cuba.
Por eso somos muchos los que vemos los movimientos de Chávez como un golpe de estado, golpe que remachará, con clavos apernados, el ataúd de la democracia venezolana. La creación inconstitucional del Parlamento comunal, el avance de las expropiaciones masivas, la eliminación de Globovisión...: hechos como éstos acabarán con cualquier vestigio de libertad en el país.
Igualmente, son muchos los que consideran que los poderes extraordinarios que le acaba de conceder el Parlamento son una maniobra para imponer el terror en la población.
La ley habilitante no ayudará al país a salir de la enorme crisis que padece, provocada por la desidia del mismo régimen, y tampoco contribuirá a aliviar el impacto de las inundaciones. Se trata única y exclusivamente de dar todo el poder a Chávez. Por otra parte, la nueva Ley de Telecomunicaciones pondrá una completa mordaza a internet. La Sociedad Interamericana de Prensa acaba de advertir al mundo de que las leyes que Chávez pretende aprobar serán un duro golpe al derecho a las libertades informativas.
El propósito fundamental de la reforma a la Ley de Telecomunicaciones es cerrar Globovisión. Ésta ha sido la meta de Chávez durante años: acabar con la única cadena opositora. Para ello ha urdido un plan maquiavélico: pretende que se obligue a las cadenas a acudir, por medio de sus respectivos accionistas mayoritarios, a las autoridades para pedir la transformación de sus títulos. Así las cosas, habría de regresar a Venezuela el presidente de Globovisión, Guillermo Zuloaga, quien se encuentra asilado en Estados Unidos. Si no lo hiciera, se cancelaría la concesión al canal.
¿Demoníaco? Por supuesto. ¿Qué se podría esperar del Discípulo del Diablo?