Posteriormente, en una sesión especial de la ONU sobre el Tratado de No Proliferación Nuclear celebrada en 1995, Zahawie, que era el delegado iraquí, habló con vehemencia de la urgente necesidad de contrarrestar la capacidad nuclear israelí. En aquel momento la mayor parte de los países democráticos carecía de relaciones diplomáticas plenas con el régimen de Sadam, por lo que había muy pocos embajadores iraquíes acreditados en el extranjero. Los intereses de Irak estaban a menudo representados por el genocida e islamista Gobierno de Sudán (por cierto, otro ejemplo más de connivencia entre los "seculares" baazistas y los fundamentalistas que estaban protegiendo a Osama ben Laden). Había una excepción, una "ventana" iraquí al mundo de la diplomacia abierta, el reconocimiento mutuo entre el régimen baazista y el Vaticano.
Zahawie fue destinado al muy importante y sensible puesto de Roma en 1997, y se mantuvo como el embajador de Sadam ante la Santa Sede hasta el año 2000. Quienes le conocieron por entonces recuerdan a un hombre muy entregado a las diatribas antijudías, con entrada permanente para las representaciones de Wagner en Bayreuth. (Bueno, como admirador de Das Rheingold y, en particular, de Götterdämmerung, creo poder vivir con esto. Hitler prefería, secretamente, a un kitsch enfermizo como Franz Lehar).
En febrero de 1999 Zahawie abandonaba por unos días su oficina en el Vaticano y rendía visita oficial a Níger, un país conocido por absolutamente nada... aparte de por sus vastísimos yacimientos de uranio. Fue en Níger donde Irak había adquirido uranio en 1981, como queda confirmado en el Informe Duelfer. Para compartir la perspectiva de Joseph Wilson sobre esta iniciativa diplomática baazista tienes que ser capaz de creer que el durante mucho tiempo lugarteniente de Sadam Husein para asuntos nucleares se encontraba en Níger para hablar de algo que no fuera lo obvio.
La inteligencia italiana (la primera que tuvo noticia del viaje de Zahawie desde Roma) vio difícil asumir semejante perspectiva y alertó a la francesa (que tiene mejores contactos en África occidental y un interés más marcado en asuntos nucleares). A su debido tiempo, los franceses llamaron la atención de los británicos, que pasaron la sugestiva información a Washington. Como todo el mundo sabe, en el discurso sobre el Estado de la Unión de enero de 2003 se aludió a dicho descubrimiento de segundas y muy diluidamente.
Si lo referido fuera todo lo que se sabía, seguro que habría un acuerdo universal acerca de que ninguna Administración americana que se tuviera por responsable podría haber ignorado algo de trazas tan sorprendentemente siniestras. Teniendo en cuenta el historial iraquí –acuerdos clandestinos, fraude a los inspectores de la ONU, ocultamiento de enclaves y depósitos–, y su declarada ambición de equipar a los técnicos, a los que abiertamente se aludía en la prensa baazista como "muyaidines nucleares", a duras penas podía uno actuar sobre la presunción de inocencia.
No obstante, desde entonces las aguas se han enturbiado, por decirlo suave. Para empezar, alguien fabricó un documento falso, fechado el 6 de julio de 2000, que pretendía mostrar la firma y el sello diplomático de Zahawie en un acuerdo para la transacción de uranio entre Irak y Níger. Casi todo estaba equivocado en esa tosca falsificación. En consecuencia, el jefe del OIEA, Mohamed el Baradei, informó más tarde al Consejo de Seguridad de la ONU que los documentos acerca de la conexión Irak-Níger en materia de uranio se habían demostrado fraudulentos.
Pero esto no cambia el conjunto de hechos que he mencionado antes. Los servicios de inteligencia europeos, y la Administración Bush, sólo llegaron a afirmar que, aparentemente, el régimen iraquí había intentado abrir (o mejor, reabrir) negociaciones sobre el pastel amarillo [1] "en África". Nunca se ha afirmado que se cerrara de hecho un acuerdo. ¿Para qué perpetrar una falsificación que podía ser detectada inmediatamente en un examen superficial?
Aquí parece haber solamente tres posibilidades: a) o la inteligencia norteamericana fabricó la nota; b) o lo hizo alguien en Italia, con la esperanza obtener un beneficio;
c) o fue un producto de desinformación que pretendía proteger a Níger y desacreditar toda atención a la visita, real y en tiempo real, de Zahawie.
Cierto, la CIA es lo bastante incompetente como para haber fallado tan de mala manera. (Me gusta la formulación de Edward Luttwak en el Times Literary Supplement del 22 de marzo: "Sólo ha habido dos tipos de operaciones secretas de la CIA: las que todo el mundo sabe que han fracasado –normalmente, a causa de errores casi increíbles por lo burdos– y las que han fracasado pero aún no lo sabe todo el mundo"). Con todo, es increíble que una agencia americana fabrique un documento que pretendía probar mucho más de lo que demandaba la Administración y luego altere y revuelva todo dato y nombre relevante. Lo de la falsificación para obtener beneficios es fácil de entender, especialmente cuando se piensa que nadie pierde el tiempo falsificando una divisa en bancarrota. Lo de la falsificación por desinformación, si eso es lo que realmente ocurrió, al menos parece haber funcionado. Casi todo el mundo parece aficionado a creer que Sadam Husein fue crucificado por la minucia de Níger.
Según el London Sunday Times del 9 de abril, la verdad parece ser alguna combinación de las opciones b y c. Una investigación de la OTAN ha identificado a dos empleados de la embajada de Níger en Roma que, tras haber vendido un documento genuino sobre Zahawie a unos oficiales de inteligencia franceses e italianos, añadieron otro, falsificado, con la esperanza de obtener un beneficio adicional. El material verdadero fue a parar a Washington por una ruta, y por otra el falsificado, a través de un periodista italiano y la embajada norteamericana en Roma. La idea central era –sígame de cerca aquí– emplear un documento anómalo que describe un acuerdo para echar abajo otro documento, genuino, que sugiere una conexión.
El nombre de Zahawie y su conexión con el OIEA nunca fueron mencionados por El Baradei en su informe a las Naciones Unidas, y de sus precedentes no se hace mención en los papeles. Examinar la prensa de la época hace que uno quede boquiabierto, soberanamente sorprendido. He aquí una "exclusiva" de la revista Time sobre Zahawie, escrita por Hassan Fattah el 1 de octubre de 2003:
"El veterano diplomático ha pasado los ocho meses desde el discurso del presidente Bush intentando aclarar las cosas y limpiar su nombre. En una excepcional entrevista con Time, Al Zahawie describió cómo se utilizaron la falsificación y las pruebas circunstanciales para exagerar la amenaza de las armas nucleares de Irak y dejarle con la pistola humeante en la mano".
Unos cuantos párrafos más tarde aparecen las maravillosas e incontestables palabras de Zahawie: "Francamente, no sabía que Níger produjese uranio ". Bien, lamento, pues, la inconveniencia de las preguntas, estimado "veterano" del OIEA y el Tratado de No Proliferación Nuclear (cuyas cualificaciones en materia nuclear brillan por su ausencia en el artículo de Time). En cambio, se nos cuenta que Zahawie visitó Níger y otros países del África occidental con el objetivo de animarles a romper el embargo aéreo que pesaba sobre Bagdad, igual que habían hecho con las sanciones sobre la Libia de Gadafi. Una misión de baja estofa, puede pensarse, para uno de los emisarios más veteranos y especializados del régimen baazista.
El Informe Duelfer también menciona "un segundo contacto entre Irak y Níger" que tuvo lugar en 2001, cuando un ministro del país africano visitó Bagdad "con el fin de solicitar asistencia para obtener productos derivados del petróleo y aliviar los problemas económicos de Níger". Según las declaraciones de Jafar Diya Jafar (el director del programa armamentístico nuclear de Irak anterior a 1991), en estas negociaciones no hubo oferta alguna de uranio, sólo "dinero a cambio de petróleo". África occidental nada en petróleo, y Níger no tiene dinero; en 2001 Irak tenía mucho dinero, gracias a los beneficios del petróleo-por-alimentos. No obstante, puede usted creerse, si le apetece, que una delegación africana procedente de un país basado en el uranio pero en la práctica bancarrota atravesó un continente y medio con el único propósito de comprar petróleo.
[1] Uranio sin purificar.